Guillermo Ochoa-Montalvo
Querida Ana Karen, platicar con el musicante Juan Zenón fue de agasajo postrimero, toda una aventura a través del tiempo; más aún cuando llega con la pintora Aura Argüello, su compañera de vida y arte. Juan Zenón forma parte de la cultura popular de Comitán; sus composiciones, su voz y guitarra resuenan como un eco armonioso dejando huella en muchas partes del país, pero principalmente en Comitán donde su arraigo lo hace retornar a su tierra querida. Con su acento y expresiones muy cositias, empezamos a platicar.
Como es común entre los artistas, ellos nacen con esa vocación que no todos desarrollan por el prejuicio y miedo a morir de hambre. Una gran mentira, porque es la calidad, no la profesión, lo que conduce al éxito, la fortuna y la satisfacción de vivir. Juan Zenón López Moya originario de Comitán, creció practicando la crianza y matanza de puercos; pero determinado a ser cantante.
—Juan, ¿cómo conociste a Aurora?
—Llevaba los puercos de mi casa hasta el antiguo rastro; al pasar frente a su casa me detenía para beber del agua que me obsequia su mamá; en ese tiempo, veía a Aurora muy chamaquita. Con el tiempo, el arte nos unió.
—Hablemos de tus inicios como cantante y compositor.
—A mi papá le gustaba cantar como aficionado; lo hacía bastante bien sin mayores pretensiones. No conocía de música, era como un pajarito silvestre. Cuando cantaba en reuniones llamaba la atención, incluso, más que los músicos profesionales. Eso me agradó y empece a ver películas de Antonio Aguilar, Pedro Infante, Jorge Negrete. En el cerro empecé a gritar escuchando el eco y me gustó mi voz. Así, en la escuela me empezaron a elogiar cuando cantaba, tenía como 8 años, pero no me la creía, porque eso era como la seducción en el amor, te elogian falsamente, -Juan Zenón entorna los ojos como buscando en los archivos de su memoria para continuar su relato.
—En la escuela, el maestro de actividades artísticas me pasa a cantar y me pregunta, “¿Te llamas¿Juan Zenón?”. Sí, le respondo. Ël me mira diciendo: “tienes nombre de artista”. Él me sembró la semilla y en ese momento decidí dedicarme a la música. Para cuando llego a 6º de primaria ya componía canciones y los niños me pagaban con chilquihuajes o cualquier golosina por escribirles cartas, poemas y canciones. Así me fui desarrollando. A punto de salir de la primaria, le compuse un corrido a mi escuela “Fray Matías de Córdoba” ; y el corrido fui yo para pasar a la Secundaria. Canté esa composición en el salón. Ahora, cada año, al reuniros los compañeros de la generación, la cantamos. -Juan Zenón repite con nostalgia una estrofa del corrido: “Los 6 años que yo estuve donde yo me crecí, ya es tiempo que yo me vaya, y ya no quiero salir”.
—Recuerdo cuando llegó Luis Manuel Pelayo para presentarse en un acto de la Singer. Yo pasaba por ahí para entregar carne de puerco, cuando escucho una voz misteriosa diciendo: . “El silencio de la noche”. —Esa es la voz de Kalimán, que escuchábamos en la radio. En efecto, Pelayo era quien hacia la voz de Kalimán. Al terminar su presentación empieza a regalar licuadoras, vajillas y otros artículos domésticos a quienes cantaran algo para la transmisión en la radio. Subí al escenario y canté. Como premio, me dieron una licuadora que nos faltaba en la casa. Llegué muy feliz a entregársela a mi mamá. Todo estaba bien, hasta que mi madre me dice: “¿Y la carne?”. Mi madre ya no me regañó porque me escuchó cantar en la radio y además, llegué con la licuadora. Ese episodio fue el inicio formal de mi carrera como cantante.
—En la secundaria me encuentro con el maestro Límbano Vidal Mazariegos de la Marimba “Aguilas de Chiapas”. Él me dijo, “tus canciones las voy a grabar con mi marimba” así es como logro grabar mis primeros discos.
—Mi padre dejó la casa cuando yo tenía 12 años y me convertí en el jefe de la casa; pero eso de matar puercos, la sangre, el espantoso olor, todo eso me repugnaba. Cuando la psicóloga preguntó qué deseaba ser cada uno de nosotros; unos hablaron de ser abogados; otros, querían ser médicos, contadores, administradores de empresas, ingenieros; al preguntarme a mí, les digo, yo soy cantante y compositor. Todos soltaron la carcajada. Me quedaba muy claro, que no quería seguir matando puercos; odiaba esa labor con toda mi alma.
—Ese fue el segundo episodio donde tomo la determinación llegar a ser músico, cantante y compositor sin importarme si ese oficio de musicante, me daría riqueza o pobreza; si sería famoso o viviría en el anonimato. Pero me conformaba con ser conocido en Comitán y en la región, aún sabiendo que en Comitán no es fácil abrirse paso entre tantos aristas y músicos valiosos; y mucho menos, siendo estudiante de secundaria; pero me alegraba cantar para gente humilde en fiestas; para enamorados y pretendientes en las serenatas, -Juan Zenón no deja de sonreír como un niño pícaro mientras prosigue su plática.
—La preparatoria marcó un cambio notable. Tuve que enfrentarme a la realidad económica de la casa como proveedor y adolescente en busca de su identidad la cual encontré en la corriente hippie de aquella época. Calcé huaraches, me colgué un morral, confeccioné mi ropa y empecé a vagabundear con el nombre de ATI, “artista vagabundo identificable”. Tomé la decisión de viajar por todo México. Inicié en Oaxaca y terminé en la Ciudad de México.
—¿Cómo te fue en la Ciudad de México?
—En 1988 califico para participar en un certamen nacional en la sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes representando a Chiapas con una canción inédita. Entregué mis letras, ritmos, acordes, melodías y armonías a unos músicos japoneses del Conservatorio; ellos realizaron los arreglos finales. En esa época me corté la coleta de torero y vagabundo para empezar a trabajar como cantante en la Ciudad de México en un famoso lugar llamado Café Amor. En este lugar dejo la trova y la música de protesta para dar un giro hacia la música romántica. Participé en el concurso de “Valores Bacardi” clasificando entre los primeros lugares. Ese tercer episodio me condujo a estudiar en el INBA donde me gradué como maestro de música. Regresé a Comitán a dar clases en la Escuela Técnica de Las Margaritas.
—Regreso a Comitán a modernizar las serenatas sin la tradicional marimba y con las canciones románticas de los setenta y ochenta. Al principio las ejecutaba con guitarra y una caja de ritmos; después se integro otro guitarrista para los requintos. La serenata es como un concierto individual compartido con los vecinos quienes alcanzan a escucharla y no puedes fallar. Esa es mi pasión. Otros grupos vieron la oportunidad y terminaron choteando la serenata que terminaban en grandes boleras y escándalos. En los años 90 formé un grupo formal con baterista, bajo, guitarras y organista. Grabé discos en la Ciudad de México y en Comitán, pero al final, decido quedarme solo con mi guitarra, mis secuencias, teclado y recursos digitales como se estila ahora.
—Que sigue.
—Primero, impulsar a mi hija Aura en sus artes escénicas, las artes plásticas y la música. También, tengo registradas como 250 composiciones registradas y otras pendientes de registro. Mi pasión es pertenecer a la cultura popular de mi pueblo. Con Aurora tenemos un proyecto para musicalizar cada una de sus obras pictóricas; también tengo el proyecto de musicalizar los poemas de Rosario Castellanos en este año conmemorativo de sus cien años luctuosos.
—Tu mejor recuerdo.
Cuando nos reunimos los músicos y cantantes. En mi último cumpleaños no les vas preguntando si querés, es que ya van llegando con la guitarra en una mano y la botella en la otra; se arma la tamaliza y desde que entran, ya están cantando sin necesidad de pedirles el favor. Valoro mucho esa hermandad.
La música nos acompaña desde antes de nacer y jamás nos abandona, ni al morir, nos la llevamos a otro mundo como una cuestión de amor.
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