
© Merendero San Pancho. Aguascalientes (2009
Antonio Cruz Coutiño
¡Qué bonitos días los de Aguascalientes! Ni frío ni calor y con tantita llovizna, a unos días del Todosanto. Aguascalientes. Lugar en donde desde su fundación —durante la segunda mitad del siglo XVI— ya existían pequeños y grandes veneros de agua termal, vaporosos, varios; mismos que hasta la fecha bullen y humedecen el ambiente seco. Varios de ellos con el tiempo fueron transformados en verdaderos baños públicos; baños termales cubiertos y al aire libre que hasta hoy perduran. Durante la época de la Colonia, formó parte de la provincia de Nueva Galicia con cabecera en Guadalajara. Ciudad que si se observa en el mapa de todo el país, la ubicaremos meritito en su ombligo; en el centro geográfico de la nación.
Forma parte de El Bajío, supra región geográfica y cultural del México central, que comprende las áreas no montañosas de los estados de Guanajuato, Querétaro, Aguascalientes, Altos de Jalisco y la parte norte de Michoacán. Aguascalientes y la región en conjunto, constituyen una de las cuencas agropecuarias e industriales más antiguas y exitosas del país; de las más densas, productivas y mejor establecidas; provista de recursos minerales que hasta la fecha se explotan; la de “mayor crecimiento y proyección […]. Una de las regiones con la mejor calidad de vida y menores índices de violencia del país”. Así reza la publicidad gubernamental.
Aquí se encuentra —salvo la mejor opinión de usted— la única Plaza de la Patria, de las varias que durante el régimen porfiriano se establecieron, coronada por la mejor o única estampa del emblema nacional: “el águila que parada sobre un nopal, con viveza devora a una serpiente”, ubicada en lo alto, sobre el pedestal del hemiciclo afuentado; el que domina la plaza frente a la catedral. Es bonita y me recuerda las gestas y personajes de la Revolución.
Mucho más que el águila de perfil y silueta moderna. Mucho más que el “águila mocha” del más bestia y patético de los presidentes de México, hoy revaluada sin embargo, como el emblema de los seguidores de López Obrador, los militantes de Morena, el Movimiento de Regeneración Nacional. Pero los chiapanecos de mi generación (y quizá algunas, anteriores) asociamos a la ciudad de Aguascalientes con tres eventos:
1. Su Feria de San Marcos (“A la feria de San Marcos/ en merito Aguascalientes/ van llegando los valientes/ con su gallo copetón/ y los traen bajo el brazo/ al solar de la partida/ a jugarse hasta la vida/ con la fe en el espolón. Linda la pelea de gallos/con su público bravero/ con sus chorros de dinero/ y los gritos del gritón…”),
2. Por el arco arquitectónico que siempre ha ilustrado los lácteos de la marca San Marcos, una de las primeras en introducirse a nuestros incipientes “automercados” (recordemos El Cochinito, FIRSA, Central y El Retiro), y
3. Por aquel brandy que me imagino voluptuoso y terso: “Brandy gran reserva San Marcos… el de las siete cualidades…” como se escuchaba en la radio, en la XEW “La Voz de la América Latina desde México”, la XEB “La B grande de México”, o “La T de Monterrey”.
© Merendero San Pancho. Aguascalientes (2009).
Pues bien, no nos quedamos con las ganas, y desde el hotel buscamos el tour que nos lleva a redescubrir sus lugares. Nos llevan al Jardín de San Marcos, en donde justamente se encuentra el arco aludido; a sus dos plazas de toros, a la de San Marcos y a la Monumental; a sus calles viejas y a uno de sus mercados, a deleitarnos con los hermosos frescos que cubren los muros del palacio del gobierno del Estado (en donde se narra la historia del país), y en especial al museo del gran aguascalentense, el impresor y artista José Guadalupe Posadas (1852-1913); reservorio de su historia, biografía, grabados anti porfirianos y en general las técnicas y vehículos asociados a las artes gráficas del siglo XIX.
Conocemos Calvillo, la pequeña ciudad cuyos agricultores y campos fueron pioneros nacionales del cultivo de la guayaba. Vemos las formas de producción y los derivados artesanales e industriales de esa fruta: ates, mermeladas, dulces diversos, licores, salsas, deshidratados, etcétera, al igual que vamos al “pueblo mágico” de Asientos, a la mitad de la nada o en el centro de la zona más desértica y deshabitada —aunque minera— de Aguascalientes, hacia el Noreste.
Ahí, en ese antiguo “real de minas”, una red de pequeños túneles, recuerdan las iniciales labores mineras de gambusinos e industriales del Centro y Norte del país, y algo que en verdad no nos imaginábamos: una antigua misión franciscana, reconstruida y encantadora —por pequeña, laberíntica y planta a diversos niveles—, y ¡Una pinacoteca increíble!… con cuadros en verdad hermosos, de los siglos XVII y XVIII, hábitos eclesiásticos hermoseados con hilos de plata, y un pequeño texto al pie de un Sagrado Corazón, del gran artista colonial mexicano, don Miguel Cabrera (1695-1768):
Estando en oración delante del SSmo. [santísimo] Sacramento la Ve. [venerable] Sor Margarita María Alacoque le reveló el Sr. [Señor] que no le podía hazer mayor obsequio, que procurar estender la devoción a su Sagrado Corazón; y q. [que] el modo avía de ser haziéndole fiesta particular el viernes inmediato a la Octava de Corpus, comulgando en este día, para agradecerle el amor con q. [que] su divino corazón nos avía dado el sacram.to [sacramento] de el altar, y para desagraviar al mismo amor, de las irreverss. [irreverencias] que en tal Octava le hazían los hombres; sobre quienes dilataría sus misericordias y difundiría sua gracia, [recomendando] promover esta utilísima devoción. Padre Juan Crois, Tomo 1, Cap. 2. Michael Cabrera Pintor.
Y… como el espacio apremia, dos estampas más y concluimos. En primer lugar nuestra visita al lago artificial isla San Marcos, en los suburbios de Aguascalientes, que por estos días celebra el XVII Festival de Calaveras (ahí vemos dos o tres calacas emperifolladas, gigantescas, al estilo de la catrina porfiriana de Posadas, en donde es evidente cómo esta gente capitaliza, comercial, cultural y turísticamente la biografía y los grabados del susodicho Posadas) y finalmente, algo por demás original… ¡Sus cantinas! Que aunque estas y los bares existen, ellos, los citadinos hidrocálidos, dicen que tales lugares son sólo para borrachos.
De modo que han reinventado las cantinas para pasársela bien desde el medio día y hasta la noche… generando los famosos merenderos. Que los hay de medio pelo —los más baratos y populares— y los del rumbo de la Universidad y la moderna Avenida Colosio, a donde la clase media y la “gente bien”, se solaza con sus chelas, vinos, pomos y botanas, estas últimas verdaderamente originales, razón por la que un día, nos vamos para allá, desde las 13:30.
Nos recomiendan el merendero San Pancho y ahí estamos: carnitas jugosas y frescas, embutidos asados y a la parrilla, chicharroncitos, papas y jitomates aderezados con ajo, parrilladas humeantes y un buen tarro de cerveza, vaporoso de tan helado; con la mitad de Indio y la mitad de Bohemia. ¡Salud, amigos! ¡Pordios qué delicia! y para que me crean, he aquí lo que se lee en la portada de su carta:
Merendero San Pancho. Tradición en Aguascalientes desde 1962. Hábito que comienza en tal año, en el pueblo legendario de San Francisco los Romos, con los primeros establecimientos de carnitas y botanas. Luego, cuando en 1999 fundamos el primer merendero en Aguascalientes, la prioridad era tan clara como hoy: un lugar para comer y beber como Dios manda. Y eso ha sido lo que nos ha caracterizado en estos años. El mejor ambiente y todos los placeres que el cuerpo y el espíritu reclaman. Ya sea para celebrar el cumpleaños, ver el fut, agarrar el mariachi, salir con la bola o con el mandil. Merendero San Pancho. El lugar que tú has hecho posible.
Luego, amigos, en otra ocasión contaré las delicias de los viñedos, bodegas y degustaciones de vino que aún persisten. Polvos de aquellos lodos. De los exuberantes y extendidos viñedos de la antigua Casa San Marcos.
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