Esdras Camacho
Cuando tenía quince años, un día llegó mi papá con una frase que le parecía liviana pero profunda. Quizá la haya escuchado en alguna plática o la habrá leído en las revistas Contenido, Selecciones, Siempre o Impacto, las cuales eran sus preferidas. Me dijo: “Hijo, recuerda, si tu problema tiene solución, ¿para qué te preocupas? Y si no la tiene, ¿por qué te preocupas?”. Así, con esa sencillez, me transmitió esa actitud que aplico casi siempre en todo. La frase se le atribuye a Confucio, un pensador de la antigua China. Pero sea de quién sea, es un tesoro.
En otra ocasión, de la nada, me compartió: “El que temprano se moja, temprano se seca”. Creo que se refería a aprovechar el tiempo, saber entender cuándo hay oportunidades y tomarlas, actuar con base en una planificación o anticipación. Mi mamá, que tenía una férrea obsesión por educarnos como niños de buenas familias, nos decía que no anduviéramos jugando a borrachos o a policías y ladrones. También alzaba la voz con el dedo flamígero en alto mientras decía: “El que mancha pared y mesa demuestra su bajeza”.
Después de haber vivido un tiempo lejos de casa, me reencontré con mi abuelo paterno, quien me preguntó por mi trabajo. Le hablé de que tenía un empleo como docente en una escuela, pero que también estaba obteniendo ingresos extras como “freelancer” en algunas empresas privadas y/o gubernamentales. Me miró con bondad y pronunció: “Qué bueno, hijo, que sepas ganarte la vida en dos o más partes, porque como dice el adagio, ‘nunca está de más un pan con su pedazo’”.
Las frases que nos regalan las personas que admiramos se van quedando como verdades profundas. A veces se derrumban y otras se sostienen eternamente. Siempre he querido beber de aquellos que saben. Una que no me parece del todo cierta es esa que dice: “No hay mal que por bien no venga”. ¿Quién halla consuelo en eso? Quizá sí. No podemos cerrarnos ante la maravilla de las sentencias y dichos populares, porque si funcionó para alguien, entonces es una verdad aceptada. Todos estamos viviendo en un eterno laboratorio de experiencias, en base a errores, aciertos y coincidencias.
Por considerarlas obvias, a veces las desechamos. Pero no debemos olvidar aquel que dice: “El que no oye consejos, no llega a viejo”. Claro, en algún momento, nadie quiere ser viejo. Pero ya a cierta edad, nos parece no tan malo tener muchos años y ofrecer perlas de sabiduría a los seres queridos.
Hace pocas horas, me reincorporé a mi trabajo como docente en el nivel medio. Entre las cosas que mencioné en la clase de apertura a estudiantes de nuevo ingreso, les dije que no abandonen la escuela, que aprendan como si el mundo fuera a durar para siempre. Aunque no sepan bien por qué razón deben estudiar, no deben dejar de asistir a la escuela. A mí también me pasó en la adolescencia: no sabía qué depararía el futuro, y llegó. Ahora lo afronto con serenidad, porque aprendí que tarde o temprano las cosas más ilógicas se vuelven lógicas, y prestar atención a los mayores es una de las mejores cosas que podemos hacer.
¿Y tú, qué frases compartes?
26/09/2025