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Silbando de lado / La Feria

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Sr. López

Cruda se comieron a tía María Luisa las señoras de la familia, cuando se supo que despidió a Linda (Hermelinda), su sirvienta de siempre (grosero usted: es un dignísimo oficio), pues no solo les enseñó a todas a cocinar los mejores guisos oaxaqueños, sino que era un encanto de persona. Tía María Luisa que de tonta no tenía un pelo, zanjó la cuestión una tarde en que le volvieron a decir que había hecho muy mal en correrla: -Si tanto les interesa, la llamo y regresa conmigo, nada más me ayudan entre todas a mantener a sus cinco hijos, que la Linda así nomás, me los fue llevando a la casa… –enmudeció el palenque.

 

El gobierno de los EUA no –no– anunció ayer que dentro de seis meses se acaba el DACA como le decimos a la “Acción Diferida para los Llegados en la Infancia” (“Deferred Action for Childhood Arrivals”). Lo que anunció fue que si el Congreso de ellos no hace una ley para esto en ese plazo, entonces sí los echa.

 

A riesgo de que suspenda usted por siempre la lectura de La Feria, sostiene López que el gobierno de los EUA no tiene ninguna obligación legal de sostener el DACA (otra cosa es lo moral y que sin los tenochcas que están allá se les desencuaderna su país… allá ellos).

 

Durante el gobierno del “amigo” Barak Obama -el 15 de junio de 2012-, el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (US Department of Homeland Security), anunció su decisión de diferir la expulsión de los inmigrantes indocumentados que llegaron a ese país siendo niños, con algunas condiciones: tener menos de 31 años al día del anuncio; no tener antecedentes penales; ser estudiante o haberse graduado (los “dreamers”); o haber formado parte del ejército yanqui… cosas así, lógicas.

 

Pero el DACA no es una ley, ni otorgó derechos a los inmigrantes indocumentados, solo difirió su expulsión; y “diferir” es dejar de hacer algo para hacerlo después. Nada más.

 

El Obama en conferencia de prensa ese mismo 15 de junio, dijo que así enmendarían la política de inmigración de su nación, para hacerla “más razonable, más eficiente y más justa, específicamente para ciertos jóvenes a veces llamados “Soñadores”” (no crea nada, usted chéquelo en “The White House. Office of the Press Secretary. For Immediate Release. June 15, 2012: 2:17 P.M. EDT). Mintió y la gente entendió lo que quería entender. Difirió la expulsión. Nada más.

 

Ahora, el bruto del Trump (bruto en su primera acepción: que hace uso excesivo de la fuerza, la emplea sin control o comedimiento o se comporta de manera maleducada o desconsiderada con los demás, según el diccionario; y según la segunda también: que no tiene inteligencia y por tanto conocimientos), el bruto del Trump, decíamos, amenazado por nueve fiscales estatales que lo iban a demandar si ayer no suspendía el DACA, mandó a su fiscal General, Jeff Sessions, a anunciar que le da seis meses más al Congreso para legislar el asunto de los “dreamers”, y que si no lo hacen, los echa del país (o sea: trató de encontrar una salida, está atoradísimo con esto). El fiscal Sessions declaró:

 

“Lo compasivo es acabar con esta anarquía, implementar nuestras leyes y si el Congreso elige hacer cambios en nuestras leyes, hacer eso a través del proceso establecido”… pues, dirá usted misa, pero sí es una anarquía y sí es el Congreso el que debe hacer las leyes (si les pega la gana, que es su país), y ojalá acabaran con el viacrucis de las  personas que están allá no por su voluntad sino porque los llevaron de niños y ahora resulta que no son de allá, pero de acá tampoco. Les dieron seis meses para que legislen. Parece suficiente. Parece compasivo… qué vergüenza esperar compasión del vecino (y nuestro gobierno apoyando a tuitazos).

 

No se enoje, pero el Obama, ante la imposibilidad de sacarle a su Congreso una reforma migratoria, nos doró la píldora con un programa que difirió la corretiza a los “dreamers”. Nada más. Y cuando -con su sonrisa de fichas de dominó-, apoyó ante la prensa de la Casa Blanca lo del DACA, dejó en el aire las preguntas de los reporteros, entre ellas, la más gorda: -¿Qué pasa con los trabajadores estadounidenses que están desempleados mientras usted importa extranjeros? (algo de razón tienen… digo).

 

El “amigo” Obama es el presidente de los EUA que más inmigrantes indocumentados ha expulsado (cerca de 2’800,000):

 

Reagan (1981-1989), expulsó a 168,364 (y le otorgó amnistía definitiva a 2’700,000); Bush papá (1989-1993), echó a 141,310; Clinton (1993-2001), sacó a 869,646 (a la Lewinsky no le hizo nada); Bush hijo (2001-2009), deportó a 2’017,578 (pero hay que tomar en cuenta que cuando Reagan había en total 3.2 millones de inmigrantes indocumentados -de los que amnistió a 2.7 millones-, pero cuando Bushito, ya eran 11.3 millones, hay diferencia).

 

El Trump, que para nada sirve -ni para malo-, ha deportado un 40% menos que Obama en el mismo tiempo. Nada le sale.

 

Todo este batidillo es antes que nada, una vergüenza para México.

 

Sin ese vecino que mal paga y discrimina, ¿qué hubiéramos hecho con esos millones acá?

 

Es una vergüenza para México que nuestro gobierno primero haya aceptado el “Programa Bracero” (1942-1964) que hizo legal la internación de 4.5 millones de trabajadores, cuando le convino a los EUA (dada la escases de trabajadores por la Segunda Guerra Mundial), y cuando ya no les convino, aceptó que no los echaran, que los siguieran recibiendo pero como ilegales, para pagarles lo que les diera la gana. Por cierto: el paladín contra el “Programa Bracero” y de la expulsión de los trabajadores mexicanos, fue el gran líder que ahora se venera en México, el César Chávez, nacido en Arizona, creador de la “Wet Line” (“Línea de los Mojados”), donde su gente bloqueaba el paso, abierto enemigo de los mexicanos que abarataban la mano de obra, esa fue su gesta.

 

Cada mexicano que ha huido del país por falta de oportunidades y seguridad, es una vergüenza nuestra.

 

Y cada migrante centroamericano que maltratamos, mancha a México. Indeleblemente.

 

Y nuestras autoridades, silbando de lado.

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