Guillermo Ochoa-Montalvo
Querida Ana Karen, satanizada por unos e idealizada por otros, la cultura de la migración deviene desde la época de las cavernas cuando los nómadas viajaban de un lugar a otro en busca de alimentos, igual como sucede hoy en día. Los cambios culturales representan los cambios en la historia, como fue la cultura de la sociedad agraria que evolucionó hacia la cultura de la sociedad industrial.
Los migrantes no son una estadística fría; cualquiera que sea su condición y procedencia, ellos cargan con un enorme bagaje cultural que da origen a la transculturación y sobre todo, cargan con su dramática historia cuando migran por miedo, guerras, desplazamientos forzados, hambre o la esperanza de una vida mejor,
Estos procesos los podemos observar en Izapa, en Chiapas y Mesoamérica iniciados hace 1500 A.C., con la llegada de los mokayas, los olmecas; mil años después, los toltecas; los aztecas, los españoles, hace 600 años aproximadamente.
Esta región del Soconusco, fue pobló hace 127 años por japoneses, chinos, alemanes, ingleses, libaneses, franceses, españoles y centroamericanos de Guatemala, El Salvador y Honduras; en la actualidad, con las multitudinarias caravanas de migrantes, han llegado procedentes de África, Indonesia, Cuba, Haití, Venezuela, Ecuador y Colombia. Algunos, en calidad de transmigrantes en busca de llegar a la Unión Americana; refugiados; migrantes temporales o permanentes con la intención de radicar en estas tierras estableciendo negocios en distintos giros.
Su presencia, genera el rechazo de algunos; la indiferencia de otros y la empatía con los menos. La cuestión es que en esta Frontera Sur de México se ha creado una aldea de apariencia cosmopolita que podría convertirse, con esta riqueza étnica, en una importante ciudad cosmopolita si en vez del rechazo, se contase con políticas públicas de integración multiétnica. La globalización del mundo ha facilitado estos movimientos cuyo origen radica en la pobreza de las naciones, en las guerras que se enfrentan, en los pueblos despojados, o por cuestiones de salud pública.
El proceso de poblamiento de Tapachula es una historia de migraciones interminables. Cuando alguien se refiere despectivamente con cierta xenofobia a la gente de fuera, pareciera que la lengua le sangrara olvidando que la inmensa mayoría son producto del mestizaje.
Durante la Colonia, Fray Tomás Casillas y Fray Tomás San Juan llegaron a la villa de Soconusco, “de donde se domina toda la Provincia, fundada entre los pueblos que ahora se llamaron Azcuintla(Escuintla); Acacoyagua y Guaypetagua (Acapetahua), que entonces, además de ser muy poblada de indios, tenía casi doscientos vecinos españoles” escribe Remesal. Hasta 1553 el Soconusco dependía de la Audiencia de México, poco después pasó a formar parte de la Audiencia de los Confines de Guatemala. En 1563 esta Audiencia por Cédula Real de Felipe II se integró a Panamá y con ello el Soconusco volvió a pertenecer a México, pero en enero de 1569 pasó a pertenecer nuevamente a la Audiencia de Guatemala.
En 1700 la capital del Soconusco fue trasladada a Escuintla. Pero en 1794 sufrió los estragos de un huracán, que destrozó casas y plantaciones, por lo cual la población emigró a Mapastepec, Huehuetán y Tapachula. A ésta última se le nombró capital del Soconusco e inició así su crecimiento. En 1813 adquirió la categoría de Villa. y en 1818 se convirtió en cabecera parroquial. En 1842 se elevó al rango de Ciudad. A fines del período colonial la Provincia de Chiapas pasaba por una catastrófica situación económica, esto llevó a Mariano Robles Domínguez, (Diputado de la Provincia en 1813), a informar a las Cortes de Cádiz sobre la miseria de Chiapas por lo cual se le concedió el título de Ciudad de Santa María a Comitán, y fueron elevados a la categoría de villa: Tuxtla, Tapachula, Tonalá y Palenque; se abrieron los puertos de Tonalá y Tapachula, con libertad de derechos por diez años y sólo para el comercio entre Guatemala, Nueva España y Perú.
La mexicanidad en Tapachula es reciente, muy reciente, ni siquiera deviene del decreto del 23 de octubre de 1821 ya que, en tanto se preparaban las elecciones para determinar si Chiapas dependería de México o de Guatemala, el 24 de julio de 1824 el Ayuntamiento de Tapachula levantó un acta en la que expresaba “..que el Partido de Soconusco se separaba de Chiapas y determinaba formar parte del Supremo Gobierno de las Provincias Unidas de Centroamérica…”
La indefinición culminó con la intervención de los ejércitos de México y Guatemala quienes al final declararían la neutralidad del Soconusco. Así el Soconusco permaneció independiente tanto de México como de Guatemala por casi 18 años, lapso en el que se sumió un una crisis económica y se convirtió en refugio de delincuentes y contrabandistas de los países vecinos; así como de opositores al régimen dictatorial del general guatemalteco Carrera. El 18 de mayo de 1840, el alcalde de Tapachula solicitó la protección del gobierno de la Nación mexicana para salir del abandono en que se encontraba la región del Soconusco. En 1842, la Villa de Tapachula firma el acta levantada para su incorporación a México como parte integrante de Chiapas elevándose a la categoría de ciudad.
La historia moderna de las migraciones en Tapachula proviene de las inversiones impulsadas con la política de deslindes implementada por el gobierno de México que consistía en determinar los terrenos baldíos que existieran y venderlos a particulares. En el Soconusco la mayor parte de las tierras fueron vendidas a extranjeros: “La compañía Lous Huller deslindó en el Soconusco 287,950 hectáreas. Un 80% de las tierras las vendió esta compañía a extranjeros, en su mayoría alemanes, sin respetar la cláusula de nacionalidades” Incluso la Secretaría de Relaciones Exteriores en 1891 pidió facilidades para que los particulares alemanes compraran tierras baldías en el Soconusco, para establecer ahí, fincas de café.
“En 1897 se estableció la Soconusco Rubber Plantations, en 1903 lo hicieron Paul Furbach y el peruano Bruno García Mijares, quien después sería dueño de la primera empresa eléctrica de la región. Además de alemanes, llegaron franceses, suizos, españoles, ingleses, norteamericanos y mexicanos provenientes de otros estados como el zacatecano Carlos Gris, los Bejarano de Veracruz, los Acosta de Baja California, los Ortega de Guanajuato, los Murillo y Sánchez de Michoacán; Matías Romero de Oaxaca y algunos pequeños capitalistas de Comitán, San Cristóbal y Tuxtla. Sin embargo, fueron los alemanes quienes monopolizaron la comercialización, el transporte marítimo y la fijación del precio internacional del café”.
Losa archivos históricos señalan que con el fin de establecer plantaciones llegaron varias compañías extranjeras: Hidalgo Plantation Commercial Co.; Smith, Kabayashi; Rosing Brothers Co.; Wohler Rartring; Giessemann Co.; W. Struckien; Harrison; Baron Von Tricklein; Hevenson; Archie and Vallance y Gebhardt, entre otras. En 1927 el Consulado alemán reportaba que existían 94 fincas cafetaleras; el 34% propiedad de alemanes, el resto de europeos y norteamericanos.
La escasez de mano de obra era tanta, que se llegaron a importar negros jamaiquinos e indios kanakas de Polinesia y para el cultivo del café se recurrió a los jornaleros Tzotziles de los altos de Chiapas y otros procedentes de Guatemala.
La frontera entre México y Guatemala no solamente es sutil en sus márgenes geográficos sino en sus expresiones culturales, étnicas, religiosas por tantos valores tradicionales que compartimos. Los refugiados, son otra historia que no pertenece a la categoría de migrantes sino de protegidos al amparo de las leyes internacionales y el cobijo del gobierno mexicano a quienes corren peligro de vida en sus propios países.
Otra situación, muy distinta son aquellos quienes con intenciones delictivas se internan en el país para traficar con personas, drogas, armas, mercancías, automóviles o menores. Este tipo de migrantes nunca será bienvenido al país y sobre ellos debe ejercerse un estricto control para desalentar su presencia en Tapachula. Pero fuera de ellos, debe quedar claro, que el migrante no es per se, un delincuente, sino alguien que ejerce su legítimo derecho humano de trasladarse a un sitio diferente donde pueda cumplir con sus más altas aspiraciones de vida. Después de todo, esta nueva oleada marcará una nueva etapa en la historia de las migraciones al Soconusco de las cuales todos y cada uno de quienes vivimos aquí, debemos superar las actitudes xenófobas como una cuestión de amor.
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