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Siete años / La Feria

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Sr. López

Tía Guille (Guillermina), era de natural sereno y muy inteligente. Se casó con tío Daniel, terco de diploma, medalla y banda de honor, y como todo terco, necio (que necio es ser tonto, no obcecado). La tía no discutía con él y lo dejaba porfiar hasta sus últimas consecuencias, como ir a Veracruz por carretera y llegar a Torreón; seguir a pie juntillas su receta de romeritos al vapor para una cena de Navidad; dejarlo usar aceite de cocina en el motor del coche; y sin decir ni pío, verlo intentar un negocio de papel sanitario con chistes impresos en cada cuadrito, en el que perdió un dineral. La cosa es que después de que incendió la casa el día que reparó la instalación eléctrica, le dijo muy serio a la tía: -Por lo que más quieras, Guillermina, ya no me dejes hacer nada, ya no me hagas caso, por lo que más quieras –lo curó.

Los políticos exitosos, suelen ser descritos por sus subordinados como personas que escuchaban con atención opiniones y consejos, especialmente cuando eran opuestos a sus planteamientos. No es de sabios, es la simpleza de que nadie sabe todo de todo.

Sin consideraciones de teoría del Estado, filosofía política ni ética pública, sin necesidad de acudir a palabras tan sonoras como autoritarismo, despotismo, tiranía o dictadura, en cuestiones de gobierno, es muy mala combinación poder con terquedad; un ejemplo:

Mao Tse-Tung, allá por 1958, impuso con toda la enorme fuerza que tenía, el ‘Gran Salto Adelante’ para industrializar a China, prohibiendo entre otras cosas, la agricultura privada, resultado: entre 15 y 55 millones de muertos en la gran hambruna que duró hasta 1962… y su industrialización fue de dar risa.

Para cualquier país es mala noticia que la cabeza del gobierno imponga sus decisiones contra viento y marea. Una de las consecuencias que acarrea semejante ralea de gobernantes, es que acaban rodeados por gente que a todo dicen ‘sí’, ya sea por mediocres, miedosos o ladrones, porque medran con las ocurrencias del poderoso, aunque dañen al país.

Por supuesto el actual gobierno federal mexicano, padece los males acarreados por la obvia terquedad presidencial. Que quiere hacer un aeropuerto chiquito en sustitución de otro planeado durante más de 20 años, se hace, se inaugura aunque no esté terminado y santas pascuas. Que quiere hacer un tren en la península de Yucatán sin proyecto, se hace, se devasta la selva, se pilotean cenotes y se inaugura sin terminar. Que quiere construir una refinería en una ubicación desechada por el Instituto Mexicano del Petróleo, dependencia del propio gobierno, se hace y se inaugura sin estar terminada. Que quiere hacer el corredor transístmico, se hace, se inaugura sin terminar y ya se verá después cómo se doblega a los campesinos, comuneros y ejidatarios, poniendo en riesgo la viabilidad de un buen proyecto por hacer las cosas a la trompa talega.

¿Se imagina el costo en dinero de tanta ocurrencia del Presidente?, busque por su cuenta el estudio de Fausto Barajas, en El Heraldo del 3 de agosto de 2021: entre dinero del erario y pérdida de inversiones privadas, el rosario de caprichos y pifias presidenciales ronda los 2,500 millones de pesos ¡diarios!

Pero mucho más grave es el manoseo del sistema de salud. Por decisiones dogmáticas sin justificaciones ni estudios bien ponderados, se canceló el Seguro Popular, el sistema de compra consolidada de medicamentos, la adquisición a laboratorios farmacéuticos mexicanos de eficiencia indiscutible y la distribución establecida y probada largamente.

Resultado: en el reporte de agosto de este año, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), que es una instancia del gobierno, se informa que la población con carencia de servicios de salud, creció el 250%, pasando de 20.1 millones en 2018, último año del Peña Nieto, a 50.4 millones el año pasado.

Pero el Presidente es infatigable en su porfía. 1. Decretó que Hacienda comprara los medicamentos. 2. Decretó que la ONU comprara los medicamentos. 3. Decretó que el Insabi comprara los medicamentos. 4. Decretó que la Secretaría de Salud comprara los medicamentos. 5. Decretó, este 22 de diciembre, que Laboratorios de Biológicos y Reactivos de México (Birmex), empresa del gobierno, comprara los medicamentos. A ver si a la quinta le atina porque el sexenio se le está acabando.

Birmex, dice el decreto, tiene 15 días (que vencen el 5 de enero del 2024), para establecer los lineamientos, requisitos y procedimientos para las compras consolidadas y la distribución de los medicamentos; y 30 días (vencen el 22 enero del 2024), para modificar su normativa, registros, sistemas y plataformas físicas o electrónicas, para la compra y distribución de medicamentos.

Pero hoy, el Presidente inauguró la súper farmacia del gobierno en Huehuetoca, Estado de México, en la que no tienen pero van a tener todos los medicamentos y (lo dijo él), “ese gran almacén, va a tener un sistema de comunicación y de transporte para que, si falta un medicamento en una comunidad, en un pueblo, en un municipio, en un estado, sea un centro de salud, un hospital, en 24 horas se tenga el medicamento, porque van a estar todos los medicamentos que se utilizan para atender todas las enfermedades (…) Va a tener todo el apoyo de las Fuerzas Armadas, con aeronaves, fuerza aérea, transporte terrestre”.  Luego matizó y dijo que surtirán en un día o dos.

Los especialistas y los que saben de esto, claman que no es por ahí, pero el señor no oye. Nada más piense usted que hay 1,395 hospitales del sector salud y más de 21 mil unidades de atención ambulatoria, en 2,458 municipios, 16 alcaldías y casi 330,000 pueblos.

La súper farmacia cuando exista va a ser otro fracaso y el Presidente ya cuando no sea Presidente, pasada la borrachera del poder, reclamará en su defensa que lo obedecían. Va a ser tarde, con tanta cosa inocultable.

Pero, anímese, el año que entra viene muy bien, en Palacio Nacional hay cambio de huésped. En México, no hay mal que dure siete años.

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