Sr. López
Tío Agustín fue el marido más dócil de América entera, empalagaba oírlo hablar con tía Josefina, su consentidísima esposa; aparte, tenían fama de que jugando dominó eran invencibles, tanto que en las tertulias familiares no los dejaban hacer pareja; así las cosas, una vez sorprendió a su amadísima enseñando a su compañero en la partida, la última ficha que le quedaba y aquello fue como el desembarco en Normandía. No se hablaron meses. Su hijo, el impresentable primo Pepe comentó: -Así está el vaso de mi papá, a punto de derramarse –sí, a punto.
El presidente, el nuestro, Andrés Manuel López Obrador, no se vaya a confundir, en su mañanera del miércoles pasado, respondió a uno de los reporteros-comparsa ahí presentes, hablando de los agentes de la DEA en México: “Si me preguntas si confiamos, diría que sí, en que no van a cometerse actos ilegales, ilícitos que afecten nuestra soberanía (…) No tenemos información de que estén haciendo actividades sin informar al gobierno de México”.
A ver, a ver, se lo repito: “No tenemos información de que estén haciendo actividades sin informar al Gobierno de México”… fíjese, no se haga bolas, lo que dijo es que confía en la DEA porque no tiene información de que la DEA haga algo sin informar… ¡pues claro! Esa es buena lógica, silogismo macuspanense en que las premisas y la conclusión son un merengue: si no me he enterado es porque no hacen nada chueco; o si se refiere a la propia DEA, entonces, peor: no informa que no informa, entonces no hay nada que informar.
Palacio, tenemos un problema: el Presidente no entiende que lo que haga la DEA sin primero pedir autorización a nuestro gobierno, no se lo va a informar a nuestro gobierno; y si nadie informa de actividades ilegales de la DEA, eso NO significa que todo lo haga legalito.
Ampliando la respuesta, el Presidente cavó más en el hoyo; recordó que cambiaron las leyes para regular la presencia de agentes extranjeros en el país: “Ahí está claro cuántos pueden estar, no se permite que estén con armas, hay un número, tienen que avisar sobre sus actividades”, dijo terminante y agregó que por ello los agentes de la DEA “no podrían hacer algo a espaldas de nosotros”.
¡Alabado sea el Señor!, de veras enternece la fe del Presidente en la ley. Los agentes de la DEA no “podrían” hacer nada a escondidas de nuestro gobierno, porque la ley lo dice. ¡Sí, cómo no!, con lo mucho que nos respetan.
Y eso de que “no se permite que estén con armas”, no es cierto. En las adiciones a la Ley de Seguridad Nacional impulsadas por esta administración y aprobadas el 18 de diciembre de 2020, claramente se establece en el artículo 71 fracción octava, que los agentes extranjeros “Solo podrán portar las armas de fuego que, en su caso, les autorice la Secretaría de la Defensa Nacional”; claro que portan armas, ni modo que usen el “detente” presidencial, que las estampitas y el escapulario, sirven para atajar virus pero no balas.
Ya en este tema, le comento que no es cierta la repetida afirmación presidencial de que desapareció el Cisen. En la Ley de Seguridad Nacional que reformó este gobierno, se mantiene el Cisen en el capítulo segundo que se titula: ‘Del Centro de Investigación y Seguridad Nacional’. Si algún colaborador del Ejecutivo fuera tan amable de informarle. O no, total, él dice cosas y las cosas discurren sin hacerle caso (y eso se va notando cada vez más, ni modo).
Por cierto, en esa misma madrugadora, el presidente aprovechó para decir que el embajador de EUA en México, el Ken Salazar, ha sido “un gran conducto para estrechar los lazos con el país vecino”. ¡Amooor eteeerno e inooolvidaaableee!
Para los que viven con el Jesús en la boca, temerosos de que el Presidente de repente nos declare Estado marxista-leninista o que proponga al Congreso cambiar el nombre al país por República Bolivariana Mexicana, estas amistosas declaraciones sobre don Ken Salazar y los agentes de la DEA en territorio nacional los deberían tranquilizar.
Sí, seamos objetivos, haga memoria, nuestro Presidente cuando no lo era, le echó muchas puyas al tal Trump y publicó un libro en su contra (Oye Trump), en el que lo comparó con Hitler y afirmó entre otras lindezas que “La subordinación del presidente Enrique Peña Nieto a los dictados estadounidenses equivale a una total ausencia de gobierno en México”. Bueno, pues nomás recuerde las melosas palabras de él, ya siendo Presidente, en su discurso en julio de 2020, en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca, diciendo al Trump “hemos recibido de usted comprensión y respeto” y agradeciéndole “tratar con respeto a los paisanos mexicanos”. ¿Cómo era eso de que la ‘subordinación’ era equivalente a una total ausencia de gobierno en México? Qué cierto es aquello de que no es lo mismo hablar de ella que tenerla enfrente.
Y lo mismo con el nuevo presidente de los EUA, Joe Biden, con el que se puso retobón para felicitarlo por su elección, pero finalmente platicaron por teléfono y puso un tuitazo el 23 de enero de 2021: “Conversamos con el presidente Biden, fue amable y respetuoso (…) Todo indica que serán buenas las relaciones (…)”. (¿Conversamos Quimosabi?… ¿o es plural mayestático?… tampoco importa).
Lo cierto es que no hay motivos para andar con el rosario en la mano. Este Presidente que se esmera en andar de queda-bien con los gobiernos latinoamericanos de tendencia izquierdista y que se rehúsa a llamar por su nombre a las dictaduras de Venezuela, Nicaragua y Cuba, es el que desayuna con Carlos Slim (con la vajilla de fiesta), es el que hace cuatro días se dijo agradecido con los empresarios: “(…) pues sin su participación no se podría sacar adelante el desarrollo del país” y anunció este miércoles la inminente firma de un tercer paquete de inversión público-privada.
Los otros dos que firmaron no se cumplieron, porque eso sí, hay que aguantarle su modo al Presidente: dice lo que le conviene y hace lo que le da la gana… hasta que una gota sea la última y se le volteé el chirrión por el palito.