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¡Sí se puede! / La Feria

¡Sí se puede! / La Feria
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Sr. López 

Tía Amelia tuvo doce hijos varones. Era de Autlán, grandota, brava pero tierna, práctica y muy inteligente; enviudó con el más chico de siete de edad y sacó adelante a los doce trabajando como mulas ella y los más grandes. Sus hijos eran buenos pero terriblemente traviesos (no malosos), y la tía repartiendo tranca era mejor que un beisbolista de las grandes ligas. Un día una vecina le dijo que educara a sus hijos sin tranca, con buenas razones. Tía Amelia le respondió de aire: -Usted tiene marido y cuatro hijos, ¿qué le parece si le mando cuatro de los míos y cada una educamos ocho chamacos? –enmudeció el palenque. 

Ayer por fin, se supo cuál es el objetivo de la 4T, cuál es el proyecto de nación de este gobierno: Dinamarca. Ese es el modelo. La meta, se entiende, sería hacer de México la Dinamarca de Latinoamérica. ¡Cosa más grande!, diría Trespatines. 

Declaró el Presidente en su madrugadora: “Dinamarca es mi modelo a seguir (…) Es mi ideal (…) No hay corrupción (…) cuando uno platica con un danés y le dice que el problema en México es la corrupción, les cuesta trabajo creerlo (…) sí es mi modelo a seguir en lo que tiene que ver con un país extranjero y con el estado de bienestar (…)”. Se abrieron los cielos y el Espíritu de Dios descendió sobre él, ¡aleluya, aleluya! 

Tomar ese ejemplo no se le puede recriminar pero si nuestro Presidente compara al país que tiene el honor de gobernar con Dinamarca, habría de verse primero si son comparables, no vaya a ser que esté comparando el guacamole con el Aquavit que es como el vodka y no se unta. 

Dinamarca tiene una extensión de 43,094 km2, cinco mil más que Yucatán y su población, 5 millones 800 mil habitantes, es menor a la de Guanajuato. México tiene casi dos millones de kilómetros cuadrados y cerca de 130 millones de sonrientes habitantes. Por población, gobernar México es gobernar 22 dinamarcas… ¡ah! y no tienen 3,169 kilómetros de frontera con el principal mercado consumidor de drogas del mundo, digo. 

Dinamarca es una monarquía parlamentaria; su reina desde 1972 es Margarita II, es la Jefa del Estado; el Jefe de Gobierno es el Primer Ministro y el Parlamento lo puede despedir cuando quiera (cuando quiera). Puestos a escoger, que el Presidente se quede de Rey de la Dinamarca Tenochca y le deje la bronca de gobernar a otro (y no lo corre nadie, nunca). 

Dinamarca tiene un robusto régimen de bienestar pero las cosas cuestan: las empresas son las que pagan menos impuestos, el 22% y alrededor de dos mil dólares para seguridad social de cada empleado. Mientras, el danés de a pie paga más o menos 200 dólares para seguridad social, más el 8% de su salario como contribución a gastos de enfermedad o capacitación y el 0.7% para la iglesia (sí, señor); súmele el impuesto sobre la renta que va del 33.9% al 54.2% y el IVA del 25% (parejo, en todo)… ¡ah! y sus ahorros pagan entre el 27% y 42% de impuestos. Claro que lo cuidan cuando está viejito o enfermito, nomás faltaba que no. 

Dinamarca no tiene algo como nuestra Ley Federal del Trabajo y llaman “flexiseguridad” a su sistema de fácil contratación y despido de trabajadores; no hay salario mínimo; no tienen compensaciones por trabajar horas extra; trabajan máximo seis días a la semana… las horas que diga el patrón que se pone de acuerdo con el sindicato sin intervención del gobierno. Bonito (dijo el patrón). La tercera parte de la población trabaja para el gobierno (más o menos). 

Dinamarca por su economía, aparece en los primeros lugares de “felicidad” según “rankings” internacionales, pero oler bien no es estar sano: su tasa de suicidios es de 10.17 por cada cien mil habitantes (en México es 5.4). Es una sociedad hecha garras: es el segundo país del mundo con mayor consumo de antidepresivos y su gobierno considera que tienen una epidemia de depresión con un serio problema de alcoholismo: el 95% de los jóvenes de 15 años se considera bebedor, muy bebedor o alcohólico; ahí busque la película danesa “Otra ronda”, Oscar a Mejor Película Internacional de este año, crítica del alcoholismo en Dinamarca y la crisis de los matrimonios. 

Sobre ese cero corrupción de Dinamarca que hace salivar al Presidente… bueno, sí, pero Dinamarca existe desde el año 955 d.C., hace 1,066 años ya era país (como prueba la inscripción rúnica del rey Gorm el Viejo en la piedra pequeña de Jelling). Nosotros andamos en 200 años, aunque país, país, somos desde hace apenas 92 (contando de 1929 para acá), que todo lo anterior fue otro Estado (la Nueva España), muchos bochinches y rebatiñas todo el siglo XIX y la guerra civil del siglo XX que llamamos “revolución”. Como sea, en el mejor caso, Dinamarca nos lleva 866 años de ventaja, digo, cuenta. 

Transparencia Internacional clasifica a Dinamarca como el país menos corrupto del mundo, pero desde 2019 está envuelto en un grave escándalo mundial de lavado de dinero; la autoridad de la Unión Europea los encueró: son una inmensa lavandería de dinero de origen dudoso, con al menos 230 mil millones de dólares sanitizados en su sistema bancario en un año. Después de su enorme ridículo, Transparencia Internacional, explicó y lamentó que Dinamarca con un sector público limpio, permita la mayor corrupción en todo el mundo y emitió una nota titulada “Problema entre los de arriba: por qué los países mejor puntuados no están libres de corrupción”. 

Transparencia Internacional explicó que hay países que no son corruptos pero son corruptores, que ellos revisan cohechos, desvíos, conflictos de interés, lo que “no significa que estén libres de corrupción”, y llamó a “abrir los ojos”, a que en Dinamarca hay una cultura del soborno y sus empresas lo practican en otros países para obtener ventajas comerciales, con la irónica consecuencia de que así refuerzan la visión de que los países menos desarrollados son más corruptos… y sí, pero ayuda que los sobornen los caballeritos. ¡Tenga para que aprenda! (usted aplíquele el consejo a ya sabe quién). 

Y ese es el ideal presidencial. ¡Sí se puede!

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