+ Mis inicios como cronista deportivo…
+ “Diario La Nación”, lección y aprendizaje…
+ Chiapas, el cobijo de mi actividad periodística…
+ El ayer y el hoy en la línea ascendente…
Ruperto Portela Alvarado.
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.- Con el permiso de mi respetables lectores, hago la aclaración que esta “Egobiografía” la escribí desde el año 2019 y la he venido repitiendo desde entonces en 2020 (el jueves 26 de marzo) y en el 2021 y 2022. La he querido complementar con otros datos con motivo de mis 71 años cumplido el pasado 27 de marzo y la celebración de mis 50 años como periodista.
Por eso, insisto, me van a perdonar, pero otra vez voy a sacar todo el ego que traigo cargando y que no he sabido expulsar en muchos años de vida y quehacer periodístico. Voy a hacer valer el autoelogio de hablar de mí mismo, como un acto biográfico, en algunas partes de mi vida.
Para empezar, tengo que confirmar que soy un orgulloso alvaradeño, hijo de doña Gregoria Alvarado Valerio y don Celedonio Portela Sánchez. Nací en la casa número 33 –después 69 y ahora 453—de la calle Francisco I. Madero, en pleno corazón de la Ciudad y Puerto de Alvarado, la siempre Ilustre, Heroica y Generosa que arrullan las aguas del Río Blanco y el Papaloapan, el 27 de marzo de 1951.
No voy a negar que de siempre haya sido un vago, que la calle fuera mi manto y anduve por todos los barrios de Alvarado; desde la Madero hasta los Carriles; La Fuente y la Valente Cruz; la calle Doctor Luis E. Ruiz, la Playa y la Trocha. No puedo olvidar Paso Nacional donde conocí a mi esposa Lilia Hernández González, con quien voy a cumplir el próximo 29 de diciembre, 48 años de casados.
Fui muy cercano a mi padre Celedonio quien era zapatero de oficio y de quien aprendí el oficio; reparar calzado desde suelas corridas, media suela, tapitas y tacones. Coser a máquina (en una Singer propiedad de Higinio Terrazas, “Lapio”) las capelladas de las chinelas, fue para mí otro aprendizaje como también el ser colador y subir los andamios fajado con una lata de revoltura de cemento para colar lozas de casas. Con mi primo Rafael Noguerola Sánchez, supe lo que era el esfuerzo de un peón de albañil, que lo hice por muchos años y algunas veces con su hermano Miguel. De ahí saqué para mis estudios de periodismo más los 20 pesos semanales que me daba mi madre Gregoria Alvarado.
A los 11 o 12 años, vendía flanes congelados –que preparaba mí prima María Elena “Mary” Figueroa Alvarado— en el viejo mercado y después en el “nuevo” que fue construido por esos años de 1963-64. Recuerdo que llegaba con un cajón lleno de flanes que colocaba sobre una reja donde empacan tomates. Circunstancialmente siempre me ponía al lado de una rockola que hubo en los dos mercados y donde la gente que era muy fans de la Sonora Santanera en aquellos tiempos, con veinte centavos escuchaban insistentemente “Luces de Nueva York” y “Cabaretera”, mismas que me quedaron grabadas en mis recuerdos. No recuerdo bien si esa rockola era de don Carlos Cuellar, porque en los dos mercados estaba al lado de su restaurante llamado “Lupita”.
Anduve por la rivera ayudando a descargar camarón y pescados de los barcos y me pagaban con una bolsas de pacotilla o de cangrejos de mar; pero también la hice de maletero en las paradas de los “Autobuses de Oriente” (ADO), “Los Rojos de los Tuxtlas” y Autobuses Unidos AU, compitiendo contra “La Ronza” que ahora sé que se llamaba Manuel Herreras Vives; Gilberto “Beto” Yépez “ El Pata de Águila”como le decía Panchiriqui Alceda, y Pancho Crispín, un amigo del Barrio La Fuente. Por cierto, en ese tiempo, Pancho Alceda nos pagaba por descargar los camiones repletos de plátano macho, ya sea en su negocio del boulevard Juan Soto o frente a su casa de la calle Madero.
En cada diciembre, como es tradicional, en Alvarado se preparan los buñuelos –una especie de donas—que yo salía a vender por las calles de las que hacían doña Mela (Esmedita González Lara), doña Julia Quevedo Gutiérrez e Isabel González Lara “Chabelita”, quienes también se dedicaban a palmear y vender tortillas para los taqueros y otra que le llamamos “raspados” para cocinar unos antojitos similares a las tostadas, que surtía las loncherías y restaurantes de antojitos.
En diciembre también, en algunas ocasiones acompañé a José María “Chema” Ferrer Uscanga a vender juguetes –en abonos– para el día de los Santos Reyes cargando las cajas. En esos tiempos de juventud en algunas ocasiones fui a “calar” (pescar) con Chito Mayo o Lito Uscanga que eran los patrones de la pesquería de mi tío Ángel Portela.
Precisamente aprendí con mi tío Ángel Portela Sánchez –y los maestros de la matanza, Mario Ramón “El Mochilongo” y su hermano Prisciliano “El Pichi”– a manear, matar y destazar puercos, así como freír chicharrones, hacer bistecs; en tiempos libres servir como mesero en la cantina “El Gallo Rojo” y hasta de mandadero para ir a traer taxis para los parroquianos, pues en ese tiempo habían pocos y no pasaban por el barrio. Con mi primo José Antonio Rodríguez Cruz, fui cadenero, ayudante de topógrafo.
Pero ante todo, mi primera pasión fue correr, correr, correr y por eso perdí un año en la preparatoria. Fui subcampeón estatal en Veracruz en 500 y mil 500 metros planos dos años consecutivos: 1967 y 68. También corrí con la Antorcha Olímpica en tres simulacros, que en uno, como recuerda mi amigo Jesús Rivera Magaña –mi compañero de equipo— recorrí la distancia de mil metros en 3 minutos, 33 segundos 33/100. Quiero agregar que el mero día de la transportación de la “Antorcha Olímpica” no asistí por tener un examen extraordinario y en mi lugar fue Pablo Valerio, quien hasta donde sé, todavía guarda la antorcha como recuerdo.
Esta es una breve historia de mi biografía que algún día contaré completa con las anécdotas de mis amigos José Sotero Silva Herrera (+), Manuel Rascón Arano, Ricardo Padrón Almeida (+), Rodolfo Senerín “Fito El Naylon” (+), Rafael Figueroa Zamorano. Luego mí compadre Nacho Ramón “El Avión” y, por supuesto, mis hermanos Cecilio, Mario, Gabriel y David, con quienes más anduve en nuestras correrías. Daniel, el mayor de la dinastía, ha sido más calmado y discreto y por el contrario, con mi hermano Matías –Pepe, como le decimos desde antes que lo bautizaran— ha sido siempre mi compañero y cómplice en todo desde nuestra niñez, juventud y actualmente. Mis hermanas, Aída Luz y María Vicenta, por ser mujeres, la relación siempre ha sido más familiar que de participación callejera, aunque algunas veces Aída y yo, íbamos a vender aguacates por toda La Playa, hasta La Trocha.
MI SANTO Y YO COMO PERIODISTA…
He querido hacer esta relatoría biográfica porque este año 2022, (como lo publiqué el año pasado cuando celebré mis 70 y los dos anteriores) el 27 de marzo, “San Ruperto”, cumplí 71 de vida. Soy de principio del medio siglo pasado, 1951, cuando apenas salíamos de la segunda guerra mundial y la celeridad de los acontecimientos, nos llevó a una mayor velocidad de la vida, como la perfección de los inventos, los motores automotrices y la aviación.
Soy “San Ruperto” del calendario de Almazán. Si no lo creen, pregúntenle al maestro Víctor Manuel Cruz Roque, quien me apostaba que mí santoral no aparecía en el almanaque y que “San Ruperto” no existía. Se lo comprobé que sí, en uno de tamaño espectacular, de aquellos de Cementos Tolteca. Le gané y me celebró mi cumpleaños con una rumba de pronósticos reservados.
¿Quién es “SAN RUPERTO”?. Se los diré. SAN RUPERTO fue un Obispo, misionero (año 710).
RUPERTO significa (en alemán) “hombre de fama brillante”. Fue el gran misionero que evangelizó el sur de Alemania, la región de Baviera. Era Obispo de la ciudad de Worm. Acompañado de un buen número de misioneros llegó a Baviera en el año 697; se presentó ante el duque Teodo, que era pagano, y le pidió permiso para evangelizar en esa región. Como llevaba recomendaciones del rey Childeberto, el duque le concedió el permiso de predicar. Una hermana del duque era cristiana y logró convencerlo para que fuera a escuchar los sermones de SAN RUPERTO, tanto le agradaron, que al poco tiempo se hizo cristiano y junto con un gran número de los empleados de su palacio y de su gobierno se hizo bautizar. Esto facilitó mucho la obra evangelizadora de SAN RUPERTO y sus compañeros, porque ya en el gobierno no había oposición a la predicación.
Se fue a su tierra de origen, Irlanda, y se trajo doce nuevos misionero convenciendo a su hermana Santa Erentrudes a que fundara un convento de religiosas allí, y ella y sus monjas contribuyeron mucho a propagar la religión por toda esa región. Los compañeros de SAN RUPERTO eran tan fervorosos que tres de ellos han sido declarados santos por la Iglesia Católica.
MIS INICIOS COMO PERIODISTA…
Pero también quiero hacer énfasis, que en este mes de marzo de 2022, precisamente cuando se canta el playbol de la Liga Mexicana, (que no se hizo en 2020 y 2021 por la contingencia del Coronavirus) cumplo 50 años en la actividad periodística. Empecé como colaborador en el “Diario La Nación” –igual que muchos estudiantes de la Facultad de Periodismo de la U.V.— en la información deportiva de béisbol de la Liga Mexicana, desde el “Deportivo Veracruzano” donde jugaban “Los Rojos del Águila”, dirigido por el manager Enrique Izquierdo.
Recuerdo que en la receptoría estaba Al Pinston; en primera y también, en cualquier base como utility Rolando Camarero con su tradicional número 27 en la espalda y más tarde “El Borrego” Álvarez. Había un pitcher venezolano, Alberto Osorio y en el shorstop jugaba Francisco “Chico” Rodríguez y en la tercera base el ingeniero Roberto Ortiz. Desde ese parque, mandaba por teléfono mi nota a la redacción donde me la mecanografiaba una señora de quien no recuerdo su nombre. De colaborador del “Diario La Nación” pasé a “jefe del suplemento deportivo”, después a reportero y “jefe de la Sección Policiaca” y más tarde “Jefe de Redacción”. Cuatro años en esa actividad de aprendizaje y experiencia periodística que dirigía el ingeniero naval, don Fernando de la Millar.
Debo decir que fui “Jefe de Redacción” gracias al Maestro Campos o “Campitos” como le decían entre sus amigos, pues fue a él que le ofrecieron el cargo. A donde se encuentre “Maestro Campos” todo mi agradecimiento. Por cierto ahí encontré la amistad de “Don Mayito” el linotipista y el maestro de la fotografía que solo me acuerdo le conocían por su apellido “Becerril” como firmaba las imágenes que publicaba.
Debo decir que antes de ingresar a la Facultad de periodismo en la generación 1971-75, me fui con la inercia de mis amigos y me inscribí en la Facultad de Contaduría Pública en la capital veracruzana, Xalapa, donde cursé solo un año, ¡a duras penas!.
No sé por qué, pero sin saberlo, mi vocación era, es y sigue siendo, la de periodista. Estando en el segundo año de la carrera de Licenciado en Periodismo –que fue la última generación con esa denominación— en la Universidad Veracruzana, se sucedió el temblor (1972 o 73, no recuerdo bien) que devastó Ciudad Serdán, Puebla, y otras comunidades circunvecinas, a donde fuimos a cubrir la información.
Ahí tomé muchas fotografías y por una me gané el segundo lugar en el concurso interno de la Facultad. Era una fotografía de una procesión de 28 féretros de las víctimas del temblor, en un lugar llamado “El Voladero”. Conseguí otro segundo lugar con una fotografía de la calle Rockefeller inundada en Alvarado. Para eso, ya me juntaba mucho con el fotógrafo y después corresponsal del diario “El Dictamen”, mi amigo Rolando Hernández, más conocido como “Rolín´s”, con quien aprendí un poco la fotografía y me regaló una cámara japonesa descompuesta que yo mismo reparé y la usé hasta que “alguien la cambió de dueño”. Por cierto, de las fotografías que Rolando ya no vendía y que guardaba en el archivo, yo las reciclaba y muchas de ellas comercializaba para tener una ganancia.
Confieso que tuve un conflicto con el director del “Diario La Nación”, el ingeniero Fernando de la Millar, quien se firmaba como “Wenceslao Fernández” en su columna “Abriendo Brecha”. A causa de eso, regresé a Alvarado –ya casado y con mi esposa embarazada—para seguir mi rutina de peón de albañil con mi primo Rafael “Fallo” Noguerola Sánchez, a quien mucho le agradezco su ayuda y apoyo. Con Fallo también acompañaba a mi padre Celedonio Portela Sánchez a la actividad pesquera de Ricardo Tiburcio o por las tardes después del trabajo de albañilería, a la captura del camarón prieto en la “Laguna del Picacho” de la Colonia La Trocha, que por cierto, en un descuido y abandono se secó y ya no existe; pocos la recuerdan. Hoy ese lugar es una plancha de cemento y un apiladero de piedras que hacen el escollerado. Los daños de la modernidad.
Dos años después de salir del “Diario La Nación” y andar de peón de albañil, un día me llego el mensaje de que me presentara en la Facultad de Periodismo donde me propusieron me viniera al Instituto Tecnológico Regional número 27 de Tuxtla Gutiérrez a integrar la oficina de prensa y difusión. Con 18 horas docentes, acepté y llegué a esta capital chiapaneca el 7 de junio de 1976. Para eso, ya son 46 años de residir en Chiapas, particularmente en su capital, donde he hecho vida y amigos.
Desde entonces, además de haber integrado la oficina de prensa y difusión del TEC´ TUXTLA, me incorporé más tarde a la actividad académica con dos grupos que me cedió la maestra Esther Rodríguez Leos a quien agradezco sus enseñanzas docentes y su amistad. También por los años de 1978-79, colaboré en el diario “El Sol de Chiapas” con don Francisco “Pancho” Núñez López, “El Gitano” y luego en otros hasta que ingresé como reportero de deportes y la información general en el diario “Número Uno” bajo la dirección del buen amigo, licenciado Gerardo Vicente Pensamiento Maldonado y el excelso periodista, Jorge Díaz Navarro.
En 1983 colaboré en el diario “Chiapas Libre” con mi amigo Julio Barrera Gordillo, donde nació mi columna ÍNDICE… y para 1984, ingresé al “ES, Diario Popular” de don Gervasio Grajales, y la dirección de su hijo Alfonso Grajales Burguete “El Coleto”, con quienes colaboré por 16 años y se consolidó mi columna “ÍNDICE…”, aunque estuve escribiendo para otros diarios como “Vanguardia del Sureste”, “Expreso Chiapas”, del que fui subdirector y la revista “Diálogos”, del que inclusive fui director por casi diez números.
De la misma manera fui “corresponsal” del diario “La Prensa” de la Ciudad de México desde Tuxtla Gutiérrez, durante el gobierno del General Absalón Castellanos Domínguez (1982-88). Y digo que fui “corresponsal” (entre comillas) porque el acreditado como tal era el recordado amigo José “Pepe” Villanueva Cabrera, pero a quien le entregaban los cheques de la publicidad del gobierno era a mí y por supuesto, yo cobraba las sustanciosas comisiones.
En el diario “Número Uno”, donde –reitero– estuve bajo la dirección de Gerardo Vicente Pensamiento Maldonado y Jorge Díaz Navarro, logré llevarme por más de treinta días consecutivos “la de ocho columnas” con mis notas y entrevistas al Gobernador Juan Sabines Gutiérrez y el entonces delegado federal de Programación y Presupuesto Demetrio Mondragón Barajas, entre otros, como los acontecimientos de la erupción del volcán Chichonal. Yo tenía las fuentes informativas del Gobierno del Estado, la iglesia, los partidos de oposición, los burócratas, mercados y la de pesca –que abrí aquí porque esa información no se manejaba– precisamente cuando fungió como eterno Delegado Federal, don Bosuet Esquinca. Fue una buena época y ya solo historia, la del diario “Número Uno”, cuyo hermoso e histórico edificio terminó siendo una tienda de conveniencia, Oxxo.
El recorrido ha sido inmenso e intenso, pues he sido partícipe en la fundación de muchos medios de comunicación como “Televisión Rural de México, TRM”, el diario “Número Uno”, “Expreso Chiapas” (con Leticia Hernández Montoya) y en última fecha el diario “Contra Poder en Chiapas” que dirige el doctor José Adriano Anaya. Estuve al frente de la revista “Diálogos en el Sur” del buen amigo Marco Antonio Álvarez Ruiz por más de diez números. En ese tiempo, de 1993 a 1996, fui coordinador de Comunicación Social de la Delegación Estatal del ISSSTE-Chiapas y en 1998 Subcoordinador de Comunicación Social en el gobierno de Roberto Albores Guillén con Armando Rojas Arévalo, que era el coordinador y director.
No quiero pasar por alto que colaboré también en el diario “Vanguardia del Sureste” que dirigía el amigo Armando Chacón Ramírez Corzo y en el “Sol de Chiapas”, ya con más formalidad bajo la dirección de Gonzalo Núñez de León. Toda una historia que tenemos que recordar con buen agrado. Me quiero acordar que en Veracruz estuve reporteando para el diario “Noticias” que era de un empresario de nombre José Luis y donde también participaba mi estimado amigo y maestro Moisés Limón Peña (que fue reportero del diario “El Dictamen” y otro compañero, José Luis García, que me parece era originario de Cosamaloapan.
Pero fue en 1983, habiendo salido del diario “Número Uno” que me incorporó al proyecto de Julio Barrera Gordillo del diario “Chiapas Libre”, donde inauguro y empiezo a publicar mi columna ÍNDICE…, como lo dije antes y que en este año 2022 está cumpliendo 39 años de vida periodística. En fin, tengo mucho que celebrar y dar a conocer de mí y mis actividades profesionales como persona y periodista. ¡Ah!, no puedo excluir de mi currículum que soy colaborador y “Embajador Plenipotenciario” de la revista “El Quijote de Alvarado” desde Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, que dirige el buen amigo José Ángel Palacios Martínez con el acompañamiento de su esposa, María Luisa Chávez, a quienes agradezco siempre su atención y a la vez ser responsable de la publicación de mi libro: “Alvarado de Mis Recuerdos” que presenté en la Casa de Cultura de Alvarado, un viernes 04 de octubre de 2019.
Este último domingo 27 de marzo de 2022, cumplí 71 años de vida; 46 de vivir en Tuxtla Gutiérrez; 50 años como periodista y 39 mi columna ÍNDICE… desde su primera publicación. Se me olvidaba decir que publiqué dos semanarios: “Otro Más” durante la administración del general Absalón Castellanos Domínguez, que tuvo doce ediciones, en tanto que en el gobierno interino de Julio César Ruiz Ferro, edité el periódico “ÍNDICE…” con diez publicaciones.
Agradezco de antemano todas las felicitaciones recibidas con anticipación y las que pudieran venir a partir de la presente “egopublicación”, que será parte de mi ego-auto-biografía, después de celebrar mi cumpleaños número 71.
Posdata: este artículo egobiográfico fue publicado el año 2019 y solo se cambiaron los tiempos, fechas y algunas situaciones en el 2020, 2021 y ahora en este 2022. Agradezco su comprensión por este acto de autoelogio calificado de vituperio. Pero, si no lo digo yo, no creo que alguien lo quisiera decir…
Vaya un saludo desde la Ciudad del Caos, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, tierra del pozol, el nucú, la papausa y la chincuya…
Para contactarme: rupertoportela@gmail.com
Celular: 961 18 8 99 45.