Home Cultura Sobre la posibilidad de una crítica moral. V

Sobre la posibilidad de una crítica moral. V

Sobre la posibilidad de una crítica moral. V
0
0

Nos hemos ocupado de las posibles, o imposibles, formas del ensayo; da la impresión que mientras se puedan numerar impresiones el ensayo existirá; el ensayista no parece confiar en la forma caótica de sus opiniones donde la expresión parece divergir de los testimonios; el filósofo parece confiar en la impenetrable forma de las categorías la expresión y el testimonio son uno. Debido a que el firme método de los ensayistas es carecer de un método, el ensayista
No es un error apreciar una forma ensayística en los discursos de Simón Bolívar, Juan Montalvo, Eugenio María Hostos, José Martí; pero es un error justificar las formas ensayísticas de los discursos sociales. Literariamente son discursos con un vestido galante que no oculta nada; políticamente son discursos de un vestido pordiosero que oculta las formas éticas más pulcras.
Mientras que The Quintessence of Ibsenism nos sirve para ver las formas del mundo de la manera que Shaw las ve; no nos sirve para ver las formas de la manera que Shaw las escribe en sus obras. The Great Tradition de Leavis nos sirve para saber con qué obras un crítico puede hacer crítica; pero no nos sirve para apreciar la universalidad de las obras estudiadas; The Future of the Novel de James nos sirve para saber por qué hablar del futuro de la novela más que para saber cuál es el futuro de la novela. Valdría la pena dilucidar que el tono profético se debe a que el ensayista aprecia que los temas no son infinitos, porque su conocimiento en las letras es vasto, además no suele enmendar sus ejemplos y sus preposiciones; el tono laborioso surge porque el ensayista aprecia que los temas son infinitos, porque su conocimiento de la literatura es estrecho y su prosa no distingue entre preposiciones y ejemplos.
Otra distinción comprensible es que el ensayo aborda temas sencillos, mientras la filosofía se ocupa de los temas serios. Parece implicar que solo por hablar dentro de la armadura de la seriedad un escrito logra vislumbrar caracteres formales de la sociedad, aunque los caracteres de la sociedad supongan ser una armadura formal, no depende de ella la seriedad de los temas. Cuando Chesterton escribe “The question of whether a man expresses himself in a grotesque or laughable phraseology, or in a stately and restrained phraseology, is not a question of motive or of moral state, it is a question of instinctive language and self-expression.” La fraseología es un accidente de los testimonios, motivo por el que los titánicos esquemas de Schelling brindan menos respuestas que la sátira de Swift. El ensayo es un medio incidental que reclama todo el demerito posible con relación a la rigurosidad de los argumentos; este medio incidental vindica que las formulas humanas no son resumibles a la rigurosidad de un género literario.
El ensayista concibe menos los temas de los que habla que las incertidumbres que lo motivan a hablar de los temas. Dentro de los géneros literarios el ensayo es el más próximo a la reforma, al apelar por una doctrina personal, sin retener la pureza de una idea. El ensayo es retóricamente impreciso, apuntando en cualquiera de los temas que se manifieste (literatura, política, etc.) a ser voz de la contemplación de las masas.
Para concluir nos permitamos una no fútil digresión: el imperio del ensayo no se funda en el terreno de los axiomas, aunque el terreno del ensayo necesita del imperio de los axiomas. Mientras la filosofía está ocupada de resolver sus asuntos con pulcras máximas, el ensayo no tiene la preocupación de ensuciar estas máximas. Elaboremos un ejercicio de caracteres teóricos; definamos que “manner is the involuntary or incidental expression given to our thoughts and sentiments by looks, tones, and gestures.” Contemplemos también una máxima de Coleridge: “In philosophy equally as in poetry it is the highest and most useful prerogative of genius to produce the strongest impressions of novelty, while it rescues admitted truths from the neglect caused by the very circumstance of their universal admission.” Ahora, pretendamos apreciar que el siguiente fragmento, cargado de sentidos e impresiones, tiene la forma de un ensayo:
“Apprends, Marquis, je te prie, et les autres aussi, que le bon sens n’a point de place déterminée à la comédie ; que la différence du demi-louis d’or, et de la pièce de quinze sols ne fait rien du tout au bon goût ; que debout et assis, on peut donner un mauvais jugement ; et qu’enfin, à le prendre en général, je me fierais assez à l’approbation du parterre, par la raison qu’entre ceux qui le composent, il y en a plusieurs qui sont capables de juger d’une pièce selon les règles, et que les autres en jugent par la bonne façon d’en juger, qui est de se laisser prendre aux choses, et de n’avoir ni prévention aveugle, ni complaisance affectée, ni délicatesse ridicule..”
Es probable que en la historia literaria existen innumerables pasajes como el de Molière que supone la forma de un ensayo; si leemos el fragmento se aprecia una idea clara sobre el teatro, sobre su teatro. ¿Por qué si hemos negado la posibilidad de la forma del ensayo, ahora nos declaramos capaces de percibir ensayos en otras obras? Porque la certeza permanente es que un ensayo trata de decir algo, por lo que necesita de la razón o del sentido común; y hemos negado su forma porque tratar de decir algo irrumpe en la razón y en el sentido común al no decir realmente algo. Volviendo al ejercicio teórico; de acuerdo a lo dicho por Hazlitt y por Coleridge el ensayo es una manera que rescata accidentalmente las verdades; es decir, que los temas del ensayo son un accidente de una unión arbitraria de maneras, a pesar de que la arbitrariedad de los temas en las maneras del ensayo no figura de forma accidentada.
De acuerdo a las dos máximas que tomamos, no de acuerdo a los autores que escribieron tales máximas, Molière no escribe diálogos sino ensayos breves. Estas anteriores definiciones están más cerca de nuestro rechazo que de la fiabilidad de nuestras impresiones. No tenemos claro qué sean las maneras, o si el concepto “maneras” es importante para nuestra claridad, o si la verdad tiene alguna relación con el ensayo, incluso si ignoráramos que la verdad en el ensayo está cerca de la mentira. Ignoramos todo esto, pero podemos definir que: “el componente argumentativo de las comedias de Molière está basado en los testimonios de las estructuras ensayísticas.” Presentimos que el estado de las cosas en el enunciado es inútil; pero intuimos que el estado de las palabras en el enunciado tiene que ser útil; parece que la definición nos dice mucho porque confiamos que Hazlitt y de Coleridge dicen algo más, por lo que nos sentimos capaces de escribir qué quiere decir Moliére, y hemos teorizado. En el caso de que nuestro conocimiento sobre Hazlitt y Coleridge nos obligue a decir que está definición no dice mucho porque en los dos autores no hay nada más, por lo que sabemos que dos máximas son inaplicables a un solo fragmento de una comedia, somos evidentemente incapaces de saber qué dijo Moliére, y hemos hecho crítica.
Que el ejercicio, tal vez vano, sirva para contemplar que si apreciamos en una definición la composición de vestigios de impresiones, nos impresionaremos de la capacidad de la teoría para hilar cúmulos de definiciones; es decir, nuestra breve teoría, basada en dos máximas, repetimos la fraseología fiando que las palabras tienen un significado inalcanzable para nosotros, y accesible solo para Hazlitt y Coleridge; el significado inalcanzable de las palabras en la teoría literaria no depende de las argumentos que se han creado, sino de los argumentos que aseveran que los significados de la teoría son naturalmente inalcanzables. Estos fragmentos más que un estudio sobre el ensayo, son un ensayo en sí mismo; la firmeza del ensayo depende de hablar de los símbolos refinados, aunque hablar de los símbolos refinados sea naturalmente una ambigüedad.
Para olvidarnos de esta serie de ineptitudes tendríamos que apreciar la literatura como un subgénero de la oralidad. La literatura es menos un bloque discontinuo explicable mediante en el testimonio de sus géneros, que un testimonio continuo de géneros inexplicables. Para hablar antes de crítica, incluso del ensayo, tenemos que hablar de los clásicos. Finalmente, de la voz de un ensayista escuchamos qué puede hacer un hombre con la literatura, y de la voz de un filósofo escuchamos qué hace la literatura con los hombres. Los límites del ensayo no están en lo literario, sino en lo humano; aunque un ensayista no reproduce la realidad de los lectores, los lectores ansían reproducir la realidad de los ensayos.

LEAVE YOUR COMMENT

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *