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Timo / La Feria

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Sr. López

En tratándose de presidentes y políticos en general, de vez en cuando aparece alguno que pretende saber de todo y eso es peligroso… bueno, es peligroso si fallan los medios de control del poder, los contrapesos… y la ciudadanía.

Nuestro Presidente ha intentado varias reformas constitucionales y legales, que en general, no le han salido. O se las rechazó el Congreso porque los cambios a la Constitución necesitan ser aprobados por una mayoría de dos tercios de los legisladores y de la mayoría de los congresos estatales; o sus cambios legales que se aprueban con mayoría simple (la mitad más uno de los legisladores), cantidad de votos con que sí cuenta (al grito de ¡no le cambien ni una coma!), que se los han impugnado y la Suprema Corte se los ha tirado casi todos, por ilegales, claro.

No se sabe a qué obedece la actual fijación obsesiva del Presidente por imponer que los ministros de la Suprema Corte junto con los magistrados y jueces, sean elegidos por votación popular. Hay quienes afirman que quiere acabar con la Suprema actual y tener otra a sus órdenes (que tampoco cambie comas). Puede ser, la estulticia es infinita, pero para lo que le queda de periodo de gobierno (10 meses y un día), parece una simple necedad… o tal vez sea venganza o que quiera pasar a la historia como el Gran Reformador, el Demócrata Purísimo, el Alma de la Nación. ¡Qué miedo!

En mayo pasado, Morena presentó ante el pleno de la Comisión Permanente de la Cámara de Diputados, la iniciativa para modificar la Constitución a fin de que ministros, magistrados y jueces sean electos por voto popular, por cuatro años y posible reelección por otros cuatro. ¿Por qué cuatro?… le han de gustar los números pares al Presidente.

Con una excepción, en este planeta -Bolivia- no hay ningún país en que sus jueces sean elegidos mediante votación popular. No se necesita ser sabio para entenderlo, ¿o usted elige al médico que va a intervenir a su hijo por votación del vecindario?

Impartir justicia es un asunto serio que exige antes que todo, conocimiento del Derecho y después, imparcialidad.

Si se elige mediante voto popular a jueces, ministros y magistrados, supongamos que obligándolos antes de ser candidatos al cargo, a probar su profundo conocimiento de esa muy difícil disciplina que es el Derecho, al ser elegidos por voto popular, serán todo menos imparciales, porque van a necesitar de la estructura de movilización del voto de partidos o grupos políticos, financiación para sus campañas y asumir compromisos inconfesables con los que pusieron el dinero para sus campañas. O se les prohíbe hacer campañas y el electorado vota a ciegas. ¡Padre!

Piense nomás en cuánto está dispuesto a gastar el crimen organizado para financiar las campañas de esos candidatos que serán los que los juzguen a ellos; y los así elegidos serán todo, menos imparciales. Y si se prohíbe que los candidatos a jueces hagan campaña, los narcos se encargarán de decirle a la gente por quién votar. Pasa. Ya pasa en no pocas alcaldías.

Los menos avispados defensores de esta gran idea del Presidente, dicen que así se eligen los de la Suprema Corte de los EUA. No es cierto. Los eligen como acá, a propuesta del Presidente validada por su Poder Legislativo. En algunos condados sí eligen mediante comicios a algunos jueces pero cada vez menos y a ningún juez federal. En Suiza también los eligen en algunos cantones, pero son jueces del menor rango, no los de sus Cortes constitucionales ni los penales.

Es en Bolivia desde el 2009, donde Evo Morales, esa eminencia del Derecho, consiguió de su Congreso que aprobara la elección popular, no de todos los jueces, sino de los 56 cargos judiciales más importantes y estratégicos: los del Consejo de la Magistratura, el Tribunal Constitucional Plurinacional, el Tribunal Supremo de Justicia y el Tribunal Agroambiental. Están arrepentidísimos.

Probaron primero que su Asamblea Legislativa, eligiera a los candidatos a esos cargos, pero resultó que el partido político de don Morales impuso a los que les vino en gana; entonces le cambiaron y las escuelas de Derecho examinaron a los aspirantes a candidatos, tampoco les resultó, participaron tantas facultades de Derecho que fue imposible siquiera elaborar el cuestionario. La gran idea de don Morales derivó en pleitos entre asambleístas que al 23 de mayo de este año 2023, habían impedido siquiera sacar la convocatoria a elección de jueces. Y lejos de mejorar la impartición de justicia, los organismos internacionales señalan que en Bolivia se politizó y corrompió aún más. (Lo que realmente quería el grandísimo pillo del Evo Morales, era tener jueces a su gusto de él, en el Tribunal Constitucional, ya ve que cambiaba la Constitución cada vez que le apetecía reelegirse, hasta que lo echaron).

En el mundo son diversos los métodos de la elección de jueces, magistrados y ministros, pero en ninguna parte son elegidos mediante comicios (excepto Bolivia, repito), y en varios países, los candidatos que se proponen a su Poder Legislativo para que escoja a quién se da el nombramiento, los eligen los jueces en activo. Los propios jueces, ellos sí saben de qué se trata esa chamba (y hay hasta organismos judiciales dedicados a eso, entre otras funciones).

En México nunca han sido elegidos los jueces mediante voto popular. Ni en tiempo en que recién independizados, regía en nuestro país la Constitución de Cádiz; ni en el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, de 1814, el de Morelos; ni en la constituciones de 1824, 1857 y 1917 (la hoy vigente).

Sería cosa de que el Presidente López Obrador antes que inspirarse en Evo Morales (ese portento del Derecho), pensara por qué diantres ninguna de nuestras constituciones ha dicho semejante cosa. Por algo será, debería pensar.

Y si él no piensa, usted sí piense. Doña Sheinbaum ya se comprometió a impulsar esa reforma. Nada más por eso lleve a votar a toda su parentela, vecinos y conocidos. Todos conscientes de que se trata de impedir un timo.

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