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Tumba política / La Feria

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Sr. López 

La tía favorita de todos los niños de la familia, era tía Susana, siempre dulce, incapaz de dar un grito, toda afecto y paciencia. Estar en su casa, en especial para este menda, sometido al régimen marcial de doña Yolanda, era una gozada, de verdad, hasta daban ganas de hacer alguna travesura para que lo enmendara a uno con su cálida voz y cariños… hasta la vez en que descubrió que Emilio su hijo, dejó que castigaran a un vecinito por una trastada de él: rugió como sargento de Dragones: -¡Eso sí que no! –y lo llevó a jalones de pelos y chanclazos a casa del otro niño a confesar su falta y pedir perdón. Sí, había límites. 

“Aunque se burlen”… antier lo dijo el Presidente: aunque se burlen seguirá con su política de “abrazos, no balazos”, en referencia a la esperpéntica situación que prevalece en Aguililla, Michoacán, municipio bajo control de la delincuencia organizada. Lo dijo así: 

“Nosotros no queremos que nadie pierda la vida. No quiero que pierdan la vida quienes están en las bandas delictivas, no quiero que pierda la vida nadie, no estoy de acuerdo con la vía violenta, soy pacifista, y aunque se burlen porque tengo una razón de fondo: voy a seguir diciendo abrazos no balazos, no se puede enfrentar el mal con mal, la violencia con la violencia”. 

Que se burle alguien de su estrategia de repartir abrazos a discreción, es lo de menos, aunque a él le debiera importar, por aquello de que autoridad que no es respetada, deja de serlo, pero es muy su asunto. Lo importante es que esa declaración permite saber que el Presidente está confundido: identifica toda violencia con el mal y rehúye ejercer la que tiene obligación de usar, en nombre de su peculiar pacifismo. 

No hay ni esperanza de que el Presidente corrija. Sobradas pruebas tenemos de que él sí va derecho y no se quita, y que confía a ciegas en los buenos resultados que dará su voluntarismo, su simple deseo que no toma en cuenta la realidad ni las posibilidades que tienen sus propósitos, por eso todo su pensamiento como Jefe de Estado, se sintetiza en su pregón: “¡Me canso, ganso!” (que a ver si algún mareado no manda inscribir en letras de bronce junto a “La Patria es primero”, “Va mi espada en prenda” o mejor todavía, en lugar de aquello de “Entre los individuos como entre las naciones…”, ¡sí se puede!). 

Lamentablemente esa su confesada estrategia viola la ley y podría darle algún quebradero de cabeza cuando deje de ser Presidente. La Constitución Política establece como obligaciones del Presidente: fracción VI.- Preservar la seguridad nacional, en los términos de la ley respectiva (…); y fracción VII.- Disponer de la Guardia Nacional en los términos que señala la ley (…)”. Y la Ley Nacional Sobre el Uso de la Fuerza, establece las normas generales bajo las cuales los integrantes de las instituciones de seguridad pueden ejercer el uso de la fuerza, utilizar el armamento oficial para el desempeño de sus funciones, y en su artículo Cuarto fracción I, señala que el uso de la fuerza se sujeta a: “Absoluta necesidad: para que el uso de la fuerza sea la última alternativa para tutelar la vida e integridad de las personas o evitar que se vulneren bienes jurídicamente protegidos o con el fin de mantener el orden y la paz pública (…)”. 

No es optativo y declararse pacifista no lo exime de cumplir la ley y si a pacifistas vamos, ahí está el ejemplo del Mahatma (Alma Grande) Gandhi, líder indiscutible de la resistencia pacífica, quien ante la Guerra de los Boers en Sudáfrica, contra el imperio británico, llamó a los indios a participar en el conflicto si querían legitimarse como ciudadanos. Muy pacifista, pero a la hora de la verdad, ¡a echar bala! 

Ignora uno las razones de la actitud del Presidente pero él parece ignorar que del monopolio de la fuerza -que corresponde a la autoridad legítima-, depende la constitución misma del Estado, de la nación; por eso no se debe permitir que nadie le dispute al gobierno eso, el uso de la fuerza; y también parece no saber que la autoridad está obligada a aplicar la justicia correctiva, usando la fuerza contra particulares, sin mandamiento judicial, de inmediato y sí, en caliente. Aunque, seamos justos, no lo ignora el Presidente, él mismo declaró apenas el 27 de junio pasado: “La Constitución no les permitía a las fuerzas armadas participar en labores de seguridad pública, algo que resultaba hasta absurdo”… dicho por él, “las fuerzas armadas” y sus armas no son ramos de flores ni los brazos para apapachar delincuentes, son armas de fuego. 

Nadie en sus cabales está proponiendo que dispersen a balazos plantones y marchas, por más que pintarrajeen edificios o rompan mobiliario urbano, eso se arregla a empujones y en caso extremo con gases lacrimógenos (y algunos detenidos por faltas administrativas). Pero tampoco nadie en sus cabales supone que ante los actos de espeluznante violencia de la delincuencia organizada y sus agresiones con armas de alto poder contra nuestras policías y fuerzas armadas, se deba responder con inacción y comprensión; la válida violencia legal del Estado es siempre legítima y asómbrese señor Presidente, tiene la aprobación de la ciudadanía porque le garantiza sus derechos. 

Tal vez el Presidente se aferre a su estrategia de no enfrentar a la delincuencia organizada porque sabe que ya lo rebasó la situación y que tendría que empapar en sangre su administración. Tal vez. Pero la opción es peor: Tlahuelilpan en 2019, con el ejército contemplando pasivo cómo se robaban combustible los pobladores, costó 132 vidas; Culiacán, cuando se liberó al Chapito y se ordenó a las fuerzas armadas, replegarse y dejarse humillar, costó 14 muertos; la matanza de ciudadanos en Reynosa, 18 muertos; las emboscadas en Aguililla, con 18 elementos de la policía asesinados y 8 descuartizados. 

Ante el vacío de autoridad todo es peor: paramilitares, autodefensas, guardias ciudadanos y linchamientos; así, con el país abandonado a su suerte, el Presidente sin temer la burla, cava su tumba política.

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