Sr. López
Tío Alfredo (de Toluca, rama materna del berenjenal genealógico de este menda), estuvo en cama varios años y aparte de santurrón y mojigato, fue un mal enfermo, latoso, berrinchudo, quejoso, malhora y mandón, porque toda su vida fue así y en su casa, tía María Luisa, sus tres hijas y dos hijos -ya adultos todos-, vivían para obedecerlo, sumisos, sometidos por la tartajosa y seca voz de mando del patriarca de mal aliento que era el infame tío.
Como la misericordia de Dios es infinita, por fin se puso muy mal el déspota vejete. El médico se dio por vencido y dijo que “estaba en días”; el cura lo confesó, le dio los santos óleos y dijo que no quería volver a verlo sino dentro del ataúd (lo hacían ir una vez por semana, hasta el copete estaba); y el Notario se negó a ir a tomar su testamento diciendo que para legar sus pantuflas y la bacinica no valía la pena tal formalidad.
La siempre paciente y beatífica tía María Luisa, se dispuso a esperar la conclusión del trámite de entrega-recepción de tenis de su fastidioso marido que una noche ordenó que fueran a su recámara todos sus hijos y con su mirada maléfica y apenas un hilo de voz, empezó a dictar sus últimas disposiciones a todos; a hijas e hijos los tupió de admoniciones y órdenes, y a la tía le pidió jurara solemnemente delante de su prole, que jamás entraría varón a su casa y que cuando todos sus hijos estuvieran casados, se iría de monja… y en la familia quedó inolvidable la respuesta de la santa tía: -Alfredo… tú, muérete nomás –y tan tan.
El viernes pasado, el Presidente de NUESTRO país, dijo en su gustado programa matutino de variedades, que no quiere que soldados y marinos regresen a sus cuarteles después del año 2024. Tan fresco.
Debe usted tener presente que mediante una reforma constitucional de marzo de 2019, fue creada la Guardia Nacional integrada por elementos de la Policía Militar, Policía Naval y la extinta Policía Federal. Tal reforma incluye un artículo transitorio (el quinto), en el que se ordena que en tanto la Guardia Nacional se conforma, desarrolla, capacita y se implanta en el territorio nacional, “(…) el Presidente de la República podrá disponer de la Fuerza Armada permanente en tareas de seguridad pública de manera extraordinaria, regulada, fiscalizada, subordinada y complementaria”.
Vamos a repasar: de manera extraordinaria, para que toda intervención esté justificada y sea excepcional, temporal y restringida a lo estrictamente necesario en las circunstancias del caso; regulada, mediante mecanismos legales y protocolos sobre el uso de la fuerza; fiscalizada, por órganos civiles competentes, independientes y técnicamente capaces; y subordinada y complementaria, a las labores de las corporaciones civiles. Estas disposiciones del quinto transitorio se sujetan a lo dispuesto en la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, emitida el 28 de noviembre de 2018 (caso Alvarado Espinoza y otros vs México), de observancia obligatoria en México, por supuesto.
Luego, en el acuerdo dictado en mayo de 2020 se estableció que el Ejército y la Armada realizarían tareas de seguridad del 12 de mayo de 2020 hasta el 27 de marzo de 2024: es asunto muy serio y de grave materia, no puede ser un cheque en blanco.
Pero el Presidente de NUESTRO país dijo el viernes que va a buscar la manera para que las fuerzas armadas sigan en tareas de seguridad pública más allá de su sexenio porque, dijo, “(…) no quiero que suceda mañana lo que pasó con la PFP, que se corrompió”. Cosas más raras preocupan al Ejecutivo:
La PFP, Policía Federal Preventiva, existió del 4 de enero de 1999 al 30 de mayo de 2009, desapareció hace más de 13 años. Qué cosas tan lejanas lo preocupan señor.
Presidente… váyase nomas.
No lo elegimos como papá de la nación; tampoco como redentor de nuestras pecadoras almas; menos para transformar a México, que transformar es cambiar algo en otra cosa, y el “algo” en su caso, es México y eso no decía la boleta que más 30 millones tacharon a su favor, no, solo decía que era usted candidato a Presidente. No se pase.
Se le recuerda señor Presidente, que fue elegido como mandatario, el que recibe el mandato, la orden de la ciudadanía para representarla en el cumplimiento de la Constitución y las leyes, por eso al asumir el cargo, lo único que usted juró fue “cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanen”. No se trata de qué quiera o no quiera, se trataba de que cumpliera la ley. De veras, no es grosería señor López Obrador, no nos quiera manejar el país después que termine su periodo, en serio, es mejor, nomás váyase.
Sabido es que casi todos nuestros presidentes se acercan a un estado mental parecido a la locura, por ahí de su quinto año de gobierno, porque a fuerza de vivir enredados en serpentinas tricolores, constantes golpes de confeti en la cara, aplausos y vivas hasta cuando liberan alguna flatulencia, acaban creyéndose dioses, deidades infalibles, mejor aún, titanes que gobernaban antes de que Zeus se presentara en el Olimpo.
Sí, nuestros presidentes, no todos, pero sí muchos, más bien, casi todos, de repente empiezan a actuar raro, a creerse simpáticos, a pensar que cantan bien, a sentir que nunca se equivocan; a decir cosas que a cualquiera le darían fama de tonto (con el término que rima con azulejo), y a ellos les parecen revelaciones del Altísimo. Y todo se esfuma en cuanto hay Presidente electo. Duele.
Esta ocurrencia de poner la policía en manos de las fuerzas armadas y lograr que así siga cuando él ya no sea sino un ciudadano más, deja claro que este Presidente, como tantos otros, ya se creyó que es el mago de la política cuando es prestidigitador. Pero ya cree que puede trascender su periodo, que puede mangonear a la nación después, desde la… su finca.
Ya le dijeron desde la ONU, que no, a esa mala puntada; y entre las filas de los legisladores de su partido, se oyen voces de desacuerdo.
Presidente, no se destruya a sí mismo. Cuando termine su mandato, váyase, nomás váyase.