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Centavocracia / A Estribor

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Juan Carlos Cal y Mayor

O hay mucha ingenuidad entre los analistas políticos a nivel nacional o aquí en Chiapas vivimos en otro planeta. Cierto es que hay que defender al INE contra la embestida que pretende descuartizarlo. El árbitro funciona, pero eso no ha evitado que subsistan prácticas antidemocráticas y absolutamente deshonestas.

En estados como el nuestro la democracia se ha monetizado. Aleja toda posibilidad de competir a cualquiera que no esté dispuesto a gastar millonadas. Eso ha corrompido a la clase política o más bien la clase política es quien ha corrompido toda posibilidad de democracia. Me tocó vivirlo, padecerlo y con ello claudiqué a creer que puede ser de otro modo. La democracia se ha pervertido de forma paulatina. Ha convertido a los políticos en ampones y a los votantes en comerciantes de su voto.

Escuchaba en un programa de opinión decir que el fraude electoral como tal es imposible y veremos que no es así. Es un asco saber cómo se ultraja ahora la voluntad popular y hacer como que no pasa nada cuando miles lo saben, se prestan y lo practican. Hasta se han vuelto expertos. En Chiapas es de lo más común. Se usa el poder y se compra el voto, se abusa de la necesidad. Se secuestran casillas, se rellenan boletas, se compra o se intimida a los representantes y se alteran los resultados en las actas. A veces es más barato que comprar votos. Ya se dio el caso de votantes que recibieron en “pago” billetes falsos que al día siguiente les rechazaron en los Oxxos. Ni como reclamar, esa es la realidad.

Sino se tienen millones para una campaña es inútil participar. La “inversión” se contabiliza por el número de votos a que se requieren. Nuestros políticos aprendieron que ganar campañas es una cuestión de circunstancias, de alineamiento con el poder, pero también de dinero. Por eso llegan sin pudor a multiplicar ese dinero para sí mismos y para invertirlo en ganar sus próximas elecciones.

Desgraciadamente no es lo mismo hacer elecciones en Aguascalientes (donde el 80 por ciento de la población se concentra en su capital), que en un estado como Chiapas donde la situación es a la inversa. Somos la entidad con el menor acceso a internet en el país; apenas el 27.3 por ciento de los hogares cuentan con este servicio, mientras que la Ciudad de México, Sonora y Nuevo León alcanzan casi el triple: el 80 por ciento, según la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información.

Una gran parte de nuestra población está dispersa entre más de 20,951 localidades con un alto porcentaje de menos de 100 habitantes. Ocupamos el primer lugar nacional en analfabetismo con un 21.3 por ciento, es decir uno de cada cinco chiapanecos no saben leer ni escribir. El caciquismo está fuertemente arraigado en muchos municipios dominados por familias y grupos de choque. Toda una red de complicidades. El 62% de nuestro territorio es propiedad social regida bajo la estructura de los comisariados ejidales que funcionan como estructuras de control político. Cada estado debería tener su propio marco jurídico de acuerdo a su realidad. Imaginemos el voto electrónico. Ya los veo secuestrando las máquinas para obligar a la gente a votar. Por eso es que hemos construido una relación perversa desde el poder con el gobierno en turno a cambio de votos.

Chiapas tiene un padrón electoral con casi 4 millones de electores. Nuestra población crece al doble de la media nacional (4.2) y es precisamente entre la población más pobre y manipulable donde se da ese fenómeno. Ocho de cada 10 habitantes (76.4%) son pobres, según la cifra actualizada hasta el 2018. Sólo 6.0% de la población se encuentra alejada de la pobreza. Sólo seis de cada 100 habitantes presentan ingresos suficientes para vivir de manera adecuada, con una casa en condiciones habitables, agua, luz, drenaje, alcantarillado, acceso a la salud, a la educación y un sistema de seguridad social que le permita tener una pensión en el futuro.

El asistencialismo es lo que ha estimulado que las familias más pobres tengan más hijos. Multiplicamos la pobreza para utilizarla. Los grandes mítines no son una muestra de popularidad sino de manipulación y tristemente siempre ha sido así. Nos han convertido en súbditos y no en ciudadanos.

Nuestros partidos políticos son un modus vivendi. No hay oposición, nada critican, nada proponen, nada opinan. Nuestro sistema de división de poderes es una simulación. Nada se mueve, nada sucede, sin la venia de una sola voluntad. Bastante ha hecho nuestro órgano electoral local para ser factor de estabilidad política y social. Organizar elecciones bajo esas premisas es una tarea titánica. Rara democracia es la nuestra donde para hacer política hay que ser ampones.

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