Manuel Ruiseñor Liévano
A mediados del año pasado y por tercera vez consecutiva, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), acaso el más prestigiado centro independiente de investigación en política pública del país, dio a conocer su reporte ESTADOS CON LUPA DE GÉNERO; una herramienta que, tal y como se subraya en su presentación, permite comparar la capacidad estatal para impulsar la participación económica y la calidad del empleo de las mujeres.
Como era de esperarse, tan sólo con echar una mirada superficial sobre la inclusión de las chiapanecas en la vida económica del estado, los resultados arrojados por la indagación y medición del IMCO, colocan a nuestro estado en el sótano de un apartado de la democracia y el desarrollo, el cual nos dicta claramente el largo trecho que resta por andar, para vencer la asimetría prevaleciente entre hombres y mujeres en el trabajo dirigido al crecimiento y bienestar, en relación con el resto de la nación.
Sin duda, una grave deuda de justicia social que se remonta décadas y décadas atrás, en una tierra como la chiapaneca donde, en gran medida, el devenir histórico ha sido determinado positivamente por el actuar de la mujer, así data desde tiempos prehispánicos con la Reina Roja, gobernanta de Palenque, la megalópolis del viejo imperio Maya, pasando por Josefina García en su determinación por la lucha independentista, hasta Fidelia Brindis en el Congreso del Estado o Rosario Castellanos en la literatura, la equidad de género y su activismo cultural en pro de la no explotación y de la necesaria educación de los pueblos y comunidades indígenas con el teatro Petul.
El abalorio de pendientes es largo en el tema de inclusión social, pero la cuestión no se finca en un mero ajuste de cuentas o traspaso de facturas a un pasado que ya dejó su triste legado. Barrer para adelante decían los políticos de viejo cuño y acaso tienen razón. Lo que sigue, los qué, cómo, cuándo y dónde, es lo importante, porque sobran los motivos para ponerse a trabajar a efecto de reducir las brechas entre hombres y mujeres, camino a resultados más productivos, innovadores y verdaderamente transformadores de la realidad.
Cabe mencionar que Estados #ConLupaDeGénero comprende 17 indicadores agrupados en tres pilares: Entrada, Permanencia y Autonomía. Asimismo, se clasifica a los estados en seis niveles de desempeño, que van desde muy alto hasta muy bajo, según las condiciones laborales que ofrecen a las mujeres.
No obstante, y para efecto de su lectura ágil hemos seleccionado las referencias más contrastantes de nuestro estado en tres aspectos de la investigación, los cuales se traducen en retos a vencer, si se quiere abonar a una mayor participación de las mujeres en la economía y la mejora de la calidad de sus empleos.
UNO. “La Ciudad de México, Baja California Sur y Yucatán tienen el mejor desempeño en la entrada de las mujeres al mercado laboral, en contraste los estados con el desempeño más bajo son Guanajuato, Zacatecas y Chiapas. Este pilar mide las barreras que limitan la participación laboral de las mujeres, como la educación, la desigualdad en el trabajo no remunerado, la oferta laboral y la violencia de género. Algunos resultados que destacan: La educación impulsa la participación económica de las mujeres. El estado con menor proporción de mujeres con educación media superior es Chiapas (34%), mientras que en la Ciudad de México se posiciona en el otro extremo (64%)”.
DOS. “En México las mujeres realizan 60% más de trabajo no remunerado que los hombres, lo que limita el tiempo que tienen para dedicarlo al mercado laboral. Estas cifras se profundizan en Chiapas (67%) y Puebla (69%)”.
TRES. “Baja California Sur, Colima y Baja California destacan por tener los mejores resultados en promover la autonomía económica de las mujeres, mientras que Chiapas, Guerrero y Oaxaca ocupan los últimos lugares”. Se trata de un indicador que mide la capacidad que las mujeres tienen en los estados para generar sus propios ingresos. Para tal efecto se consideraron indicadores como la brecha de género en inclusión financiera, la propiedad de la vivienda y la participación en el emprendimiento formal.
Más allá de lo que revelan estos datos dignos de consideración (https://imco.org.mx/estados-conlupadegenero, mejorar la condición y participación de la mujer en los desafíos del desarrollo, significa abonar al mayor nivel educativo de las chiapanecas. Implica reducir la desigualdad de género en el mercado laboral, especialmente en el trabajo de cuidados, así como promover la formalidad de los negocios emprendidos por mujeres, con la necesaria capacitación, asesorías y estímulos.
Chiapas no podrá salir adelante sin la inclusión plena de sus mujeres en la vida económica, política y social, lo viene diciendo perogrullo. Atraer mayores inversiones y, por ende, generar más empleo digno, requiere de modo urgente suficiencia de capital humano. Y para el logro de este propósito, es necesario abrir la conciencia de capitanes de la empresa, gremios productivos, órdenes de gobierno, poderes públicos y sociedad. De otro modo, la serpiente del progreso se morderá nuevamente la cola para volver a empezar de cero.
Sin las mujeres, imposible escribir una diferente y mejor historia para este Chiapas, que no debe arrugarse a pesar de sus doscientos años mexicanos a cuestas.