Sr. López
En las paredes de pasillos, recámaras y baños de casa de tía Maruca, había muchos cartoncitos amarillos sostenidos con chinchetas (la 3M no había inventado el Post It), con instrucciones, órdenes y amenazas de la tía a sus cinco terribles hijos varones, desde “hacer la cama”, pasando por “lavarse la verija al bañarse”, hasta “al que suba a la azotea lo despellejo a cuerazos”, porque en la azotea dormían las “muchachas” (que ya es grosería decir sirvienta, cosas de nuestra delicadeza contemporánea). Ya grandes todos, uno de ellos me dijo que jamás leyeron ninguno de esos papelitos: -Necedades de mi mamá -explicó. ¡Vaya!
Hay una tendencia a la denostación del propio país, no solo en México. Sin suponer intenciones ni saber de los traumas que puedan haber sufrido en sus respectivas infancias, lo cierto es que algunos con sólidas credenciales, sostienen que sus respectivas naciones son una birria y ofrecen como prueba los escándalos que han sufrido a consecuencia de algunos tramposos.
Un solo ejemplo: la afamada revista alemana ‘Der Spiegel’ (El Espejo), publicó hace unos pocos años un artículo con el título ‘Un país de tramposos’, refiriéndose a su país por el escándalo de sobornos para obtener la sede del Campeonato Mundial de Futbol de 2006 y la travesura de la Volkswagen para hacer trampa en la medición de emisiones contaminantes de sus vehículos a diesel. ¡Caramba!
Un país así, de tramposos, se puede detectar más fácil revisando sus leyes porque los legisladores no emiten normas imaginando delitos sino en función de las conductas antisociales que observan entre sus pobladores. En los países lógicos, las leyes suelen ser sencillas y hasta simples; en los países con población menos sosiega, las leyes son muchas y retorcidas. Y ahí de verdad que nuestra risueña patria parece ser campeonísima.
Tomemos por ejemplo las leyes electorales. En México son innumerables, farragosas, complicadas, barrocas y enredadas. Cualquier extranjero que se entera de las condiciones, requisitos, prohibiciones y limitaciones que tienen, no puede menos que pensar: “han de ser muy tramposos”. Y sí. Solo nuestra credencial para votar es un poema, nada más piense en los elementos de seguridad que tiene aparte de la fotografía del gallardo elector tenochca:
En el frente: tinta ultravioleta solo perceptible con luz negra; fondo de seguridad que fusiona la foto del elector con el diseño de la credencial; patrón de figuras difíciles de fotocopiar; micro texto no legible a simple vista; patrones de colores con imágenes de cada región del país; elementos táctiles que se perciben con la yema de los dedos; foto fantasma variable que revisada con un ‘software’ da los datos del elector, imposible de falsificar; tinta OVI que cambia de color según el ángulo de observación; líneas que simulan relieves, imposibles de reproducir o fotografiar… y más, aparte de los elementos de seguridad del reverso.
Nuestra credencial del INE ha merecido el reconocimiento de la ONU pero acá entre nosotros, reconozcamos que es la prueba de que no somos muy de fiar o tal vez lo que pasa es que somos muy previsores porque en los EUA, por ejemplo, no tienen credencial de elector y basta que el votante presente una identificación, cualquier identificación (con fotografía), y emite su voto, y si no tiene identificación, le dan un papel para que anote sus datos y vota sin que le entinten un dedo; allá por bobos que son, la norma es la confianza en el ciudadano y acá por listos que somos, la premisa es que somos una bola de tramposos… o eso parece.
Como detalle anecdótico sin mucha importancia, le comento que la exagerada sofisticación de nuestra credencial para votar obedece a que el gobierno federal detectó que había unas cuantas falsificadas (¡decenas de miles!), en poder de extranjeros, que las compraban más fácil que un Gansito para pasar como mexicanos, porque la credencial del INE es la identificación más fiable que tenemos en México, de manera que cualquiera que no fuera rubio de ojos azules, dos metros de estatura y que hablara danés, sueco o noruego, pasaba por mexicano en particular si aparte de hablar español, era medianito de tamaño, moreno, pelo negro zaino y con chancla pata de gallo… sí, mexicano indudable.
Y por si le quedan dudas de cómo somos de desconfiados, recapacite en las reglas que establecieron los partidos para elegir a sus candidatos a la presidencia de la república. Verdaderos laberintos de condiciones, normas y verificaciones cruzadas.
Morena y asociados van a decidirlo directo con una encuesta, pero como algunas de las corcholatas no confía en sus queridos compañeros ni en la dirigencia de su partido, cada una va a proponer dos empresas encuestadoras de las que se elegirán a la suerte las que verificarán por su cuenta los resultados de la encuesta que haga su amado partido… y ni así confían que la conferencia de prensa de ayer de Marcelo Ebrard es el anticipo de la trampa que asegura le van a hacer y le van a hacer, que todo México sabe que el dedito del inquilino de Palacio es el que decide, faltaba más.
Por su lado, los partidos opositores armaron un galimatías de recolección de simpatías, encuestas y un peculiar remedo de elección primaria en la que pueden operar las estructuras de los partidos… más bien la del PRI, único partido con estructura nacional que muy bien puede manipular las cosas para dejar con las ganas a Xóchitl Gálvez e imponer a doña Beatriz Paredes de todos nuestros respetos, pero que es más fácil que gane la carrera de 400 metros con obstáculos a que le gane al Presidente la elección de doña Claudia, entre otras cosas porque es del PRI y ya ve cómo quiere a los tricolores la raza.
Xóchitl Gálvez es la única candidata que podría provocar una avalancha de votos entre clases medias y peladaje general, incluyendo morenistas, siempre y cuando Movimiento Ciudadano no le robe votos que esa es la jugada de Palacio, que sin ser trampa es movida. Exclusiva creación mexicana la trampa derecha.