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Tienes que leer más VOX (Parte I) / A Estribor

Tienes que leer más VOX (Parte I) / A Estribor
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Juan Carlos Cal y Mayor

Por ahí de 1997 coincidí en una conferencia impartida por Porfirio Muñoz Ledo y Demetrio Sodi, ambos en la izquierda, con el kamarrada Pepe López Arévalo (QEPD). Un periodista de izquierda liberal, pero de los buenos, sin radicalismos, ni prejuicios. Como ya me identificaba él con el PAN se acercó a preguntarme, un poco extrañado de mi presencia ahí y sin cortapisas me preguntó sobre, qué opinaba yo del aborto y del uso del condón. Le contesté que la discusión del aborto no se debería circunscribir a su penalización o no, sino para mí era un tema de falta de educación sexual, porque el aborto legal o no, penalizado o no, no deja de ser una medida extrema que puede poner en riesgo la salud de la mujer habiendo tantos métodos anticonceptivos, incluso los aceptados por grey religiosa. Y claro que penalizar no ha sido la solución. Lo del condón pues no requirió mayor explicación, evita enfermedades venéreas y embarazos no deseados. Soy un panista liberal le dije, un panista en el lado izquierdo de la derecha.

Lo que sucede es que no entendemos el liberalismo y lo acotamos o encasillamos solo con el capitalismo o el conservadurismo. Quienes así nos asumimos, creemos en el respeto a la libertad individual en todos los sentidos. Eso incluye el derecho a la propiedad, al comercio, a las preferencias sexuales o religiosas, aunque no necesariamente se coincida. Es el respeto al derecho ajeno, la libertad del otro y lo que el estado debe garantizar. Los liberales creemos que el poder no se puede concentrar en un solo poder o individuo. Creemos en la pluralidad y la respetamos. Creemos que en la libertad del comercio radica, como decía Adam Smith, la riqueza de las naciones.

El problema con la izquierda es que no conciben al individuo sino al colectivo. Creen que las personas deben ser protegidas por el estado y que el estado es quien debe recaudar y administrar la riqueza para luego distribuirla bajo una idea de uniformidad como si los seres humanos fuésemos productos en serie con los mismos ideales y las mismos deseos o aspiraciones. El mundo Feliz de Aldous Huxley o la novela de Orwell. Para lograr ese propósito adoctrinan de tal manera que no se pueda discrepar ni tampoco cuestionar. Son los que enseñan a memorizar y no a discernir. Es como un dogma de fe. Es la farsa del poder de las masas que recae en unos cuantos usufructuarios y usurpadores.

En la práctica el marxismo ha resultado un absoluto fracaso y sobran evidencias. La revolución rusa que derrocó al Zar formó un estado dictatorial que en manos de Stalin llevó a millones de rusos a la muerte por disentir y al resto a vivir en la miseria. Lo mismo pasó en la China de Mao con otras decenas de millones de muertos ya sea asesinados o por hambre. De sus herencias nos quedó Cuba como un régimen que en 60 años llevó a uno de los países más prósperos a vivir ahora con la totalidad de su población en la pobreza. Claro, no todos, los líderes de la revolución como en todos los regímenes totalitarios viviendo ellos sí de las mieles del capitalismo. Y en ese paquete van los Chávez-Maduros de Venezuela, los kitchners y peronistas en Argentina y la pareja de los Ortega en Nicaragua.

Eso pasó en Vietnam, Corea del Norte, Alemania Oriental, como el pastel dividido después de la segunda guerra en donde quedó claro como un país partido por la mitad, pero con dos ideologías diferentes, son la diferencia entre el desarrollo y el subdesarrollo. Hoy China y Rusia conservan el autoritarismo, pero abrazaron el capitalismo. El mundo occidental y Asía en donde funciona el mercado y la democracia ha logrado despegar al desarrollo mejorando notablemente la calidad de vida de sus habitantes. Claro que existe concentración de la riqueza y también hay porcentajes de pobreza, pero la característica fundamental es que hay una enorme predominancia de la clase media. Es decir, la mayoría de su población vive con acceso a la salud, la educación y estándares muy superiores al resto del planeta. En el índice global de libertades económicas nos encontramos que entre más libertades hay más desarrollo y ahí México ocupa el lugar 87 muy al contrario de lo que piensan quienes ahora desde el poder quieren erradicar el neoliberalismo y volvernos al pasado nacionalista y estatista. México dista mucho de ser un país completamente abiertamente al mercado y ejemplo de ello son Pemex y la CFE.

En eso contexto se ha cimentado un falso debate entre izquierdas y derechas, entre progresistas y conservadores. Hay una narrativa que nadie se atreve a cuestionar cuando no todos en nuestro país están de acuerdo ni se sienten representados en esos dos polos. Nuestros abuelos no estarían del todo de acuerdo con la legalización de las drogas, el matrimonio gay o el aborto como método profiláctico, pero los tiempos han cambiado. Ser “progre” es lo de hoy. Ahora las asimetrías y el maniqueísmo ideológico están de moda. Por eso cualquier idea disruptiva con ese orden de cosas bipolar nos resulta ajeno. Y es el caso reciente de la visita de Santiago Abascal, el líder de VOX, un partido que se asume de derechas en España, porque allá no les da vergüenza como acá aceptarlo. Ahora resulta que son la ultraderecha que representa la xenofobia, la misoginia y el racismo, lo cual no es necesariamente cierto. Se les ha tratado como un partido que enarbolara una esvástica o que estuviera proscrito en España o el mundo. Nada de eso tan cierto, si no entendemos el contexto, pero eso lo explicaremos en una próxima entrega…

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