Sr. López
Tía Jose se separó de tío Chucho por varias buenas razones. El tío aparte de otros defectos, creía que era el macho alfa de todo Toluca, el varón soñado por cualquier mujer y encima, era muy terco. No mucho después tía Jose se juntó con otro señor (eran así los tiempos, nada de divorcios ni bodas civiles en serie, se juntaba la gente y ya), y tío Chucho le fue a decir que si quería que le funcionara bien esa relación, no olvidara sus consejos cuando estaban juntos. Lo malo fue que se lo dijo en la cocina y acabó en el hospital por el sartenazo (con aceite hirviendo), con que tía Jose le respondió. Ya nunca le dio consejos.
¿Usted le creía al presidente cuando decía que no se iba a reelegir?, ¿usted le cree cuando dice que se va a ir a su finca y que dejará del todo la política?… ¿no?… este su texto servidor, sí, a las dos cosas. Modérese, la señora progenitora de este menda no tiene nada que ver. Mire:
El Presidente López Obrador no quería reelegirse ni prolongar su mandato, porque sabía que era su tumba política. En México, con o sin razón, la reelección es la mayor herejía política conocida. Si volvieran a nacer Santa Anna, Juárez y Porfirio Díaz, tampoco se reelegirían, ni locos, a la vista del actual repudio genético del tenochca simplex a la permanencia en La Silla más allá del periodo que le toca a cada presidente. Ya dentro de algunos siglos entenderemos que la reelección es válida y a veces, conveniente. Pero es otro tema. Lo que importa es que en estos tiempos la reelección todavía es sacrilegio, profanación imperdonable de ese dogma político mexicano, la no reelección… y qué bueno, ya ve que el poder da querencia.
Y de lo otro, de que va a retirarse a su finca allá en Palenque para dedicarse a escribir y que ni va a contestar el teléfono, lo dice en serio, porque ve como imposible que quien cree que será su sucesora, doña Sheinbaum, no lo respete, no siga sus enseñanzas y no cuide su legado (¡qué miedo!). Pero eso no quita que en su caso, particularmente en su caso, no cumpla su dicho: tiene una inmensa capacidad para eludir sus compromisos y responsabilidades, y justificar -ante él, que es lo único que le importa-, sus virajes y contradicciones. Ya sabrá lo que es ser expresidente en este país… nada.
Lo uno y lo otro -no reelegirse y no meterse en política ya nunca más-, obedecen a que sus planes son otros. Que nadie baje la guardia. Este señor en cuanto supo que había ganado las elecciones de 2018, dio rienda suelta, consciente o inconscientemente, a su incontenible narcisismo político. Si contra toda esperanza, ganó las elecciones, eso significaba que sí tiene un llamado Superior, del Dios en que él crea, para conducir el país por la senda que él y solo él definiera; de ahí sus extravíos al hablar.
Y a eso dedicó sus esfuerzos, primero, a construir un poder omnímodo mientras tuviera el cargo y después, ya fuera de Palacio, a ser el natural líder del país, la voz que defina cualquier asunto político, un Lázaro Cárdenas, un Luis Echeverría, pero con poder real para mantener vigente su voluntad suprema, por encima de la ley, como corresponde a su autoridad moral y política. De esto, su necedad en que la victoria de la oposición es moralmente imposible (cosa que le podemos conceder, porque la victoria de la oposición no sería moral sino con votos, faltaba más).
Por eso, por imponerse él sobre todos, impidió que Morena, su partido suyo de él, fuera eso, partido político. Lo congeló definiéndolo como ‘movimiento’, sea lo que sea que él entienda por eso. Y así, Morena carece de vida propia, depende en todo de él, sin él es nada, no forma cuadros, su ideología es la que él diga. No es partido.
Así es que puso a doña Yeidckol Polevnsky de Presidenta de Morena en lugar de él, sabiendo que la doñita haciendo política es un chimpancé jugando ajedrez (cero riesgo al liderazgo de él); y luego a Mario Delgado, un dirigente catatónico, mozo de estoques de él, que no se quita los calcetines sin permiso de su líder, como a él le gusta, 90% de lealtad y 10% de lo demás que igual sobra.
Al mismo tiempo y ya con el presupuesto nacional a su disposición, creó su ejército de ‘siervos de la nación’, que son súbditos de él, más o menos 20 mil criados de él, operadores de sus órdenes en todo el territorio nacional. Ya quisiera Morena esa fuerza de trabajo.
También en cuanto asumió el cargo, se dedicó a destruir todo lo que le estorbara a su intención de ser el Supremo Mandamás Nacional, la voz del amo en todo el gobierno. Para abrir boca, en sus primeros seis meses de gobierno, despidió a 21,144 funcionarios de 17 Secretarías (entre ellos 10 mil del sector Salud, si puede creerlo), una purga de mandos medios y superiores, para ser sustituidos por leales al movimiento… o por nadie por aquello de la austeridad.
Junto con esto, dio inicio al debilitamiento y su deseada destrucción de los contrapesos al poder, a su poder, pero no pudo mucho, el Senado nunca lo tuvo, el Poder Judicial le aguantó sus embestidas y a los órganos autónomos aparte de apretarles el presupuesto y no proponer sustitutos a sus vacantes, no los pudo desaparecer como tanto ha dicho que era su propósito.
Se propuso y consiguió el gobierno de la mayoría de las entidades del país, ofreciendo a los gobernadores salientes, embajadas, consulados y a todos, impunidad. Hoy, 22 estados están bajo su calcañar y eso es mucho y más a la vista de los próximos comicios, pero los gobernadores no se ajustan a los planes transexenales del Presidente, esos siempre se alinean con el Ejecutivo en funciones y la autoridad moral del expresidente, él o cualquiera, se la comen en taco.
Lo que sí controla es la Auditoría Superior de la Federación, creyendo que así queda blindada su desaseada administración; ya se sorprenderá luego, toda auditoría se puede reabrir, es cosa de saberle al truco; y tiene un problema gordo con el tío Sam, que es implacable y se las está guardando. Lo de siempre, el que siembra vientos, cosecha tempestades.