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Sin chacoteo / La Feria

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Sr. López 

El papá de la abuela Elena, Ulises, compró un semental para cubrir a sus vacas y contaba ella, el animalazo resultó menos aguerrido que un viejito artrítico. Don Ulises era un ranchero hecho a marro y de pocas palabras: mandó traer al que le vendió el fallido Romeo y le hizo una demostración práctica de lo indiferente que era a los encantos de sus vacas. El otro dijo que llevara de regreso la bestia y le devolvía su dinero, pero el bisabuelo respondió: -Mire usted, yo no me dedico a pasear toros capones, se lo lleva usted, me devuelve mi dinero y me entrega los 20 terneros que debió hacer su animal –y ese argumento con la mano sobre la Colt 45, era muy convincente. Dinero y terneros recibió. Justicia bucólica. 

Da la impresión de que para el tenochca estándar la política fuera como el clima: así como hay tiempo de secas y de aguas, de frío y calor, hay vicisitudes, cambios, tropiezos y desgracias causados por los políticos, ante los que nosotros, los orgullosos integrantes del gallardo peladaje nacional, permanecemos pasivos, como si nada se pudiera hacer: aguanta uno fiascos, chascos, mezquindades, ineficacia, diarreas verbales y corrupción, como el sofocón de los calorones y las empapadas de los chubascos. Y nos quejamos de la política como del clima, sin consecuencias. 

Ahora que estamos en pleno proceso electoral rumbo a los comicios de junio 6 próximo, entre los pocos que se toman la molestia de informarse o se enteran accidentalmente de algo entre cambios de canal en la tele, se crítica la selección de candidatos: parentela de los políticos; sabandijas reconocidas como sabandijas; cómplices reciclados; actores, actrices, luchadores y ‘Miss’ Universo; aparte de reverendos desconocidos y con calzador, algunos respetados actores de la política. Por cierto, en esta vuelta, con la candidatura de Félix Salgado al gobierno de Guerrero, el Presidente parece estar llevando a cabo un experimento en tiempo real sobre la habilidad del sistema digestivo ciudadano para procesar desechos sólidos; va bien. 

Así las cosas, sin pretender haber encontrado la cura milagrosa para nuestras dolencias políticas, se le ocurre a este menda que ya va siendo hora de repensar nuestro sistema de partidos políticos. Salvo alguna rarísima excepción, todos los que alcanzan cargos de elección popular son propuestos e impulsados por partidos políticos y cuando algunos, no todos pero no pocos, resultan ser unas birrias, los partidos políticos los defienden o se desentienden de ellos y en caso de escándalo mayor, lo ‘expulsan’ de sus filas, pero jamás afrontan consecuencia alguna por haber escogido a un delincuente o un menso como candidato a algo. Qué fácil. 

Lo primero-primero que pudiera hacerse, sería dejar de financiarlos con el dinero de nuestros impuestos. Si quiere usted tener un gran negocio, con ingresos seguros, arme un partido político. Según el Diario Oficial de la federación del 3 de diciembre del año pasado, este año se van por ese caño más de 7 mil millones de pesos; nada más Morena recibe 2 mil 195 millones de pesos del dinero de todos, seamos militantes del partido o sus detractores más apasionados. 

De inmediato surge la advertencia: si no se financian los partidos con recursos del erario, se corre el riesgo de que reciban dinero robado al presupuesto público y de que los ricos-ricotes o la delincuencia organizada, les den dinero y compren anticipadamente sus favores. Bueno, le tengo noticias: el que es pillo, es pillo y no porque le den dinero del erario, deja de hacer trastadas. Y este menda se atreve a apostar que no hay partido que resista una auditoría rigurosa de sus gastos, el que más, el que menos, todos reciben recursos ilegales en dinero contante y sonante o mediante donativos en especie, todos. Así que cuando menos, ya podríamos ahorrarnos nuestro dinero. 

Otra cosa del todo inútil que ahora se hace, es poner límites de gasto a las campañas, como si nuestros políticos fueran tan recatados a la hora de respetar la ley. Sobre esto también hay una respuesta de botepronto de los defensores de la situación actual: debe haber límites porque si no, ganarían los que más dinero tuvieran… o sea, como ahora. 

Nuestras leyes electorales son un juego de espejos, reglas en una mesa de tahúres, de poco sirven y solo son de gran provecho para los grupos dueños de esas productivas franquicias que llamamos partidos políticos. 

Como no van a renunciar al dineral del erario, sería muy divertido impulsar una consulta ciudadana, financiada por algún millonario travieso, para imponer una nueva regla: candidato derrotado, candidato que devuelve lo que le dieron para su campaña, garantizado con fianza del partido que lo postuló. Ya estuvo bueno de permitir el negocio de ser candidato para perder… y algunos viven de eso, sí. 

Ya muy en este territorio de los sueños, lo segundo que debería hacerse es revisar eso de los afiliados de cada partido registrados ante el INE. Son puros cuentos y hay disposiciones legales de risa loca: hoy basta el 0.26% del padrón electoral, 233 mil 945 personas, para empezar a recibir carretadas del dinero de todos nosotros. En esta vuelta los nuevos partidos reciben, cada uno, 158 millones 823 mil pesos, ¡bonita cosa! 

Es claro que cualquier mecanismo de control de afiliación es vulnerable, entonces, a grandes males, grandes remedios: que los partidos no registren afiliados y reciban recursos sobre el número de votos obtenidos, pero eso sí: candidato derrotado, candidato que devuelve el dinero de su campaña. Eso sí. 

Nada de esto sucederá. Para que pasara los propios partidos tendrían que darse de tiros en los pies. 

Viendo a qué se está atreviendo la 4T y ante el peligrosamente lastimoso panorama que ofrece nuestra actual vida pública, pudiera despertarse un auténtico deseo cívico entre los poderes fácticos legales que empujaran una renovación completa de nuestro sistema político, con el peligro del retorno del hombre fuerte… y pensar que todo se arreglaría votando sin chacoteo.

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