Home Columnas Toque local, marca global / Al Sur

Toque local, marca global / Al Sur

Toque local, marca global / Al Sur
0
0

Guillermo Ochoa-Montalvo

Querida Ana Karen, Hace días pasamos una agradable tertulia con algunos antropólogos procedentes de ciudades europeas y otros de Argentina, Chile, Uruguay y Guatemala. Uno de los amigos europeos recordó, parafraseando a Levi-Staruss, que las ciudades europeas se hacen antiguas, mientras las americanas se vuelven viejas y decrépitas.

Lo decía al quedar impresionado de los contrastes que observaron entre las ciudades coloniales como San Cristóbal de las Casas con las modernas como Tuxtla Gutiérrez, las típicas como Comitán y las hibridas como calificaron la de Tapachula.

Ellos coinciden en que las ciudades reflejan fielmente a sus habitantes, su forma de ser y de pensar, su estilo de vida y la forma en que vive la mayoría dentro de su propia casa; la ciudad es la extensión de la casa que cada cual habita. Las fachadas, el grado de limpieza, seguridad y mantenimiento de los servicios públicos reflejan la cultura y la educación de cada persona, así como la forma en que cada quien mantiene su casa por dentro. Les impresionó que habiendo tantos contenedores y papeleras instaladas, la basura la arrojen fuera de estos contenedores. 

La ciudad es el resultado de lo que hacemos, construimos y creamos. La ciudad somos nosotros. Cada uno de nosotros, sin excepción. Y ella habla por nosotros a quien la visita. Los amigos observaban que laarquitectura del Soconusco era una mezcla impresionante de estilos muy ajenos al carácter tropical de la ciudad y concluían que la influencia del exterior era tan avasalladora que se apreciaba hasta en la forma de vestir de la gente más propia de un clima templado que del calor intenso de Tapachula.

Uno de ellos, nos explicaba que en la actualidad los medios de comunicación han contribuido a conformar una nueva cultura popular urbana muy distinta a la que se conceptualizaba hasta hace pocos años.  Cualquiera podría definir antes lo popular en contraposición a lo culto, lo elitista y lo exclusivo. De la misma forma lo urbano representaba lo contrario a lo rural.  Pero las ciudades y las comunidades de hoy son más complejas y esas diferencias tan marcadas empiezan a desvanecerse poco a poco.

Hoy los chavos banda imponen el estilo del pantalón roto y deshilado que surge de sus propias necesidades o rebeldías y la industria del consumo lo convierte en moda para la clase media y alta. Lo mismo, pero más costoso. También puede señalarse de los peinados punk, los maquillajes, los pantalones debajo de la cadera, las blusas sobre el ombligo, los tatuajes, la música imperante y el lenguaje verbal como gestual. Esto es producto de la globalización del consumo y la moda no podía ser ajena a tal fenómeno intensificado bajo la influencia de las plataformas de Internet.

La cultura popular del barrio es rápidamente retomada por los empresarios de la moda para ponerla al alcance de los consumidores con capacidad de pago. El peinado de las peligrosas bandas punk de Inglaterra se convirtió en moda elegante y cara como los pantalones deshilachados de las bandas rockers y heavy metal.

Lo popular y lo culto se entrelazan como lo urbano y lo rural dando origen a un nuevo concepto de cultura urbana. En el campo la presencia de los plásticos es cada día más habitual, detergentes, cloros, refrescos y hasta pañales desechables invaden hasta el último rincón de las comunidades. Es decir, los medios de comunicación han servido para mediatizar el comportamiento, los valores y hábitos de consumo entre las poblaciones urbanas y rurales al facilitar la información en ambos ambientes sin ninguna discriminación, alterado identidades y culturas. El papel de las identidades entra en conflicto y el surgimiento de héroes y antihéroes, de ídolos y arquetipos a emular es cada vez más vertiginoso como engañoso.

La crisis de valores locales en cada colectividad enfrenta una lucha desigual frente al embate de los medios de comunicación quienes al hacer propaganda, difusión y crear nuevos hábitos de consumo así como nuevas formas de pensar, actuar, vestir, comer, comportarse y creer, alteran las normas propias de cada comunidad. En consecuencia la pérdida de identidad y cultura se agrava.

De manera deliberada o no, la Internet y la televisión educan, transforman, crean hábitos de consumo, trastocan valores, crean nuevas expresiones culturales y con ellas desdibuja las identidades locales hacia una “identidad” global donde todos piensan y actúan igual. Pero no sólo la televisión cumple con este cometido aunque sí es el medio de mayor influencia y penetración. La prensa, el Internet y la radio, en menor proporción, actúan como medios mediatizadores y mediadores. 

Vemos como estas identidades, la local y la global van empezando a coexistir, a transformarse unas a otras, a convivir bajo el lema de una importante empresa que reza así: toque local y marca global. 

Lo auténtico, lo elemental, lo legítimo de las identidades locales se trastoca por la invasión de las influencias externas para convertirse en identidades globales de artificio, engañosas, falaces industrializadas, enajenantes y consumistas. Estas nuevas identidades impuestas han provocado entre muchas otras cosas, la disfuncionalidad entre la familia al alterar las normas y valores en la comunidad entera.

El problema se ha centrado en cómo meter al orden a la chamacada, cuando los chavos son apenas la punta del iceberg de un fondo más amplio y profundo de corrupción, delincuencia organizada y tráfico de drogas, armamento, indocumentados, mercancías y personas. Y estos actores del crimen no son niños ni menores de edad, se trata de adultos con capacidad económica para incorporar a sus filas a los menores que son utilizados en estas actividades.

La televisión y el cine transmiten sus “inofensivas” series de crímenes, sangre, violencia y sexo donde ahora los maleantes triunfan y cuentan con el poder del dinero, la fama y hasta la belleza. Los corridos mexicanos le cantan al héroe del narcotráfico y las estrellas actúan para ellos. Los niños, al jugar a policías y ladrones, todos quieren ser el narcotraficante y ninguno el judicial, porque así está de grave la inversión de los valores humanos.

La débil estructura de principios morales, cívicos y sociales entre los jóvenes los hace altamente vulnerables al encuentro de identidades corrompidas y serviles como son las bandas juveniles al servicio de la red del crimen organizado. 

Mientras los jóvenes no comprendan que son simples instrumentos al servicio de los delincuentes, no podrán distanciarse de las malas influencias; mientras no reconozcan mejores ejemplos a seguir, se mantendrán como fans de los héroes de plástico y celuloide. Es tiempo de darle espacio a los personajes que nos brindan buenos ejemplos de vida, productividad, creatividad y aportación a la sociedad. Es tiempo de convertir en héroes a los que en realidad lo son y de enaltecer a quienes sí aportan a la sociedad. Recobrar los valores y nuestras identidades locales es fundamenta como una cuestión amor.

LEAVE YOUR COMMENT

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *