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En la luna / A Estribor

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Juan Carlos Cal y Mayor

Se entiende que el Congreso local esté alineado con las iniciativas que aprueba el Congreso federal y que tienen que pasar por los estados. Recién aprobaron la iniciativa en materia de conservación y protección de los maíces nativos, anteponiendo en la discusión el mismo absurdo de que el maíz genéticamente mejorado puede ser dañino para la salud lo cual nunca se ha comprobado científicamente. No por nada perdimos el panel con los Estados Unidos por la iniciativa macuspana de prohibir la importación, que afectaba a buena parte de las exportaciones de Estados Unidos hacia México. En 2023, México importó 23.8 millones de toneladas de maíz amarillo transgénico de Estados Unidos, lo que equivale al 50.13% del consumo nacional.

La idea de proteger al maíz nativo, del cual existen decenas de variedades, suena bien. Yo diría que hasta nostálgica. Sucede que no solo con el maíz, sino con muchos otros cultivos silvestres y endémicos cuya variedad se encuentra amenazada, pero que no se va a frenar con este tipo de iniciativas. Para ponerlo en contexto, pensemos, por ejemplo, en el chile de Simojovel, que tiene características únicas de sabor, o en el conocido chile blanco, el chiltepín o tempenchile. Pensemos en el sabroso cuchunúc, esa flor nativa que, ya cocinada, tiene un sabor único y es de origen zoque. Y ya para no ir muy lejos, el famoso chipilín, que no solo se come en Chiapas, sino en parte de centroamérica.

La verdad es que se me vienen a la mente muchas más especies, como el jocote, el palmito, el nance o nanchi, o lo que usted quiera agregar. Si va de visita a San Cristóbal, dese una vuelta por el mercado y se va a sorprender de la variedad de frijoles, todas ellas especies nativas que se siguen cultivando y consumiendo gracias a nuestras preferencias gastronómicas. No es solo el maíz. En todo caso, debería haber una política para proteger y poner en valor no solo la riqueza gastronómica, sino también las características curativas de muchas especies, que en muchos casos resultan más efectivas que la medicina alópata. De no ser porque su propiedades curativas se conservan por la cultura popular, ya habrían desaparecido.

¿Cuál es el dilema entonces? Que muchos de los otros productos que consumimos, y no solo el maíz, son igualmente transgénicos o genéticamente mejorados. La ciencia ha permitido que un proceso de selección que antes se daba de manera natural ahora pueda inducirse, seleccionando organismos o características que mejoran su calidad. Sucede con la carne de pollo, ganado o cerdo; con las manzanas (mucho más grandes que las silvestres) o con el limón persa. En 2022, México exportó 622,479 toneladas de limón persa a Estados Unidos.

Los transgéicos representan una diferencia sustantiva que tiene que ver con el aumento de la producción, no solo en cantidad, sino en calidad. Una hectárea de maíz nativo en México produce una tonelada, mientras que con maíz mejorado en EU se cosechan hasta 20 toneladas en esa misma superficie. La cuestión es que eso se traduce en la mejora de la calidad de vida de las personas que viven en el campo y ven incrementados sus ingresos. Lo que va a suceder es que vamos a seguir dependiendo de la importación de granos de Estados Unidos, porque nuestra producción no alcanza a cubrir ni el 20 % del consumo nacional.

En 2023, México importó 19.7 millones de toneladas de maíz, de las cuales el 88.7 % provinieron de Estados Unidos. En ese mismo año, las importaciones de soya desde Estados Unidos alcanzaron los 3,640 millones de dólares. En 2023, México importó aproximadamente el 45% del frijol que consumió. En cuanto al arroz, en 2023, la producción nacional fue de 146,000 toneladas, mientras que las importaciones alcanzaron 739,000 toneladas, lo que indica que alrededor del 83.5% del arroz consumido en México fue importado. La mayoría de estos productos que usted compra en las tiendas de autoservicio o cualquiera de abarrotes, venden productos enlatados o empaquetados en México, pero que en realidad son importados. Esa es la realidad.

Con la iniciativa aprobada, le estamos prohibiendo al campo mexicano mejorar su producción, lo que nos coloca demasiado lejos de conseguir la ansiada soberanía alimentaria. Vamos a seguir consumiendo tortillas de Maseca cada vez más pequeñas, menos nutritivas y con maíz importado. Muy lejos estaremos de comer esas ricas tortillas que todavía se consumen en las zonas rurales del estado, donde la gente produce su maíz exclusivamente para el autoconsumo. Nada, sin embargo, parece evitar la inundación de la comida chatarra y las bebidas azucaradas. Hemos suplido el milenario pozol blanco y de cacao por una Coca-Cola de dos litros. Lo peor es que eso incide en la desnutrición y enfermedades como la diabetes, que son las principales causas de muerte en estados como el nuestro.

Lo trágico es que nuestros legisladores locales andan más ocupados sacándose selfies que tomándose el tiempo para analizar estos temas mientras nos dan gato por liebre. Así que no hubo ni debate en este asunto, donde terminamos comportándonos como una simple oficina de trámite de todo lo que nos mandan desde el centro del país y aprobamos sin chistar, ni analizar. Es la zona de confort reconfortada muy lejana a los principales retos que enfrenta Chiapas. Algunos andan en la luna, cada vez más lejos de la tierra. Igual pasa con otros en el gabinete, pero esa, es otra historia.

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