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Tabasco: La Navidad que por fin respira / De Primera Mano

Tabasco: La Navidad que por fin respira / De Primera Mano
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Rodulfo Reyes

Si nada extraordinario ocurre en los próximos días, Tabasco se dispondrá a vivir la Navidad más pacífica de los últimos cuatro años. La frase puede sonar ligera, casi frívola en un diciembre de luces y posadas, pero detrás de esa aparente normalidad hay un suspiro colectivo que apenas se atreve a salir.

Porque hay heridas que el calendario no borra.

Hoy, cuando las calles vuelven a llenarse de villancicos y el clima decembrino suaviza los ánimos, pocos recuerdan —o prefieren no recordar— lo que sucedió el 22 de diciembre de 2022. Aquella fecha, marcada como la antevíspera de la Nochebuena, terminó convertida en un parteaguas: detonó la crisis de seguridad más profunda que haya padecido el estado en tiempos recientes.

El estruendo no vino de la periferia ni de una carretera oscura. Ocurrió en el corazón de una zona residencial. En la casa de Hernán Bermúdez Requena, entonces titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana. El responsable de garantizar la paz de los tabasqueños quedaba expuesto, sin matices, en un episodio que estremeció incluso a quienes ya estaban acostumbrados a los sobresaltos del poder.

El enfrentamiento armado en la residencia del Club Campestre —un enclave donde se supone que la realidad del país no debería abrirse paso a tiros— rompió la ilusión de normalidad. En cuestión de horas, el nombre de Bermúdez Requena dejó de ser el del funcionario de rostro adusto que daba conferencias de prensa para convertirse en un alias que corría de boca en boca, con un tono más propio de novela negra que de boletín oficial: el Comandante H.

Aquel estallido marcó también las Navidades siguientes. Las de 2023 y 2024 se vivieron entre la ansiedad y la sensación de que la violencia podía reactivarse en cualquier momento. Para el gobierno entrante de Javier May Rodríguez, la herencia no fue un inventario administrativo, sino un catálogo de agravios y muertos acumulados en la administración anterior.

Hoy, diciembre de 2025, el ambiente parece otro. No porque haya llegado la justicia —difícilmente llegará— sino porque el miedo, por primera vez en años, empieza a retroceder unos pasos. La investigación de la Fiscalía General de la República contra el ex jefe policiaco está a punto de archivarse en un desenlace frío y burocrático para una historia de alto voltaje.

Nadie espera una sentencia proporcional a la estela de violencia que, según las autoridades, dejó la organización criminal que él habría fundado. Nadie espera tampoco un citatorio para los ex gobernadores Adán Augusto López Hernández o Carlos Merino Campos. La impunidad, en este caso, es una conclusión anticipada.

Pero aun así, la atmósfera ha cambiado. Las noches ya no se sienten al borde de un estallido. Las patrullas ya no circulan con ese aleteo eléctrico que anuncia que algo anda mal. Los tabasqueños han recuperado —aunque sea por ahora— el simple derecho a vivir su diciembre sin sobresaltos.

Por eso esta Navidad, modesta en apariencia, significa tanto. Porque después de años de sombras, cualquier chispa de paz se siente como un regalo inmenso.

Porque aquellas Navidades amargas quedaron atrás.

Muy atrás.

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