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¿Sueños lúcidos o sueños lucrativos? / Sarcasmo y café

¿Sueños lúcidos o sueños lucrativos? / Sarcasmo y café
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Corina Gutiérrez Wood

¿Quién no ha soñado con volar sobre un mar de nubes, resolver todos sus problemas en cámara lenta o, ya puestos, ganarle una discusión a su suegra sin que termine en guerra civil? Pues tranquilos, que para eso existen los nuevos gurús del inconsciente: esos seres iluminados que, por un módico pago y la compra obligatoria de su libro (más caro que un vuelo a Cancún en Semana Santa), prometen enseñarte a controlar tus sueños. No solo eso: también incluyen en el paquete turismo astral, como si fueras mochilero interdimensionalcon membresía VIP en la galaxia 9. Lo único que piden es confianza. y tu número de tarjeta. Según ellos, ese plástico no abre puertas al consumo, sino portales a tu riqueza espiritual.

Porque, claro, ¿qué sabrán los científicos del sueño después de décadas de investigación comparados con un señor en bata de lino que asegura haber visitado Marte en estado REM? Uno que, casualmente, siempre aparece en fotos meditando con un coco en la cabeza. Con su curso exprés de fin de semana, jura que podrás escribir el guion de tu vida nocturna, protagonizar escenas con tu celebridad favorita y hasta salir de tu cuerpo para espiar a tus vecinos o descifrar secretos de Estado. La única experiencia extracorporal garantizada, es ver cómo tu dinero abandona tu cuenta bancaria más rápido que tú evadiendo al SAT.

La realidad es menos mística, pero infinitamente más interesante: dormir no es apagar la mente como tele vieja, sino dejar que el cerebro organice un festival de procesos vitales. Entre fases No-REM y REM, cada noche consolidamos memorias, procesamos emociones y reparamos conexiones neuronales. Nada de portales secretos ni encuentros con “guías espirituales” sospechosamente parecidos al gurú en versión miniatura. Tampoco la posibilidad de invitar a Chayanne a tu sueño para bailar bachata y tomar café. Lo que hay es biología pura y dura, acompañada de un soundtrack bastante variado: desde tus gritos en medio de una pesadilla hasta el perro ladrando y, por supuesto, la alarma que arruina todo justo cuando la trama se ponía buena.

En esa cartelera onírica puedes encontrarte de todo: Sueños lúcidos, donde quizá logres cambiar de escenario si se pone rara la cosa. Sueños recurrentes, como esas series canceladas que Netflix insiste en devolverte. Pesadillas, el cine de terror patrocinado por tuestrés. Y los premonitorios, que la ciencia mira con el mismo entusiasmo que un gato observando la lluvia.

¿Y los cursos milagro? Se apoyan en técnicas de meditación, respiración controlada o diarios de sueños. Todo eso puede ayudarte a recordar lo que soñaste, sí, pero controlarlo por completo, ni de broma. Incluso Stephen LaBerge, psicofisiologista estadounidenseespecializado en el estudio científico de los sueños lúcidos, admite que la capacidad de moldear un sueño es limitada y varía en cada persona. Pero claro, su método no trae pulsera energética ni foto del maestro en Tulum sosteniendo un unicornio de cristal, así que vende menos.

La ciencia es contundente: el sueño sigue fases bien estudiadas. El No-REM repara cuerpo y memoria; el REM procesa emociones y crea esos guiones extraños que intentas contar en la mañana y suenan como un mal piloto de una nueva serie. Estrés, dieta o salud mental influyen, pero ningún curso exprés te convertirá en arquitecto todopoderoso de tus noches. Si eso funcionara, la terapia psicológica ya habría sido reemplazada por paquetes premiumde sueños a la carta con certificado holográfico incluido.

Eso sí, los vendedores de humo son generosos en promesas: aseguran que en un fin de semana puedes resolver traumas de infancia, aprender mandarín y hasta teletransportarte a Brujas para para tomarte una cerveza Brugse Zot con tu alma gemela de alguna otra galaxia. Eso sí: solo después de que el banco apruebe tu pago. Y si no funciona, tranquilo, siempre hay una explicación: no liberaste tu mente lo suficiente. Solución: más cursos, más pagos, más deuda.

Seamos honestos: si fuera posible enseñar control onírico a golpe de retiro espiritual, la magia ya estaría domesticada. Lo que realmente se vende es un espejismo cómodo, envuelto en incienso y hashtags de autoayuda, que puede ser entretenido, pero no deja de ser un fraude sofisticado.

La verdad es que explorar tus sueños es fascinante y gratuito. Un cuaderno, algo de disciplina y quizá meditación aportan más que cualquier retiro con precio de viaje a Europa. Al final del día, o de la noche, los sueños son parte natural de la experiencia humana, no una membresía exclusiva.

Así que, si insistes en pagar para que alguien te enseñe a soñar, hazlo con plena conciencia: el único sueño garantizado es el del guía espiritual, que duerme como un bebé sabiendo que su viaje astral al banco ya tiene boleto de primera clase. Tú, mientras tanto, apenas lograrás teletransportarte a la fila del cajero automático, y si eso no te convence, no te preocupes, siempre puedes soñar que el reembolso llegará, aunque sea en tus sueños. Porque al final, lo único lúcido en todo este negocio no es lo que sueñas: es la factura.

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