
Sr. López
No sé usted pero este menda de jovencito tuvo un héroe (dos, contando a Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, pero ese grandísimo pillo sería más bien un antihéroe, magnífico). El héroe-héroe fue tío Ulises, de apellidos Michel López, marinero, soldado, guerrillero, explorador, contrabandista (de diamantes), con una vida como de personaje de Dumas, Stevenson o Salgari. Cuando murió, por cosas de la vida, su texto servidor no pudo acudir a sus exequias y luego al visitar su tumba, en la lápida abandonada, se leía solo su nombre y dos fechas, nada más (de veras, ¡qué solos se quedan los muertos!). Alguna vez, conversando con la hermana mayor de su campeón, queriendo saber más, le pidió que le contara de él y la ancianita dijo: -¡Ah!… de niño era muy travieso… se casó varias veces… siempre fue inquieto -¡dioses!, tres frases vacuas para esa vida digna de tres películas de Hollywood.
Como era de esperarse -y es esperable de todos-, murió Mario Vargas Llosa. Este su texto servidor por costumbre (buena o mala, usted dirá), no escribe sobre este tipo de acontecimientos por varias razones que seguro no le interesan y le ahorro.
En esta ocasión sin embargo, comentará algo no tanto a resultas de sesudas reflexiones sino, más bien, del hígado, a la vista del tratamiento dado en nuestra prensa, en todas sus presentaciones, al fallecimiento de un escritor de semejante talla, uno de los más laureados del mundo y en español, sin duda, el más reconocido y premiado, merecidamente.
No pretende el del teclado que los reporteros y periodistas en general, hicieran un epítome de la extensa y rica obra literaria de Vargas Llosa, ni un sumario por sintético que fuera. No. Pero tampoco ese rosario de liviandades y lugares comunes que dejan ver muy a las claras que para empezar, no se han tomado la molestia de leerlo, casi ninguno (por si hay alguno, uno nunca sabe).
Será muy cándido este López (hay de otros), pero sería de esperar que los editores, directores de noticieros o los mismos dueños de los medios de comunicación, hubieran tenido la iniciativa de buscar a maestros universitarios, literatos o intelectuales, para entrevistarlos, para hacer documentales de buena factura, para, en resumidas cuentas, no hacer el ridículo con notas de prensa palurdas o menciones de un par de minutos (con alguna excepción, por si la hubo).
Sí se entiende que se haya comentado tanto la vida política de Vargas Llosa. Él se metió en esas andanzas y quedan al escrutinio público, por supuesto. Como político fracasó, por todo lo alto sin disminuir un ápice su estatura literaria. A fin de cuentas fue un hombre comprometido, cuando menos. Y no pudo tener mejor suerte que fracasar en política, que si hubiera llegado a Presidente de su Perú, ya estaríamos leyendo que fue una birria y en una de esas, estaría enredado en escándalos de corrupción. Mejor así, nomás escritor.
También se comprende que se haya insistido en lodebatibles que fueron no pocas de sus declaraciones públicas, en especial esa de que en el México de aquél priismo imperial triunfante, teníamos “la dictadura perfecta”, que sí lo éramos (y ahora se está instalando otra, imperfecta, por cierto). Dejemos eso.
Irrita a este junta palabras el entrometimiento de la prensa en la vida privada de la gente en general y de los grandes en particular. Que Vargas Llosa se casó con una tía y luego con una sobrina para rematar con la Presley, ¡caramba!
Mejor sería decir que fue Premio Biblioteca Breve, 1962; Premio Nacional de Novela del Perú, 1967;Premio Rómulo Gallegos, 1967; Premio Príncipe de Asturias, 1986; Premio Planeta, 1993; Premio Cervantes (el máximo en nuestra lengua), 1994; Premio de la Paz de los Libreros Alemanes, 1997;Premio Internacional Menéndez Pelayo, 1999; Premio Nobel de Literatura, 2010. Mejor sería.
También y para satisfacer el ánimo chismoso del lector promedio, se podría haber dicho que por poquito y don Mario queda en el anonimato. Que ‘La ciudad y los perros’, su primera y estupenda novela, la rechazaron todas las editoriales latinoamericanas y españolas a las que la envío buscando que se la publicaran. Que en 1962 (o por ahí), en la importante editorial Seix Barral de Barcelona, los encargados de leer las obras para recomendar o no su edición, la calificaron muy negativamente, la desecharon, pero de chiripa, la leyó Carlos Barral, el jefe editorial… y lo demás ya lo sabemos.
Tampoco nadie mencionó a otro personaje fundamental en el inmenso éxito de Vargas Llosa: doña Carmen Balcells, que en 1996 (o por ahí),convenció a Vargas Llosa de abandonar su empleo en Inglaterra y dedicarse a escribir, con ella como su representante, su agente literaria.
Él mismo alguna vez dijo que esa señora fue determinante en su exitosa (y muy rentable) carrera literaria, porque doña Carmen negociaba con uñas y dientes muy buenos contratos para sus escritores; ella eliminó para siempre los abusivos contratos vitalicios de las editoras (un caso: Emilio Salgari tan prolífico, vivió casi en la miseria y se suicidó dejando una nota a su editor pidiéndole que ya que había ganado tanto dinero con su trabajo, tuviera la decencia de pagar su entierro).
Sin la enorme señora Balcells no hubiéramos tenido “boom latinoamericano”, como no lo tuvimos con otros muy grandes (Rulfo, Borges, Onetti). En suma: la cara limpia de nuestra cultura latinoamericana, la debemos a esa dama. Ni quien se acordara.
España, tenía que ser, reaccionó bien a la muerte de Vargas Llosa: en nombre del Rey le otorgaron post mortem, la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, máxima presea para personas físicas que muy restringidamente concede España (van 14 desde 1939 que se instauró).
Antes en México, en el 2011, el presidente Felipe Calderón condecoró a Vargas Llosa con la orden del Águila Azteca, la máxima distinción mexicana… por cierto, ya que salió nuestra máxima distinción, en el 2023, el que NO vive en Palenque se la otorgó alviolento dictador cubano, Miguel Díaz-Canel. Hay clases.