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Soy panfletario

Soy panfletario
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Uvel Vázquez

Aquí en Villaflores un campesino se robó a una mujer en un costal de ixtle. —Se ríe alisándose el bigote abundante y acodándose mejor en la silla— Parece increíble, pero así fue. 

Bartola nació sin dos piernas, desde que nació los padres consideraban que era un castigo de Dios y una desgracia con la que tenían cargar toda la vida. La cuidaron como se cuida una planta rodeada de amor. Con el paso de los años, los padres de esa mujer murieron en un accidente. 

La abuela materna se hizo cargo de Bartola. Tenía un rostro bello como Amanda del Llano, así que las piernas era lo de menos, platicaban los muchachos. De todos los varios pretendientes eligió a Atilano Mendoza, de oficio albañil.

Le gustaba andar borracho y cómo era el único constructor por estos rumbos, los interesados en su servicio tenían que aguantarlo para que trabajara así. Bartola corrió con suerte, porque vivía muy bien con él. Sin embargo, Atilano Mendoza cómo era mujeriego, sólo cuando estaba muy borracho le hacía travesura. Aunque Bartola estaba en esas condiciones físicas, lo celaba. ¡Cuidado de salir! Ella sólo sonreía con honda ironía de su esposo. La importancia del costal de ixtle de 100kg. Hay que tener cuido con esos que se pasean con el costal vacío en los hombros, no vaya a ser que se lleven lo que más amas.         

—¿En un costal? — preguntamos. Y continuó limpiándose los restos de comida con una servilleta.  

—La mujer fue robada por el peón de Atilano, su trabajador de toda su confianza. Las personas del lugar donde nació Bartola decían; que la luna en el eclipse de aquella época le comió las piernas. 

Bartola tenía suerte en el amor, todos los hombres de la frailesca se enamoraban de ella, porque era bella de rostro y provocaba inmensa paz al verla. El peón que la robó llevó planeando varias semanas para realizar su malvado plan.

El peón entró a la casa y metió a Bartola en el costal y se la llevó.  Nunca se supo más de ambos. Eso ocurrió aquí, como a tres cuadras. —Lacó se puso de pie, recibiendo una carretada de aplausos, se levantó a descargar la vejiga.

Secundino Gregorio recordó el olor a chile quemado, escribía sin descanso, enamorado de la página de papel. Recordaba la plática de Laco y a la niña rubia, que le quitó la paz.

Leía entre suspiros los consejos del libro Cartas a un Joven Poeta, de R. M Rilke:” Usted pregunta si sus versos son buenos. Usted me lo pregunta…no escriba poemas de amor. Evite de inmediato escribir los temas más comunes: son difíciles. Si su cotidianidad le parece pobre, no la culpe. Cúlpese así mismo de no ser   lo suficiente poeta para encontrar sus riquezas”.

El niño poeta conoce a Marisa Trejo Sirvent que le regalaba libros y le daba consejos para escribir. En la profundidad de la noche, caminando rumbo de la casa de la niña rubia, escuchó entre las hojas de un árbol. La voz de Neruda: “La poesía nace de un largo rechazo”.  

Secundino Gregorio continuó avanzando por las orillas de la ciudad, soñando con ser poeta. Pensaba qué si algún día tendría mujer, sería mandilón. El artista del lenguaje cuando adquiere una responsabilidad matrimonial termina siendo mandilón. Eso es de ley. En su larga caminata se encontró con el espíritu de Cesar Vallejo, el poeta peruano, que se comía el azúcar cuando era niño: En Trilce, Vallejo trató de construir su infancia por medio de la locura del lenguaje. Escribió poemas humanos, los heraldos negros, y una novela acerca de los mineros. 

Después se encontró con Octavio Paz, que tenía la mitad del cuerpo esquelético, desde el follaje de la oscuridad, le pronunciaba: “El poema es creación original y única, pero también es lectura y recitación: participación. El poeta lo crea; el pueblo, al recitarlo, lo recrea”.

Secundino Gregorio con tantas reglas de oro, no podía dormir, despertaba a deshoras, pensando que era muy difícil construir su propia historia. Experimentaba con la hoja de papel, hasta que brotaban las palabras y los verbos volaran como bandas de aves. En una parada de autobús, escuchó a William Faulkner: “si el escritor está interesado en la técnica, más le vale dedicarse a la cirugía o colocar ladrillos”. 

A Secundino Gregorio le se hacía imposible escribir tan siquiera una sola frase. No podría escribir nunca sus memorias. No podría. Más aún cuando Ezra Pound, a bordo del camión donde viajaba con espíritus rebeldes, platicaba que: “ más vale escribir una sola línea en la vida, que mil volúmenes de mierda”. Secundino Gregorio regresaba a casa, más desconsolado con tanta sabiduría del gran universo literario. En el texto de Historia y Verdad, Adam Schaff, enuncia: 

“El proceso creativo para efecto de nuestro trabajo en la modalidad de taller literario lo podemos ubicar en el Modelo Activista Idealista que consiste en: objeto: producto de la actividad del sujeto. Sujeto: papel de predominio, creador de la creatividad individualista. Conocimiento construcción del sujeto”.

Ese día que platicamos con Laco, dijo que “el cuento está en no creérselo”. Sin embargo, enterarse del proceso creativo es importante como empleado del lenguaje.  

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