Sr. López
Tía Sara, de las de Autlán, era un pan de Dios, bondadosa y paciente, que a cada trastada de su esposo, el fementido tío Nacho, decía: -Otra… -alzaba las cejas, tronaba la boca, negaba con la cabeza y ya. Pasaban los años y seguían las fechorías del tío que era la versión urbana de Juan Charrasqueado, con ella diciendo después de cada nueva felonía: -Otra… -siempre sin consecuencias a pesar de que sus hijos, ya adultos los siete, le decían que lo dejara, que ellos la mantenían, pero no hacía caso, hasta la mañana en que regresó después de una de sus parrandas y la tía lo recibió diciendo: -Esta fue la última, Nacho –y mientras él estaba durmiendo la mona, ella fue por un bidón de gasolina, le metió lumbre a la casa y se fue. No quedó nada; bueno, el tío en calzones a media calle y sobrio del sustazo que se llevó. La familia se lo festejó.
Estamos a punto de rebosar el vaso. No sabemos cuál gota será la que lo derrame.
El espejismo de que vamos bien, se apoya en que el país mantiene un robusto comercio con los EUA: 779,300 millones de dólares, mdd, en 2022 (89 mil mdd por encima de China); con un saldo entre lo que les compramos y les vendemos, de 130,552 mdd a favor de México y al mismo tiempo, con una inversión extranjera, nada más el año pasado, de 32,500 mdd.
Mientras eso, la población parece aceptar la grave situación de inseguridad pública, como parte de la normalidad, aunque pudiera ser que esté agotada su capacidad de asombro ante el bombardeo de cifras de asesinatos, desapariciones, secuestros, extorsiones… y no se prende una alarma nacional por el control de los delincuentes en cada vez más amplias regiones y su intromisión en los procesos electorales, con toda impunidad (de esto no hay una sola investigación de la FGR, que a fin de cuentas, “la delincuencia se portó bien”, declaró el Presidente el día después de los comicios del 2021).
Pero la realidad es terca. Igual que el clima y los animales, los fenómenos sociales no saben de fronteras. Nuestra delincuencia organizada permea hacia los EUA y su gobierno lleva cuenta de lo que sucede, balanceando las consecuencias de seguir haciendo el tío Lolo, con las de un frenón en el intercambio comercial y una avalancha hacia allá, de refugiados mexicanos y de otras nacionalidades.
Mientras, nuestro Presidente consigue mantener fuera del foco de atención la escandalosa inseguridad pública que durante su gobierno se ha acrecentado, mucho. Su táctica, más maniobra que estrategia, consiste en mantener el enojo público en asuntos irrelevantes aun al precio de hacer el ridículo, como llamar “auto atentado” el intento de asesinato de Ciro Gómez Leyva o “mascotas” a los pobres. Todo lo que sirva para distraer, vale, así sea la tontera de cambiar el lugar en que se sientan representantes de los otros Poderes en un acto oficial o el quién es quién en los precios de la cebolla y los huevos.
Lo que sea pero nada que tenga que ver con la realidad mexicana: el país se está desangrando y el Presidente hace gestiones ante el gobierno de Austria para recuperar el penacho de Moctezuma y si no quieren devolverlo, que nos lo presten un año, con todas
las seguridades del Estado mexicano de que se los cuidamos bien y se los regresamos. ¡Así se forjó el acero!
Pero el tío Sam, aparte de sus malas costumbres, duerme con un ojo abierto. En 2019, en 2020, en 2021, en 2022 y ayer, hay quienes en los EUA piden que las bandas de la delincuencia organizada en México, sean declarados grupos terroristas. Y no es de risa.
En los EUA tienen dos leyes para combatir al terrorismo. Una es de 1996, de los tiempos de Bill Clinton en la Casa Blanca, es la Ley Pública 104-132, llamada Ley Contra el Terrorismo, Ley Antiterrorista y de Pena de Muerte. La otra es la Ley Patriótica, que promulgó George Bush como respuesta a los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Y no es de risa porque los EUA no son muy remilgados a la hora de cobrar facturas. Esas leyes, fundamentadas según ellos, en tratados internacionales y convenios bilaterales, tienen -según ellos y por sus pistolas-, jurisdicción internacional, o sea, son de aplicación extraterritorial, en otros países. La segunda de esas dos leyes, dice clarito que abarca conductas o delitos que consideren afectan su seguridad nacional, como el terrorismo y el narcotráfico; y desde el 2002, la DEA definió la mezcla de los dos últimos delitos como “narcoterrorismo”, que es el “subconjunto de terrorismo, en el que grupos terroristas o individuos asociados, participan directa o indirectamente, en el cultivo, fabricación, transporte o distribución de sustancias controladas, así como el dinero derivado de estas actividades”. ¡Uy!
Los que ayer pidieron al presidente Biden que nos aplique sus leyes contra el narco terrorismo, fueron los fiscales de 21 estados de los EUA. No es moco de pavo.
Vale advertir que son fiscales de estados gobernados por el Partido Republicano, que lo hacen para meter en un brete a Biden, del partido Demócrata. Pero don Joe no es tontito ni improvisado y sabe que puede usar a su favor esta petición, porque no hay manera de disimular ante la población de su país, lo que está pasando y porque les acomoda muy bien culpar de todo ese tremendo despelote a los delincuentes mexicanos, siendo que es un problema de ambas partes.
Como sea, los atentados del 11 de septiembre de 2001 le costaron a los EUA 3,001 muertos (sin contar los 19 terroristas); ahora compare usted eso con los cien mil muertos por sobredosis de fentanilo del último año.
Dice la petición de los fiscales yanquis: “La existencia de tales fuerzas al otro lado de nuestra frontera terrestre del suroeste y la incapacidad del gobierno mexicano para controlarlas representan una amenaza para nuestra seguridad nacional mucho mayor que una empresa típica de narcotráfico”.
Señor Presidente López Obrador, con todo respeto, póngase a trabajar, ya, en serio, el tío Sam es muy mal enemigo, es vengativo, no sabe perder, siempre arrebata.