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¡Bendito sea Dios!

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Sr. López

Tía Arcelia (de las de Autlán), decía en serio que su esposo era muy injusto y muy exagerado, porque no había tomado en cuenta que durante más de diez años de matrimonio, nunca lo había engañado y que “por una vez”, era el colmo que la hubiera dejado. No era de aritmética la cosa, pero… cada quien.

Con toda lógica, la atención de la ciudadanía (no se ría, no sea así), está concentrada en quiénes serán las dos candidatas a la presidencia de la república, para la fiesta de la democracia del 2 de junio del año próximo (que no se ría). Aunque, sí, pueden ser candidatos varones (¡otra vez esa risita!).

Por un lado, con los nervios de punta, recogiendo las uñas del suelo para volver a morderlas, la moreniza espera con ansia la decisión presidencial, ¿será Claudita?, ¿será Marcelito?, ¿Adán Augusto hace su travesura y se alza con el triunfo?, ¿se rompe Morena?… ¡qué nervios!

Por el otro lado, ¿Alito y Markito, ya entendieron?, ¿dejan pasar a Xóchitl?, ¿ahora sí va a llorar Creel?… ¡qué emoción!

Al mismo tiempo, aparentemente se obra el prodigio de mantener en la bruma de la indiferencia general, la tragedia mexicana, los ríos de sangre, los lagos de llanto que resultan del desgobierno nacional.

Los analistas y observadores extranjeros nos miran a los mexicanos con el asombro que se ve a un pez tomando el Sol en la playa, suponen que tenemos cauterizada la capacidad de indignación, que ya nada importa a nadie. No nos conocen, este pueblo aprendió hace 23 años a cobrar las cuentas en las urnas, sin gritos ni sombrerazos, a golpe de votos (por eso la enérgica reacción masiva nacional de febrero pasado, en defensa del INE, porque ese órgano ciudadano es nuestra garantía de que se respete la voluntad del electorado).

Hay que aceptar desde luego que puede ganar la candidata (o) de Morena & asociados, claro, y si gana hay que decir desde ahora que todos vamos a respetar el resultado de los comicios, suponiendo lo mismo si gana el Frente opositor, extremo que parecía imposible hasta hace pocos días… pero Xóchitl Gálvez apareció y nadie del oficialismo esperaba el Factor X que les tiró el tablero (juegan con corcholatas).

Y dicho lo anterior, se debe añadir que sabemos sin la menor duda, que enfrentamos una elección de Estado, entendiendo por eso, un proceso comicial en el que interviene el gobierno, en este caso el federal y la mayoría de los estatales, a fin de asegurar a su partido un triunfo que pretenden sea total: presidencia de la república y mayoría absoluta en el Congreso federal y simple en los locales.

El Presidente está interviniendo y hace campaña a favor de su partido, abiertamente, sin pudores de novicia, con desfachatez de cortesana, furcia, trotacalles, sin importarle violar la Constitución (artículo 134, párrafo 7), la ley electoral y las resoluciones admonitorias del Trife. Nunca antes ningún Presidente de la república lo había hecho con este descaro.

Pero no hay trampa que resista al voto masivo. Esa es la apuesta. De la ciudadanía depende. Que elijan a melón o a sandía, pero sin artimañas.

Y más que nunca importa que de verdad la gente salga a votar masivamente. No solo porque el gobierno está metido en las campañas o por las carretadas de dinero que va a gastar para movilizar a su estructura de mapaches y ‘siervos de la nación’, el día de las elecciones para asfixiar las casillas con sus votantes, no, hay otra razón de la mayor importancia: la delincuencia organizada.

Ya en 2021, el país tuvo una probadita de las capacidades de control electoral de los delincuentes. Amedrentaron candidatos, inhibieron campañas, hubo 935 agresiones físicas contra políticos, cien asesinados, 36 de ellos candidatos.

La OEA manifestó su “profunda preocupación” por la “extrema violencia” que afecta a la política mexicana… y el Presidente, el 7 de junio de 2021, al día siguiente de los comicios, en su mañanera, aprobó el comportamiento de la delincuencia organizada de la que dijo se portó “en general bien”. Para saber a qué atenernos.

En marzo del 2021, el jefe del Comando Norte de Estados Unidos, general Glen VanHerck, en conferencia de prensa en el Pentágono luego de comparecer ante el Comité de Servicios Armados del Senado de los EUA, dijo que hay ingobernabilidad en el 30 ó 35% del territorio mexicano, por la operación de las organizaciones criminales. Nuestras autoridades lo negaron enfáticamente.

Lo que no mereció ni comentario del gobierno, fue el informe que este 2023, sin fecha, publicó El Universal con el título: ‘México, el país de los cárteles’, resultado de su revisión de más de 50 reportes de inteligencia realizados por la Sedena, obtenidos del ‘hackeo’ que realizó el grupo Guacamaya. Es estremecedor: solo 18 estados tienen “alguna parte de su territorio libre” de grupos del crimen organizado; de 2,471 municipios del país, en 1,198 operan bandas criminales; en el 75% del territorio nacional hay presencia de grupos delictivos (¡75%!)… y se le recuerda al señor de Palacio que Calderón entregó el poder hace once años y que él está en su quinto año de gobierno.

La solución a la intervención del crimen organizado en los comicios no está en los municipios lejanos ni en las comunidades apartadas: el voto masivo debe ser urbano, pero de verdad masivo, con eso basta. El 79% de la población habita centros urbanos.

Se le repite: está en nuestras manos. Particularmente en las de la habitualmente lánguida clase media: a votar, a votar todos, con libertad y por quien les pegue la gana, pero ¡a votar! Y por cierto, vaya revisando su credencial de elector, no vaya a ser que la tenga vencida y el mero día no pueda participar.

Y por cierto, vamos dejando en paz a Andrés Manuel López Obrador. Va de salida. En menos de un año tendremos Presidenta (e) electa (o). Que siga disfrutando su casa (antes, Palacio Nacional), y dedicado a lo mero importante, como ayer que le aconsejó a Mark Zuckerberg, dueño de la nueva red ‘Threads’, que evite los ‘bots’ y no lo haga por lucro. ¡Bendito sea Dios!

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