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Tragedia / La Feria

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Sr. López 

Tío Julián era del lado materno-toluqueño, magro de cuerpo, más corto que alto, siempre de traje con chaleco, impecable, tocado de bombín su pelo rubio con copete y por nariz, una aleta de tiburón que no descomponía su cara. Hiperactivo, hablando era un Demóstenes y ejercía de abogado en juzgados de paz, sin haber pisado una escuela de Derecho, defendiendo borrachitos, meones de vía pública y aguerridas verduleras. Pero lo más reconocido en tío Julián era su simpatía; los jueces disfrutaban sus intervenciones y casi nomás por eso, fallaban a favor de su numerosa clientela miscelánea; en reuniones y fiestas todos lo querían cerca o a sus mesas pues era capaz de hacer reír al Juárez en mármol del Hemiciclo. Tío Julián también era enamoradizo y tía Sara su esposa, le educó sus cuatro hijos y otros tres de diverso origen, hasta que lo mandó a volar: -Reír también aburre –explicaba. 

El teatro es otra de las magníficas herencias que recibimos de la Grecia antigua; empezó con tragedias en tres actos que duraban del amanecer al anochecer, con una comedia de remate, para atenuar con risas el fúnebre ánimo que dejaban entre el respetable los espantosos asuntos que se escenificaban en las tragedias siempre con fatídicos desenlaces. 

Luego vinieron otros géneros de teatro: el drama, la tragicomedia, el monólogo… y en España, delatando su pasión por el arte del bien comer, se crearon dos géneros más, relacionados con el sabio yantar peninsular: el entremés y el sainete. 

El primero, el entremés, parece que desde el siglo XVI tomó el nombre del aperitivo, la botana, aplicado a las jocosas piezas breves que se representaban antes de la obra dramática o aun entre actos. El segundo, el sainete, es bien sabido que es diminutivo de saín, el engordador de aves que pasó a nombrar los bocadillos casi siempre con pan, tan gustosos al paladar del buen glotón, y cuyo nombre desde el siglo XVII, se aplicó a las piezas también breves, chuscas, costumbristas habitualmente. Por lo que ignora el del teclado, entremés quedó en desuso en las artes escénicas en tanto que sainete se sigue empleando, ahora hasta para referirse a desfiguros varios. 

Pensará usted que su texto servidor se volvió loco o de plano no tiene de qué escribir, pero no, no es eso, sino que como no es raro oír que la política en México es puro teatro, le pareció interesante revisar el asunto pues parece que cuando la gente dice eso quiere decir que no es cosa seria o que aquellos que participan en política fingen o actúan estando de acuerdo en todo… y no es tanto, un poco sí pero no en todos ni siempre. 

En los tiempos aciagos que corren, en México sí es drama la política, a ratos comedia y su combinación, tragicomedia con un largo monólogo de fondo. 

Ya en estas, conviene ponerse de acuerdo en que la política en términos muy generales, es toda actividad ciudadana que participa en los asuntos públicos o los rige; y menos gruesa la definición, a reserva de mejorarla: política es algo así como el conjunto de actividades con contenido ideológico, dirigidas a encontrar soluciones a los asuntos comunes, evitando conflictos entre los diferentes intereses de los sectores e individuos que integran la sociedad. Y por supuesto la política es la búsqueda del poder pues desde él es como se pueden hacer realidad los propósitos. Arte no es (sino coloquialmente, como el arte de hacerse menso), ciencia menos, porque no obedece a reglas fijas, leyes inmutables ni a relaciones forzosas de causa-efecto. Y debe tenerse presente que la política es muy complicada porque es una actividad humana cuya materia prima son los humanos… calcúlele. 

Dicho lo anterior, parece que no se puede negar el cariz teatral del actual gobierno de la república, a la vista de la desconexión de sus decires con la realidad y de sus actos con el continuo discurso de su cabeza, el Presidente, principalísimo actor de un monólogo de cinco años y diez meses, que eso dura este sexenio. 

En muchas más cosas de lo tolerable, este gobierno es dramático en tanto que fomenta pasiones conflictivas y todo polariza; dramático que no haya campo ni sector en el que no se haya crispado la situación: seguridad, salud, educación, economía y lo demás, todo a peor y encima, costando vidas a millares, fabricando pobres a millones. 

Y al mismo tiempo, el gobierno conserva el apoyo cómico de un elevado porcentaje de la población, cómico en tanto ridículo voluntario, como el payaso de las cachetadas que a todo se presta para lucimiento del actor principal. Y eso tiene una razón: millones quieren revancha y este Presidente con su muy tropical falta de respeto por todo, llena sus aspiraciones. 

Los resultados tangibles no son tan importantes para esos muchos, les basta con saber que están purgados los otrora poderosos, nacionales o extranjeros. Esa masa no entiende de consecuencias y no los asusta si van a estar un poco peor, no importa, su especialidad es sufrir. 

Así sin mucho reflexionar, se podría decir que es un gobierno tragicómico, pero entre más avanza el periodo sus contradicciones internas se hacen inocultables, el discurso empieza a ser de risa y las iniciativas de ley son notorias improvisaciones o frivolidades, como la ley aprobada antier en la Cámara de Diputados para meter orden en los concursos de belleza, asunto de urgente atención, como todos sabemos. Y las explicaciones diarias del Ejecutivo y su coro de favoritos, son cada vez más insostenibles. 

El Presidente ha dicho con esa su gracia que lo hace sonreír al dirigirse a todos: -“No se puede vencer a quien no sabe rendirse” -citando la imposible de confirmar frase de un destacado estadista, de profesión beisbolista, Babe Ruth. Podemos esperar lo peor, ningún capitán de barco pretende llevar la nave a buen puerto clavado el timón. 

No sospecha el Presidente que su perpetuo hablar dejará de ser gracioso conforme se acerque al final de su periodo. Todo cansa y la brutal cantidad de muertes evitables, lo pondrá en la historia como lo que es: tragedia.

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