Sr. López
Conversaban tía Marita, mamá de Licha (primita de 16años muy bien llevados), y tía Jose (así, ‘Jóse’), la mamá de Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, cuando de repente tía Marita comentó que Pepe estaba en su casa… y tía Jose de inmediato preguntó: -¿Y Licha? –“ahí está” dijo con candidez: -Vamos, rápido, ¡rápido!… ¿qué no conoces a Pepe? –“sí, pero no tarda en llegar mi marido”… y tía Jose, alarmadísima exclamó: -¡No seas bruta!… ¡con Pepe,cinco minutos es mucho riesgo! –y… no le cuento másporque luego anda diciendo todo. ¡Ay, Licha!
En política todo puede pasar de un día para otro y a veces en un mismo día, asuntos que parecían resueltos, dan la machincuepa.
Las elecciones presidenciales y las de diputados federales y senadores (sin contar los cargos que se juegan en los estados), serán celebradas el domingo 2 de junio de 2024, dentro de un año y seis meses (por si es usted “el preciso”: un año y 198 días contando hoy); y el registro oficial de candidatos será entre el 15 y el 22 de febrero de 2024.
Para el actual gobierno eso es ya muy pronto; empiezan a sentir que se les fue en un suspiro susexenio trepados en el poder. En cambio, para los que aspiran a sustituir la presente administración, es una eternidad. Y sí que lo es. Son tan procelosas las aguas de la política que nada está descartado, hasta que es pasado.
Aparte, el Presidente ya sabe que no es un hecho irreversible el triunfo de quien sea que ponga de candidato a sucederlo en La Silla, es posible, sí, muy posible, pero no seguro, de ninguna manera y peor aún: sabe que no será nada difícil que su partido pierda curules en el Congreso federal.
Quede quien quede en la presidencia de la república, si los partidos opositores ganan la mayoría calificada necesaria para hacer reformas constitucionales, el actual Ejecutivo ya teme una catarata de iniciativas que manden al cuarto de los trebejos su intentona de marcar a su gusto el futuro nacional. Y le va a costar sangre regresar a la condición de ciudadano, sin cobertura de medios los siete días de la semana, sin poder apretar las gónadas de quien quiera. Si a cualquier Presidente le cuesta mucho volver al mundo de los simples mortales, para él va a ser un viacrucis (este menda por lo que a usted no le importa, lo supo de boca propia de dos expresidentes que hablando casi para ellos, aceptaron que tardaron años antes de aterrizar en el nivel banqueta de todos nosotros los del peladaje simplex).
Los errores que explican el lóbrego futuro electoral de este gobierno federal, son varios, empezando por haber creído el Presidente, que tenía endosada en blanco la credencial de elector de cada uno de los 30 millones 113 mil 483 que votaron por él en 2018, sin prestar atención ni tener ninguna consideración con los 59 millones 218 mil 548 que NO votaron por él. Desde el inicio se comportó como dueño de vidas y haciendas, embriagado por su contundente triunfo por más del doble de boletas, sobre Ricardo Anaya. Los que lo eligieron no le entregaron el alma y los que no, debieron ser seducidos por un buen gobierno de actitud abierta y de respeto a los demás, no era mucho pedir.
Pero al contrario -segundo error-, el Presidente se dedicó a coleccionar enemistades y hasta enemigos, descalificando y denostando a diestra y siniestra: empezó con los mandos medios y superiores de la estructura federal, se siguió con intelectuales y científicos, entidades acreditadas y merecedoras del respeto general como la UNAM y el Conacyt; y a la clase media dedicó un florilegio de insultos.
Encima de todo, no ha mostrado ninguna capacidad para interpretar a la gente común, como prueba su mala burla de los que marcharon el domingo pasado, que sean cuantos sean, fueron muchedumbres, pareciéndose en eso a Díaz Ordaz, impermeable a las marchas estudiantiles del 68. Mal asunto.
Y ahora ha perdido el Senado y eso es determinante para su Plan B de reformas a leyes electorales secundarias. Por más que se las apruebe su mayoría simple en la Cámara de Diputados, deberán pasar al Senado como Cámara revisora y no van a aprobarlas por obra y gracia de Ricardo Monreal al que no era necesario desdeñar y ofender, consiguiendo a fuerza de injurias y agravios, que se aglutinara en torno a él la mayoría de los senadores de la república, que no están dispuestos a ser tratados como los muchachos de los mandados. No hacía falta y ahora echarán en falta a Monreal y los senadores.
El político verdaderamente profesional sabe que una vez llegado a una posición de poder, no debe granjearse enemigos, no solo porque no hay enemigo pequeño, sino porque el ultraje aglutina a los más dispares. En política son raras las facturas que se quedan sin cobrar. Ya es tarde.
Encima, haciendo gala de autismo social, el Presidente ha tachado de hipócrita a la jerarquíacatólica (30 de junio de este año), y apenas este 1 de noviembre, la llamó “iglesia de élites”, conservadores yoligarcas, pregonando, eso sí, su admiración por el papa Francisco, sin saber que un Papa, antes que con cualquier Jefe de Estado, está del lado de su grey, sus obispos y sacerdotes.
Alguien debiera auxiliar al Presidente y explicarle con calmita que no ha nacido en México el que le pise la sombra a la jerarquía católica (ni Juárez ni Calles pudieron y se tuvieron que conformar con un ‘statu quo’ que les inflamaba el hígado). La jerarquía católica está aquí y está triunfante desde el 2 de septiembre de 1530, cuando se erigió la diócesis de México, hace 492 años y son católicos arriba de 122 millones, para ni mencionar que la iglesia católica está un poquito bien organizada en 99 circunscripciones eclesiásticas, 7,165 parroquias y 12,703 centros pastorales. Atacar y descalificar a la jerarquía católica en México es meterse con 173 obispos y cinco cardenales.
¿De veras señor Presidente?, porque en el Vaticano se hace grilla triple A, cinco estrellas… hace dos mil años que son más de 333 sexenios.
Y se oye a Cri Cri… uno soñaba que era un rey…