1. Home
  2. Columnas
  3. Al calor del café, la historia de los Toledo Farrera

Al calor del café, la historia de los Toledo Farrera

Al calor del café, la historia de los Toledo Farrera
0

Juan Carlos Toledo Jiménez

El reloj marcaba las ocho de la noche cuando el aroma del café comenzó a envolver las paredes de Harves Café. El aire de Arriaga refrescaba suavemente la noche, mientras en una mesa del lugar se reunían Mario Esteban Toledo Mendoza, Octavio Domínguez Toledo, Marco Tulio Toledo, el profe Chema Álvarez, David Muñiz Cutú y Jorge Fernández Gómez.

No era una charla cualquiera. En medio del murmullo del café y el vaivén de las cucharas en las tazas, la conversación comenzó a girar en torno a una historia profunda, tejida con trabajo, familia y caminos: la historia de los Toledo Farrera, pioneros del transporte en el municipio de Arriaga.

Todo comenzó con Esteban Toledo Rincón y María Eliza Farrera Zebadúa, originarios de Cintalapa, Chiapas, quienes llegaron a Arriaga en los años treinta y procrearon siete hijos: Claudio, Ricardo, Juan, Esteban, Gabriel, Ángel, María Elena y Raúl Toledo Farrera. Fue una llegada silenciosa, como muchas otras familias en busca de nuevas oportunidades, pero con el tiempo, se convertiría en una de las más influyentes de la región.

Fue don Ángel Toledo Farrera quien encendió la chispa. Con visión y determinación, fundó la primera ruta de transporte entre Arriaga, Villa del Mar y Punta Flor; luego vinieron otras: Zapata, La Gloria y Oaxaquita. Aquellos caminos eran de brecha, casi imposibles en temporada de lluvias. Pero la necesidad y el compromiso podían más.

Pronto, sus hermanos se sumaron al esfuerzo. Lo que comenzó como iniciativa individual se transformó en una verdadera empresa familiar. Los vehículos —camiones Chevrolet y Ford— eran modificados con carrocerías de madera y lámina. Cuando se descomponían, los reparaban ellos mismos, sin más herramientas que sus manos y su ingenio.

Transportaban pasajeros, pero también el alma del comercio local: pescado fresco y salado, melón, sandía, productos de las pesquerías que surtían el mercado municipal de Arriaga. Sus rutas no sólo unían comunidades: conectaban al pueblo con su propio desarrollo.

La familia creció también en visión. Fueron socios fundadores de rutas como Arriaga – Villaflores – Revolución Mexicana, y del servicio de autotransporte a Tuxtla Gutiérrez, donde Juan Esteban Toledo Farrera dejó huella como impulsor del crecimiento regional.

Las anécdotas fluían entre sorbos de café. Una de las más recordadas fue la de Juan Esteban, quien venía manejando desde Juchitán fumando un cigarro. Al terminarlo, lo arrojó por la ventana, sin imaginar que el viento lo regresaría a la caja del camión, donde ardieron los costales vacíos de maíz. Aquel camión de siete toneladas se consumió por completo. Y, sin embargo, al día siguiente, como si nada, ya estaba de vuelta en el camino.

Esa noche, entre carcajadas y silencios pensativos, se tejió una memoria viva. Porque recordar a la familia Toledo Farrera es también recordar cómo Arriaga se fue haciendo pueblo, cómo sus caminos se abrieron no con maquinaria pesada, sino con voluntad, esfuerzo y motores viejos pero decididos.

La historia no siempre está en los libros. A veces está en una mesa de café, a las ocho de la noche, cuando alguien empieza a decir: “¿Se acuerdan de…?”

LEAVE YOUR COMMENT

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *