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¡Sí somos y qué! / La Feria

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Sr. López 

Sostiene López (lamentando no apellidarse Pereira), que el mejor escritor mexicano de todos los tiempos es Jorge Ibargüengoitia; no es falta de cariño señorita de Asbaje, se le quiere con el alma; don Rulfo, se le admira… pero aún hay clases; y lo siento don Paz pero si la Academia Sueca hubiera leído “Las muertas”, inspirada en las Poquianchis: ¡tenga su Nobel! En fin, aunque usted no esté de acuerdo, es opinión de uno que no nada más por López no vale. 

Sostiene este menda su dicho no sólo por la fluidez tan grata de la prosa de Ibargüengoitia, ni por las carcajadas que causa al explicar con paciencia de maestro de los de antes, cosas tan serias como que el taco de canasta es el momento culminante de la tecnología mexicana, pues “es el Volkswagen de los tacos: algo práctico, bueno y económico”; no, no por eso es la gloria nacional de nuestras letras, sino por su columna “Instrucciones para vivir en México”, que publicó en el Excélsior de 1969 a 1976, particularmente por la del 18 de julio de 1972 (fecha insigne), dedicada a probar que levantarse temprano es un mal hábito, cosa tan cierta que los obispos y el Papa jamás celebran la misa de seis, los toros no embisten antes de las cuatro y la ópera empieza en la nochecita (sí, nada decente se hace temprano, que los fusilamientos son rayando el alba, aclaró Ibargüengoitia). 

Es más, se atreve a asegurar este su texto servidor que de no haber muerto don Jorge apenas a los 55 de edad, hubiera escrito despuesito de sus “Instrucciones”, el “Diccionario para vivir en México”. Necesarísimo y ahora, urgente. 

Ya hemos comentado el real significado de algunas expresiones de nuestra habla cotidiana, como cuando nos comprometemos a algo diciendo “mañana”, que no significa al día siguiente; “hay que vernos” que es adiós definitivo; “en un ratito”, abre un indeterminado compás de espera; y “te lo juro”, es confesión plena de que se está mintiendo. Así, vivimos sin sobresaltos porque dominamos la traducción instantánea de lo que escuchamos con poco margen de error: “temprano” es a las nueve; “tempranito” a las siete y media, máximo; “lo que tú digas” dicho por la esposa es advertencia seria y “como tú quieras”, también, pero grave; y “aguántame tantito” significa “no te voy a pagar”. 

Por supuesto sería recomendable que el “Diccionario para vivir en México”, incluyera un “Apéndice de voces y frases del idioma oficial”, válido para el presente gobierno, a modo de impedir malas interpretaciones al escuchar palabras como “iniciativa” que en estos tiempos de la 4T, significa “versión definitiva a ser aprobada por el Congreso sin moverle una coma”; o frases como “consulta popular”, por la que debe entenderse “consulta privada” de una persona con esa misma persona, en Palacio Nacional; “primero los pobres” a la que aplica “aguántenme tantito”; y entre otras varias, “fortalecimiento de la democracia”, que debe entenderse como “permanencia en el poder de Morena”. 

Si duda de la necesidad del Apéndice de dicho Diccionario, mire nomás el cuentazo con el que le sacaron el voto a favor de la reforma a las leyes electorales (el afamado Plan B), a los diputados de Morena; su líder don Mier, sostuvo hasta la afonía que ninguna de las más de 450 modificaciones legales iba contra la Constitución y los tribunos de su escuadra, le creyeron cuando afirmaba que esas iniciativas eran las del Presidente sin 

mencionar que él había agregado dos peticiones de sus partiditos rémora para que no perdieran el registro como institutos políticos nacionales y pudieran guardarse dinero del presupuesto para campañas, pues sin ellos ni mayoría simple tiene Morena. Pero don Mier insistió en que eran para fortalecer la democracia y nuestros órganos electorales, cuando lo que el tal Mier estaba diciendo era “no la he leído pero son órdenes del patrón y que Dios nos agarre confesados”. Y los agarró (sin confesar), se supo de los añadidos y el Presidente tuvo que aceptarlo. 

Por eso el Plan B se hizo Plan C, al reconocer el Presidente y su Secretario de Gobernación que “por error” achacable a “los duendes”, iban dos cositas que ya se iban a corregir si el Senado era tan amable de devolver la iniciativa a los diputados. Nada más que los senadores parece que no son tan crédulos y en vez de nomás echar dos taches y regresar los papelotes a los diputados, se pusieron a leer y encontraron no dos sino 70 cosas contra la Constitución y después, ya ayer, resulta que eran 100 artículos a contrapelo de la Constitución. De esta manera el Plan C que era nada más quitar las canonjías a los partiditos socios de Morena, pasó a Plan D, que resultó de las observaciones de los senadores que no, no son los chamacos de los mandados aunque sea el Presidente el que mande por los refrescos. 

Los aplaudidores del Presidente, en un duelo de dobladas de lomo, están que trinan en contra de Ricardo Monreal, el líder de Morena en el Senado, pues a él atribuyen que el Plan C se haya atorado igual que el A y el B. Uno de ellos, César Cravioto lanzó una amenaza a don Monreal: “Todos tenemos que ir a favor. Es un tema prioritario para el fortalecimiento de la democracia, para el proyecto de la Cuarta Transformación. Son de las iniciativas donde todos tenemos que ir a favor”, y remató diciendo que don Monreal se alinea o queda fuera de Morena (¡uy, qué miedo!, diría el clásico, ya sabe quién). 

La realidad es que entre patrióticas declaraciones y alegando la defensa de la democracia, el Presidente pretende condiciones favorables a su partido en las elecciones del 2024 (y las del 2023, en el Estado de México y Coahuila), lo que no debería sorprender a nadie, aunque sorprendentemente, se haya intentado con tal desaseo y prisas. Ya no le salió. 

Ahora habremos de ver si los diputados de Morena vuelven a creer en su minilíder o se acuerdan de que en eso de cambiar leyes, lo urgente PUEDE esperar y lo muy urgente, DEBE esperar… o si la vuelven a aprobar como se las pongan y sin leerla al grito de ¡sí somos y qué!

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