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El Macondo que imaginé y el que Netflix creó

El Macondo que imaginé y el que Netflix creó
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Sandra de los Santos Chandomi

Cuando leía Cien años de soledad, la casa de los Buendía se parecía mucho a la casa de mis abuelos en Arriaga. Úrsula tenía la fisonomía de una mujer robusta, pero, conforme avanzaba la novela, iba perdiendo peso y su espalda se encorvaba. En mi imaginación, en Macondo se hablaba “chiapaneco” y hacía calor todo el tiempo. Para un amigo, Macondo era Cintalapa; para una exalumna, Villaflores. Imaginen mi sorpresa cuando, en la serie de Netflix, vi que las personas de Macondo hablaban colombiano y que Melquíades, ese hombre que en mi mente tenía el aspecto de Gandalf (El señor de los anillos), hablaba como “el gato con botas” y se parecía más al papá de Jack Sparrow.
Tiene toda la lógica del mundo que en Macondo se hable colombiano y que Melquíades tenga ese español tan “a lo Antonio Banderas”, pues es un gitano. También tiene sentido que el Macondo que recreo cada vez que leo Cien años de soledad esté en Arriaga, uno de los lugares más significativos de mi infancia, y que los gitanos que visitaban Macondo sean los mismos que ponían grandes carpas cerca de donde vivían mis abuelos en Cintalapa.
El propio Gabriel García Márquez explica este fenómeno. Dice (palabras más o menos) que es difícil competir con la visualización que cada persona se hace basada en sus propios recuerdos y referentes. Por eso, cuando se adapta un texto que fue creado para ser leído, no representado, es complejo dejar satisfecha a la audiencia. ¿Cómo competir con la imaginación de cada persona, con sus referentes, con las ambientaciones creadas a partir de recuerdos y aspiraciones?
Ayer por la noche terminé de ver la primera temporada de la serie de Netflix Cien años de soledad. Había cancelado mi suscripción a la plataforma, pero volví solo porque se aproximaba su estreno y porque quería ver Secreto en el río.
En los primeros dos capítulos me inquietó la forma de hablar de los personajes. Cada vez que Melquíades abría la boca, pensaba que iba a pedir “un traguito de leche”. Algunas escenas me parecieron casi “caricaturescas”, y el uso excesivo del narrador no me convencía. Esto último siempre me ha incomodado en las adaptaciones de libros al lenguaje audiovisual. Siento que recurrir al narrador es la salida fácil para decir: “No pudimos expresar esto con acciones, así que te lo tuvimos que contar”.
Considero que algunos personajes quedaron desdibujados en la serie, como Pietro Crespi y Amaranta. No logran transmitir los sentimientos tan profundos que representan en la novela ni retratar algunos de sus momentos más memorables. Aunque con Amaranta aún falta camino: hasta ahora se estrenaron los primeros ocho episodios, que abarcan más o menos la mitad del libro, y quedan ocho más por venir.
Algo que me motivó a seguir viendo la serie, a pesar de mis dudas iniciales, fue mi curiosidad por cómo resolverían ciertas partes del libro, como la clara presencia de actos de pederastia. No sé de dónde sacaron que Remedios Moscote tenía 14 años; en el libro se menciona que aún se orinaba en la cama cuando Aureliano Buendía la pidió en matrimonio, lo que indica que era mucho más joven. Visualmente, esas escenas iban a ser muy chocantes, incluso más que en el texto, donde apenas se sobrellevan.
Conforme avanzaba la serie, la voz del narrador fue perdiendo protagonismo y me fui acostumbrando a esta versión que, en algunos aspectos, se alejaba de lo que había imaginado, pero en otros era idéntica. La lluvia de flores amarillas que cae en Macondo cuando muere José Arcadio Buendía es completamente diferente a la que imaginé: la mía ocurre en plena avenida central de Tuxtla Gutiérrez, con flores de los árboles de primavera cubriendo el pavimento. Aunque son muy distintas, no podría decidir cuál prefiero; ambas me gustan.
Aunque he leído el libro varias veces, terminé recurriendo a él en distintas ocasiones para recordar personajes y ambientes. La serie es bastante fiel al libro, salvo en algunos detalles: por ejemplo, no es cierto que Úrsula tuviera diferencias al criar a Arcadio ni que no lo quisiera por ser “bastardo”. Tampoco es cierto que Rebeca llegara con José Arcadio para evitar el fusilamiento del coronel Aureliano Buendía. Si estoy soltando muchos “spoilers”, es porque supongo que quienes verán la serie ya leyeron el libro.
La serie destaca a algunos personajes más que a otros, lo cual es razonable. Nosotros mismos hacemos eso cuando leemos, dependiendo del momento en que estamos. La primera vez que leí Cien años de soledad, mi personaje favorito fue Amaranta; después lo fueron Pietro Crespi, Úrsula, el coronel Aureliano Buendía, Gerinaldo Márquez y José Raquel Moncada. En esta ocasión, con la serie, pude apreciar mejor a José Arcadio Buendía y a Arcadio, a quienes antes les prestaba poca atención.
Escribo este texto apenas dos días después del estreno de la serie, y hasta ahora he visto pocas críticas, muchas basadas solo en el primer episodio. Algunas no favorecen a la serie en lo absoluto, y otras me parecen muy indulgentes.
No soy crítica de productos audiovisuales (ni de nada, en realidad). Solo cuento mi experiencia como espectadora, y eso es lo que quería compartir aquí. No creo que la cuestión se reduzca a decidir si es buena o mala; es más complejo que eso. Pero, sin duda, es un producto que vale la pena ver. La experiencia de cada persona así como su opinión será única, porque, finalmente Macondo es diferentes en cada persona aunque tenga muchas similitudes.

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