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Viaje virtual por Suchiate / Al Sur

Viaje virtual por Suchiate / Al Sur
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Guillermo Ochoa-Montalvo

Querida Ana Karen, empleando el Zoom con el apoyo de mi amiga Valentina, pudimos realizar un recorrido y algunas entrevistas por la porosa Frontera Sur de México. Uno nuca sabe bien por dónde empezar, porque en esta línea de la frontera todo es noticia y sorpresa, así que uno atraviesa la caseta de migración para abordar una bicitaxi para llegar a la mitad del puente sobre el río Suchiate donde se extiende la línea que divide a México con Guatemala; ambas naciones comparten una misma identidad, una historia común y problemas similares.

Valentina radica en los Estados Unidos donde colabora para algunas agencias de noticias, por ese motivo, me solicitó ayuda por mi conocimiento de esa región durante casi 30 años de vivir en Tapachula. Así terminamos creando un grupo de apoyo con sus camarógrafos y asistente.

Allí observamos el paso de las famosas balsas o “llanteros” que contrabandean todo tipo de mercancía ante la mirada complaciente de las policías de ambas fronteras. Otro equipo de televisión graba, desde esa altura; de seguro, se trata del programa mil quinientos millones intitulado “variaciones sobre el mismo tema”; que se interesan por los mojados del sur; por los polleros y el contrabando hormiga, por el creciente contagio del SIDA; la prostitución infantil y últimamente, por las enormes caravanas de migrantes. Los reporteros buscan impacientes la nota mientras los camarógrafos capturan las imágenes más desgarradoras de la historia. El resto de los transeúntes continúan su paseo, miran de reojo hacia las cámaras y siguen caminando indiferentes como quien está acostumbrado a este tipo de reportajes cotidianos. Una señora joven se acerca.

—He dormido unas horas en aquella pensión y todavía no me han asaltado. ¡No sabe lo difícil que es esto de vivir sin vivir aquí, -le comenta al reportero mientras carga a su pequeña bebé envuelta como tamal a pesar del insoportable calor dominado por un sol en el cenit justo a las doce del mediodía. La mujer cuenta con lujo de detalle su vía cruxis de Honduras a México en busca de llegar a los Estados Unidos. Lo hace tratando de complacer al reportero respondiendo lo que ella intuye que éste desea escuchar. Lo hace, con la esperanza que la televisión le facilite el viaje hasta la frontera norte porque ha visto en otros programas cómo se ayuda a la gente necesitada. Su mirada en el joven reportero se ilumina con la ilusión que nace de esa certeza de haber encontrado al ángel que le guiará en su camino. Pero no sucede así. El reportero le agradece las palabras y se retira para continuar su labor. La mujer no comprende qué hizo mal y entre sollozos de frustración se retira con su bebé que llora de hambre, calor y desesperación.

Una nueva ilusión rota. Los bolsillos vacíos de la mujer se reflejan en su rostro amargo, en la mirada que pregunta cómo conseguir el alimento de su hijo, en esa sensación de impotencia frente a la vida, al destino que le ha  tocado jugar. La gente pasa frente a ella ajena e indiferente a su tragedia porque el dolor más soportable siempre será el ajeno. La mujer camina hacia la pensión donde la han alojado por misericordia a su hijo; ahí duerme en un petate sobre el piso caliente, donde desteje poco a poco ese sueño de aventura que se empieza a convertir quizá, en la peor pesadilla de su vida.

Un niño se acerca le acerca a Valentina para a ofrecerle el cambio de moneda, otros la siguen y cada uno, ofrece mejores ventajas que el otro. Mi moneda no es falsa, grita un chiquitín. Pero ninguno de ellos porta dinero. Son el puente con los hombres que aguardan cerca de la caseta quienes ejercen como casa de cambio ambulantes. Byron se ofrece a guiarlos por Tecún Uman y Valentina, lo acepta con agrado por su chispa e ingenio infantil.

Byron narra la historia del personaje que da origen a Tecún Umán. Entre el precolombino y la colonia aparece la figura resplandeciente de un personaje vigoroso y atrevido que por su extraordinaria hazaña se le nombró con una frase alegórica compuesta de tres palabras: KUM, significa “batido”, es participio pasado de K Tuk, quiere decir “batir”.  Alude a una tradición del Pop Wuj en que se refiere que el Divino Creador al fin hizo una generación humana magnífica hecha de maíz. U, es adjetivo posesivo de segunda persona, significa “su de él” o “su de ella” y MAM, significa abuelo, ancestro, antepasado. Reuniendo las tres palabras TKUM U MAM indica: “El de los abuelos batidos” (de maíz).  Es para expresar que era un hombre fuerte, extraordinario e inteligente.  No se sabe su nombre propio.

La historia va así: Los quichés no hicieron la guerra con los españoles, porque fueron avisados por el Monarca de México, Moctezuma VIII; además, los adivinos no veían con buenos ojos a los hombres blancos porque estos los exterminarían. Kikab gobernante de los quichés, tenia una gran pena, pensando qué hacer, poco tiempo después murió, quedando su hijo en el poder, cuyo nombre se desconoce en la historia.  Se hizo cargo del mando y dirigió los preparativos de la defensa. El encuentro entre ki-ches y españoles fue en un lugar llamado P Chaj de Quetzaltenango (hoy Llanos del Pinal). Era una muchedumbre la defensa, para impartir órdenes y hacerse oír, el Príncipe, dispuso se hincara un palo enhiesto muy alto en el suelo revestido de una escalera de cuerdas o lazos; en la punta estaba adaptado un trapecio giratorio al que se amarró y enrollo un largo lazo.

El Príncipe se disfrazó de su nawal Tzkin (pájaro) con vistosas plumas verde de quetzal.  Todo estaba listo.  Se trepó por la escalera del lazo y al llegar a la cima se amarró el extremo suelto del lazo a la cintura. Cuando llegó el momento oportuno se lanzó al aire, con el peso de su cuerpo empezó a girar el trapecio describiendo círculos cada vez más anchos a medida que se desarrollaba el lazo en el trapecio. Gritaba y dirigía la acción blandiendo en la mano una hacha de obsidiana procurando atacar a Pedro de Alvarado quien estaba montado en un caballo; en su  intentó sólo mató al caballo, el que se repuso inmediatamente por otro caballo.  Sorprendido Alvarado le asestó una lanzada en pleno vuelo, ya herido lo bajaron, tendido en el suelo lo atacaron los perros de los españoles.  Alvarado se volvió a los jinetes que lo acompañaban y les dijo: “No vi en lo de Méjico más extraño QUETZAL”; asombrado por el espectáculo creyó que en verdad era un gran quetzal. El moribundo príncipe se lo llevaron a Pacaja donde expiró por la herida mortal. Por el vuelo trágico fue que se le admiró y se distinguió la frase alegórica “TKUM U MAM”. También de este acontecimiento se formó el topónimo “Quetzaltenango” que significa “Lugar del Quetzal” aludiendo al nawal de TKUM U MAM.

Valentina coloca un plató adicional para Byron quien a sus 12 años se dedica a narrar historias y leyendas para ganarse la vida. Es un ilustrado niño de la calle y me pregunto si no sería conveniente habilitar a nuestros niños de la calle como guías de turista como los que abundan en Guanajuato ganándose la vida con dignidad. Byron no deja de hablar mientras apura su comida. Su conversación es ágil. Lo que sabe lo aprendió en la iglesia evangélica; ahí un hombre les enseña su historia para no ser engañados por otros, nos dice con orgullo. 

Luego nos hablará del Cristo Negro y de cómo los tapachultecos se lo robaron hace casi cien años y lo tuvieron que devolver a la iglesia de Tecún Umán tras un prolongado pleito diplomático. Byron saborea cada pedazo de carne con verdadero placer, con el mismo gusto que nosotros le escuchamos cada frase, cada cuento, cada leyenda que adereza con sus propias palabras. Byron es uno de esos niños que no buscan en vano sueños ni ilusiones quiméricas, encuentra en su realidad la mejor forma de conseguir sus propios recursos y ha invertido en lecturas que, al memorizarlas,  logra capturar el interés y la emoción de los turistas que como nosotros, disfrutamos más de la forma en que narra cada historia que del texto mismo. Byron de ninguna manera es un niño anodino, todo lo contrario. Es un personaje que ha comprendido que la pobreza no es un obstáculo para vivir con dignidad, sino una cuestión de amor.

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