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Tuxtla, la elección que viene / A Estribor

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Juan Carlos Cal y Mayor

Las elecciones del 2015 en Tuxtla Gutiérrez, bien pueden ser recordadas como el momento político histórico más importante en nuestra ciudad capital. El sentimiento de ultraje entre la ciudadanía hizo que miles de ciudadanos salieran durante varios días masivamente a las calles para protestar por lo que consideraron un atraco electoral. Llenaron el zócalo, caminaron bajo la lluvia, incluso marcharon hacia la casa de gobierno con cuadras enteras repletas de personas de todos los estratos sociales.

El crédito del gobierno se desplomó vertiginosamente y las impugnaciones llegaron hasta la instancia más alta de los tribunales electorales que resolvieron la elección al filo de la toma de protesta del nuevo gobierno municipal. La parsimonia del proceso tuvo se efecto. La espera de un fallo que modificara el resultado apaciguó el exaltado ánimo social, pero quedó la sensación de que la democracia no prevaleció.

No pasó inadvertido que el entonces candidato de Morena, el apreciado maestro Víctor Manuel Ancheita, reconoció el triunfo de Paco Rojas, el candidato del PAN a la alcaldía que tuvo que lidiar con la vergonzante traición del comité municipal de su propio partido. Tampoco que el entonces senador Zoe Robledo se sumara a las manifestaciones al igual que el empresario Rómulo Farrera, entre otros. Así quedó registrado ese desbordado movimiento ciudadano sin precedentes en nuestra historia política.

EL TSUNAMI DEL 18

Ya en el 2018 el escenario político nacional modificó las elecciones locales en todo el país. El tsunami obradorista arrasó con todo y le concedió el insospechado triunfo a Morena en importantes ciudades del estado y en todo el país. Perfectos desconocidos arribaron al poder arrastrados por el enojo social generalizado que la campaña de López Obrador infundió en el electorado durante el climax de su persistente lucha por la presidencia. Morena ganó insospechadamente los municipios de Comitán, San Cristóbal, Tapachula, Tuxtla Gutiérrez y por supuesto la gubernatura del estado.

EL FIN DE LA LUNA DE MIEL

Como suele suceder entre la expectativa y la realidad, la luna de miel del presidente con sus electores ha entrado en declive. Su popularidad aún se mantiene entre el 50 y 60% pero ha descendido entre 20 y 30 puntos desde el inicio de su gobierno a la fecha. Este porcentaje no se transmite en automático a su partido por más que el presidente pretenda incidir en el proceso electoral o sus candidatos utilicen su imagen o presuman sus “logros”. En las dos elecciones posteriores a la presidencial, Morena descendió su votación en Puebla, aunque conservó la gubernatura, pero tuvo una significativa derrota en las elecciones de Hidalgo y Coahuila.

El escenario se ha modificado porque la situación económica del país ha empeorado dramáticamente y se calcula la perdida de un millón de empleos formales y el empobrecimiento de unos 12 millones de mexicanos. Las medidas económicas del gobierno han desmotivado las inversiones y la pandemia ha puesto en jaque a la economía mexicana. El futuro no es halagador y no se observa a corto o mediano plazo un repunte de la economía a pesar del avance de la campaña de vacunación.

DESCONTENTO MORENISTA

En esas condiciones, no hay manera de suponer que Morena se afiance en el poder además de que acumula un enorme descontento de su base militante dada la opacidad de sus procesos de elección de candidatos. El clima prevaleciente de división acentuado por la retórica del presidente apuesta por un referéndum y se pretende afianzar con los miles de millones repartidos por el gobierno a través de sus distintos programas sociales.

Las cosas no parecen estarles saliendo conforme a lo previsto. La canasta básica presenta un aumento inflacionario, el precio de la gasolina no cede y el costo de la vida ha aumentado. El dinero no le alcanza a las familias, el desempleo persiste y las micro, pequeñas y medianas empresas aun no se reponen de los efectos de la cuarentena por el Covid. Eso, a mi parecer, se vera reflejado en las preferencias electorales. Como haya sido, no estamos mejor con López Obrador. Solo les queda la arraigada fe de quienes se resisten a aceptarlo.

NUEVO ESCENARIO

Ahora bien. Los escenarios electorales no son los mismos que en la elección presidencial. El efecto piramidal se invierte y las candidaturas por las elecciones locales pueden ser la diferencia. Paco Rojas vuelve a competir por la alcaldía, pero en otras circunstancias. La fórmula de candidatos a diputados locales y federales abona a fortalecerla. En la elección pasada se dio casi un empate entre el actual alcalde de Tuxtla que compite de nuevo y al que por cierto Morena le puso todas las piedras posibles en el camino. Ha ganado y perdido elecciones en Tuxtla, pero no siempre con el arrastre que ha demostrado Paco Rojas. Se le reconocen algunas acciones, pero las limitaciones presupuestales dejaron saldos pendientes ante la ciudadanía. Ahora se le está reforzando a marchas forzadas con obras de pavimentación.

NO ES ENTRE TRES

Contra lo que algunos suponen la elección de Tuxtla no va ser entre tres sino dos. La fórmula que alió al PAN, PRI y PRD quedará en un distante tercer lugar. Quienes le tienen fe, apuestan por los raudales de dinero, la estructura electoral a sueldo y la “movilización” pero se equivocan porque gran parte del electorado tuxtleco no funciona así. Con quienes fueron los principales activos del PAN ahora en el partido Movimiento Ciudadano, la apuesta por el voto duro no les va funcionar. Esos que pululan por las calles portando banderas del PAN no son panistas. Lo mismo habrían hecho si se las dieran por cualquier otro partido. Lo candidatos a diputados locales y federales de Morena no suman porque además el voto se les va a fragmentar entre sus presuntos aliados afines al presidente. Bajo esos escenarios es previsible que Movimiento Ciudadano surja como la nueva fórmula ganadora en la capital. Ya está demostrado que nuestra capital no tiene dueño y además se añoran los buenos gobiernos que ahora pueden volver bajo el liderazgo de Paco Rojas.

EL ARBITRO

Por ello deben estar muy atentos los órganos electorales. Los delitos electorales ahora son calificados como graves, sin derecho a fianza. No se pueden condicionar los programas sociales del gobierno ni tampoco tolerar las viejas prácticas de la política que apuestan a lucrar con la pobreza, esa que ha persistido por culpa de quienes ahora pretenden cooptarla con falsas promesas, dádivas o la vulgar y ahora ilícita compra de votos.

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