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Tratado breve sobre el maquillaje heráldico”

Tratado breve sobre el maquillaje heráldico”
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Carlos Perola Chandomí

Nos hablan de descolonizar, pero lo

primero que exhiben es… un escudo.

Un escudo que cambian de colores,

que llenan de árboles, de venados, de pavos o de jaguares.

¿Y los sabios no se dan cuenta de la contradicción?

¿No entienden que un escudo, venga con castillos españoles o con animales de la selva, sigue siendo el mismo gesto colonial?.

Qué bien entienden el concepto de decolonizar.

Escribí un artículo sobre la propuesta de modificar el escudo de Chiapas y escatologicamente  me mandaron a estudiar. Y llegué a la siguiente conclusión.

Quizás no leí todo lo que vos leíste, respecto a decolonizar, pero sí leí otras cosas: leí los techos rotos de las escuelas, leí la dignidad seca de los pueblos sin agua, leí la paciencia amarga del campesino que sigue esperando justicia como quien espera lluvia en un desierto. Cómo ejemplo  las madres buscadoras.

Yo aprendí a leer en otro idioma: en el idioma de los caminos polvorientos, en la voz del río Lacantun y del Río Grijalva que ya no llega, en el silencio eléctrico de los pueblos que producen la luz pero viven en la oscuridad.

Y por eso digo que quitar o modificar un escudo no es descolonizar. Es ponerle cosmético al abandono. Es cambiarle el color a la miseria, sin tocar las cadenas.

Dicen que lo hacen en nombre del pueblo. Porque el pueblo así lo quiere. Pero al pueblo no lo liberan los símbolos, lo libera el pan que falta en la mesa, el agua que no llega al cántaro, la tierra que le arrebataron y la dignidad que le siguen regateando.

Y luego aparecen los sabios de escritorio, esos expertos en palabrotas académicas, que convierten “decolonizar” en crucigrama de café.

Son los héroes de la brocha gorda: pintan, maquillan y decretan… y ya se sienten libertadores. Hablan de símbolos como si fueran cadenas, y de decretos como si fueran victorias épicas.

Tan audaces que hasta tienen la insolencia de mandarnos a “estudiar” lo que el pueblo de Chiapas  sangra, suda en carne propia desde hace ya mucho tiempo y que en nada ha cambiado.

Con la mordacidad que ni Galeano imaginó, nos quieren convencer de que borrar un castillo o un león en un escudo es tumbar al colonialismo. Graciosamente el escudo es un símbolo del colonialismo (¡¡que desfachatez!!)

Qué comedia! Mientras ellos escriben papers de gloria, la gente sigue caminando kilómetros por agua, cosechando sin justicia y esperando justicia como quien espera lluvia en el desierto.

Y mientras tanto, se cobra la luz más cara al que menos tiene, se arrastran municipios enteros con deudas históricas de la Comisión Federal de Electricidad, como si fueran criminales, y se despoja a comunidades de su uso, goce y disfrute de la tierra… sin indemnización, sin compensación y sin dignidad. Todo en nombre del “progreso”.

La receta es simple: primero les quitan la tierra, luego les venden la luz que ellos mismos producen, y al final los condenan a la pobreza con el sello oficial de deuda impagable y por el bien común, lo escatológico es que lo  llaman justicia social.

Y todavía se jactan de que cambiar el escudo es “decolonizar”. El chiste se cuenta solo: el escudo por sí solo es colonialismo.

El maquillaje podrá cambiar el rostro de un símbolo, pero no borra el hedor del abandono.

Un escudo nuevo no detiene la miseria; solo la disfraza, como máscara de carnaval de Chiapas de corzo, sobre heridas abiertas.

Nos repiten que descolonizar es borrar lo español. Pero nadie se atreve a borrar lo servil. Nadie se atreve a desobedecer al centro que manda, al centro que nos quita el agua para regar sus ciudades, que usa nuestra selva para limpiar el carbono que ellos generan, que controla nuestra electricidad y luego nos la vende como si fuera suya y además carísima.

¿De qué descolonización hablamos, si seguimos siendo colonia energética, colonia ambiental, colonia fiscal, colonia hídrica?

La historia nos lo recuerda: ya cambiaron nombres de calles, borraron monumentos, inventaron nuevos escudos en otros tiempos. Pero la desigualdad siguió intacta, porque nadie tocó el fondo. ¿Por miedo o por servilismo?

 Los decretos se acumularon en los periódicos oficiales, mientras la injusticia seguía viva en las plazas y en las casas. Y en lo jurídico, hoy se nos dice que no se pueden impugnar las reformas constitucionales, que los tribunales deben callar y que el pueblo no tiene voz en la defensa de su propia Constitución. ¿No es esa la forma más moderna de colonialismo? Callar al pueblo mientras lo entretienen con símbolos.

Si de romper cadenas se trata, hay caminos que no pasan por los decretos ni las placas. Hay caminos como estos:

  1. Renegociar el pacto con México, y recordar que Chiapas no fue anexo ni conquista: fue una elección. Y las elecciones se respetan y se renegocian, como el TLC. México con Estados Unidos .

  2. Recuperar nuestra agua, nuestra luz y nuestras selvas, porque no somos la despensa del centro ni su purificador de aire.

  3. Tejer una economía con manos chiapanecas, donde el café, la madera y la tierra no se escapen por los agujeros del saqueo.

  4. Hacer obras que unan y sirvan, no monumentos que adornan mientras la gente sigue esperando.

  5. Contar nuestra historia con nuestras palabras, para que los niños no crezcan creyendo que obedecer es un deber y callar una virtud.

  6. Tener un Pueblo y ciudadanos que no agachen la cabeza, ni ante el poder político ni ante el económico, y que se atreva a decir: “Aquí también vale nuestra voz”.

  7. Defender, con toda nuestra dignidad, el derecho a cuestionar las leyes y las reformas, porque un pueblo sin justicia es un pueblo sin defensa.
  1. Político-representativo, porque los pueblos indígenas rara vez hablan con su propia voz en las instancias de poder. Se les “representa” con figuras externas que utilizan su nombre y sus símbolos, pero no defienden sus intereses reales, sino los de quienes los persiguen, los administran o los usan como estandarte.
  1. Crear mecanismos  y herramientas para que los indígenas de nuestro pueblo protejan sus creaciones artísticas, las tejedoras de nuestro estado.  que Chiapa de Corzo tenga una marca de origen de sus máscaras del carnaval. Para que nadie pueda crearlas fuera de este rumbo. Se llama certificación de origen. por si quieren hacerlo.

Eso, y no otra cosa, sería empezar a descolonizar. Lo demás, con todo respeto, es maquillaje sobre cicatrices abiertas. Y el maquillaje no cura heridas.

Solo las esconde… hasta la próxima conquista.

P.D. En ese camino de transformación profunda —no de gestos simbólicos— es donde creo que podemos coincidir, debatir y construir. Gracias por abrir el diálogo. Y si no  es así, mejor, no hablemos de descolonizar, ni me mandes a estudiar,  si lo que se pretende es poner maquillaje al escudo y  quedarnos con las venas abiertas de América Latina, como nos enseñó Galeano, siendo sentí-sangrantes…. Es otra cosa..

Y pregunto:

¿De qué sirve un escudo nuevo si seguimos encadenados a la vieja dependencia? O ¿al moderno colonialismo? Pero sé que, al final, todo esto no deja de ser un sueño… o quizás una pesadilla heredada del colonialismo. Una herida que nadie quiere tocar, porque es más cómodo callar. Porque es preferible cambiar un escudo y fingir que con eso basta.

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