RODULFO REYES
A lo largo de su gestión, el presidente Andrés Manuel López Obrador no había recibido un golpe tan devastador como la noticia de que su hijo mayor, José Ramón, habitó en Houston una mansión con alberca de 23 metros y cine privado. Ni los videos de su hermano Pío embuchándose fajos de billetes para la campaña presidencial de 2018 resultaron tan turbulentos como la denuncia que involucra a su primogénito.
En 2004, el diputado panista Federico Döring filtró en un programa matutino de Televisa una filmación en la que René Bejarano, a la sazón secretario particular de López Obrador, recibía mazos de dólares de parte del empresario argentino Carlos Ahumada.
Muchos analistas consideran que en 2006 el tabasqueño no logró ganar las elecciones presidenciales como producto de la campaña que le generó el escándalo de Bejarano.
Quizá el tema de su hijo no tenga ese alcance, aunque hay que esperar el desenlace, pues ha trascendido una segunda parte con el organigrama completo de la injerencia de sus vástagos en la administración pública.
¿Se logró horadar el blindaje de teflón que ha mantenido a salvo de andanadas mediáticas al jefe del Ejecutivo federal?
En su momento, el de Macuspana justificó a su consanguíneo con su verbo poderoso, que convence masas, con la excusa de que el dinero que recibió Pío eran aportaciones de militantes de Morena para el partido.
Si bien la divulgación de esos videos –de la cuales se supone que “aún hay más”– representó un duro golpe contra López Obrador, este episodio no se compara con el escándalo en que se encuentra involucrado su descendiente de 40 años, casado con una modelo brasileña que, además, trabaja como publirrelacionista en el truculento negocio del petróleo.
La difusión de la noticia que implica a José Ramón López Beltrán, que se presentó el jueves 27 de enero, tardó cuatro días en ser contestada por el presidente, quien, en síntesis, escudó a su hijo al asegurar que “al parecer” su esposa es la que tiene dinero, y con el argumento de que sus descendientes no tienen influencia en su gobierno.
El mandatario no contestó sobre el hecho de que la mansión que habitó por un año José Ramiro le pertenece al ejecutivo de una empresa relacionada con su nuera y que ha recibido contratos por al menos 150 millones de dólares por parte de Petróleos Mexicanos (Pemex).
El tema del conflicto de interés tendrá que investigarse a fondo, si bien con el escándalo de la Casa Blanca en el gobierno de Enrique Peña Nieto pudo demostrarse que la ley nunca alcanza a los parientes del mandatario en turno.
Más allá de los alcances políticos del episodio que ya se conoce como la Casa morena, el fondo es que la difusión de esta notica –cierta o falsa– logró impactar como ninguna otra en el presidente.
Aún no hay manera de medir si va a menguar la imagen presidencial, pero es posible adelantar que la narrativa de austeridad y combate a la corrupción que mantiene López
Obrador, ha sido abollada con la difusión de imágenes que muestran la opulencia con que viven los ricos, el estamento que siempre ha sido atacado por el de Tepetitán.
Y es que, hasta el momento, el mandatario no ha logrado articular una defensa ante el vergonzoso episodio, pues nadie le creyó que la “rica” sea su nuera y que sus hijos no tienen influencia en su gobierno.
Además, el propio periodista Carlos Loret de Mola ha empezado a mencionar los nombres de los funcionarios jóvenes de la llamada ‘Cuarta transformación’ presuntamente recomendados por los López Beltrán.