Juan Carlos Cal y Mayor
Ahora resulta que la gran apuesta para “salvar” al Tren Maya es lanzar una botarga: “Temayin”. Un peluche oficial para maquillar el fracaso de un proyecto que ha costado más de 500 mil millones de pesos —dinero con el que se habrían podido construir hospitales de alta especialidad en cada capital y las principales ciudades del país— y que, lejos de detonar desarrollo, se ha convertido en un barril sin fondo. Porque no solo viaja semivacío, sino que su operación sigue drenando recursos públicos. Ante la ausencia del Consejo de Promoción Turística, que este gobierno desmanteló, ahora pretenden activar al servicio exterior… ¡con una botarga! Y no se sorprenda si al genio detrás de la ocurrencia también le terminan pagando las perlas de la Virgen.
FRACASO PREVISIBLE
Desde el principio, el Tren Maya fue presentado como la joya de la corona del actual sexenio: un emblema de desarrollo, un motor turístico, un “proyecto social” que prometía prosperidad a los pueblos del sureste. Hoy, para el gobierno que lo impulsó a golpe de capricho y decreto, el saldo es desolador: opacidad, sobrecostos, destrucción ambiental y una ausencia casi absoluta de beneficios reales para la población.
EL TREN DE LA OPACIDAD
El costo inicial anunciado era de 120 mil millones de pesos. Hoy, la cifra oficial ya supera los 500 mil millones, y los cálculos no oficiales lo colocan fácilmente arriba de 600 mil millones. La opacidad ha sido la constante: contratos reservados por “seguridad nacional”, licitaciones a modo, empresas favoritas, y una maraña de asignaciones directas que ni la ASF ni la prensa han logrado desenredar del todo. Un barril sin fondo financiado por los impuestos de todos.
LA HUELLA ECOLÓGICA
El daño ambiental ha sido brutal y —lo peor— irreversible. Selvas taladas, cenotes y cavernas dinamitadas, fauna desplazada, y mantos acuíferos vulnerados sin estudios serios de impacto ambiental. Todo a cambio de un tren que, hasta ahora, opera a medias, con frecuencias raquíticas, y con tramos que ni siquiera tienen usuarios. ¿El desarrollo sustentable? Otro eslogan vacío.
¿Y LOS BENEFICIOS SOCIALES?
Las comunidades mayas, las mismas que se usaron como escudo propagandístico, no han visto mejoras reales. Ni empleo digno, ni servicios, ni acceso preferente al “tren de la justicia social”. En cambio, sí han padecido despojos, afectaciones a sus tierras y una mayor militarización del territorio. Prometieron un proyecto social… y entregaron un monumento a la simulación.
EL PAÍS SIN MEDICINAS… Y CON UN TREN VACÍO
Mientras miles de millones se drenaban para el capricho ferroviario, el sector salud se desangraba. El desabasto de medicamentos —especialmente oncológicos—, la crisis hospitalaria y el colapso del sistema público fueron la moneda corriente. ¿Prioridades? Las de un gobierno que prefirió construir un tren de cartón a curar a sus enfermos.
El Tren Maya pasará a la historia como uno de los mayores despropósitos de la administración: un monumento a la terquedad, a la corrupción disfrazada de obra pública y a la indiferencia ante las verdaderas necesidades de la gente.
Un tren sin futuro… en un país sin medicinas.