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¡Qué tragedia! / La Feria

¡Qué tragedia! / La Feria
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Sr. López

Úrsulo era muy temido en Autlán, contaba la abuela Elena de un tío suyo, tipo bruto y brutal, aficionado a resolver todo a balazos, que llegó a alcalde y tenía al pueblo con el Jesús en la boca. Pero había abandonado a su esposa y a otras (no pocas), que tenían en común odiarlo y se pusieron de acuerdo para reírse en todos los actos públicos que presidiera, dijera lo que dijera, pero muy ruidosamente, consiguiendo por ese raro contagio de los humanos, que los demás acabaran a las carcajadas. Y por cosa tan inofensiva el temido Úrsulo, una noche, abandonóel pueblo para siempre. Historias de pueblo.

En respuesta a las risas moderadas, que antier se oyeron en una conferencia en la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard, al escuchar del ministro Ortiz Mena, los requisitos que establece la reforma al Poder Judicial, para ser candidato a ministro de la Suprema Corte, ayer la Presidenta dijo: “(…) nadie se burla de los mexicanos” (añadió “y de las mexicanas”, en apego al risible idioma políticamente correcto del feminismo chancla pata de gallo, hoy tan de moda). También agregó que a ella le toca, “(…) defender a mi pueblo y a mi país y a todos los mexicanos también”.¡La Marcha de Zacatecas!

No hay político ni jefe de Estado, sea un beatífico demócrata o un sanguinario dictador, que no tema a la risa, cuando atañe a él o sus actos. Contra la risa, el humor y la ironía, no hay defensa posible. Piense nomás qué podría hacer la Presidenta en sus matinés, conferencias de prensa a modo, si a cada una de sus galanas declaraciones, todos los presentes, soltaran risotadas y que si les reclamara, crecieran las carcajadas. Le aseguro, a los tres días seguidos de hilaridad colectiva, se cancelarían para siempre las matinés presidenciales. (Y ya ni le digo lo que publicaría la prensa extranjera).

Los griegos de los tiempos clásicos, no tenían palabra para lo humorístico y usaban un sustantivo confuso entre risa y burla, cercano a ‘ridículo’. No andaban descaminados y valoraban el humor, tanto que a la trilogía de todas las tragedias que presentaban en el teatro (su genial invención), agregaban una cuarta obra jocosa, cómica (las cuatro las presentaban de corridito, la función empezaba al amanecer y terminaba en el ocaso).

Pero quedemos claros: la risa no es de risa, el humor es cosa seria y no pocos pensadores y filósofos, le han dedicado tiempo y reflexiones.

Platón por ejemplo, en la ‘República’ previene sobre el peligro de la risa que puede llevar a la burla irreverente sobre los hombres admirables (no es cita). Aristóteles por su lado (y no es cita), decía que la tragedia era el espectáculo de las desgracias de personajes superiores al espectador y por ello, conmovía; en tanto que la comedia era de las desgracias de personajes inferiores al espectador y producía risa, por lo que ser motivo de risa es algo que temen mucho los poderosos, porque los rebaja a la condición de los comunes (que no, que no es cita, no lo repita al desgaire).

Thomas Hobbes, siglo XVII, propone ser prudentes en cosas de risa, de humorismo, para no burlarse de flaquezas y debilidades de los demás (tampoco es cita). En el mismo siglo, se atribuye al poeta Jean de Santeul, del que se decía que hablaba como un loco y pensaba como un sabio, el aforismo: ‘Castigat ridendo mores’ (Castiga su comportamiento riendo).

En casi toda la Edad Media, el humor fue zafio, escatológico, soez y muy grueso, baste recordar que en algunas fiestas religiosas, parte de la diversión era quemar gatos. Tiempos duros, gente dura.

Ya en el siglo XVIII, Manolito Kant defendía el humor porque posibilita la disposición de espíritu que permite juzgar las cosas de modo distinto, contrario al habitual, al general (que no, tampoco es cita). En el anónimo ‘Las vigilias de Bonaventura’ (siglo XIX), se cuenta que el diablo, muy enchilado por lo bien compuesto que estaba el mundo, secretamente se apropió de la alegría que disfrutaban los humanos, hasta que descubrió el rostro malévolo de la sátira (pariente cercana de la burla y la risa que provoca).

Si le interesa saber qué se dijo en el siglo XX, le recomiendo, si es usted un lector todo-terreno, ‘La era del vacío: ensayo sobre el individualismo contemporáneo’, del filósofo y sociólogo Gilles Lipovetsky (no responde chipote con sangre este menda, es bajo su riesgo). Y también se puede arriesgar con el rumano Emil Cioran, un apóstol del pesimismo después de sufrir las dos guerras mundiales, que sobre el humor en su obra ‘La Tentación de existir’ (1956), dice (sí es cita): “Sin la vigilancia de la ironía, qué fácil sería fácil fundar una religión. Bastaría dejar a los mirones agruparse en torno a nuestros trances locuaces (…)”. Sí, la ironía nos protege.

Por algo ese olvidado cómico mexicano, Palillo, era odiado y temido por los políticos y lo metían a la cárcel: hacía que la gente se riera de ellos. Ahora reflexione en el humor de gracejada y burdas majaderías que se ha impuesto en la televisión, sin contenido ninguno, sin crítica a nada, por eso es tolerado.

De regreso a la arenga de que nadie se burla de nosotros, la señora Presidenta lo que hizo fue ponerse el saco y quiso muy seria (enojada), salirse por peteneras, asumiendo el papel de defensora de nosotros. Señora: no se rio nadie de los mexicanos, no, se rieron esos académicos del esperpento de reforma judicial que parieron con fórceps sus legisladores cuatroteros. De eso se rieron y ella no, claro que no, porque se sintió objeto directo de esa risa que para ella fue burla y tal vez intuyendo el efecto corrosivo de la risa. Ya lo dijo Baudelaire: “El hombre muerde con la risa” (sí es cita).

Mejor debiera la Presienta, reflexionar en que lo respetable no es risible. Lo respetable es lo que no es despreciable. Que se sepa nadie se ha burlado del heroísmo de un soldado, ni de la abnegación de una madre; y también podría considerar que algo debe andar mal para que cuatroté y cuatrotadas, den risa, porque son de risa. ¡Qué tragedia!

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