Sr. López
La prima Leticia era de las de Toluca, normal, guapita de panzazo, pero inexplicablemente, los muchachos la correteaban, se quejaban los vecinos por tantas serenatas y tenía los novios de dos en dos. Ya cerca de adquirir el trágico carácter de quedada (que en ‘illo tempore’, eran los 19 de edad), le empezó a urgir casarse y no sabía qué hacer: uno de sus novios era ingeniero, muchacho serio, trabajador y sin vicios; el otro trabajaba de lo que encontraba, bailaba precioso (así decía ella), y era muy simpático. Eligió al simpático. “Si lo voy a aguantar el resto de mi vida, que me haga reír”, explicó tan fresca. Bueno, cada quién.
Si las elecciones se decidieran por el voto informado de la ciudadanía, no sería complicado atinar a su resultado. Pero no es así ni se vota así, ni en México ni en el mundo libre. Los que dicen que saben, aseguran que las elecciones las ganan los que despiertan emociones. Ha de ser.
Otra cosa que parece ser del todo cierta es que en estos tiempos de hipercomunicación tan variopinta, la mayor parte de la masa, no se informa, no le da por leer, meditar, comparar, contrastar, obtener sus propias conclusiones y decidir su voto; todo eso le es ajeno a los que componen la parte mayor del peladaje de a pie, no por irresponsables, sino que la mayor parte de su tiempo se les va en la batalla para comer con cierta regularidad.
En México la gente que acude a las urnas a votar, decide su voto por lo que llamamos “latida” (lo que le “late” al tenochca simplex ya con boletas y crayola en mano). Y ni enojarse con los que votarán a lo puro baboso, también los hay, que este manda conoce señoras muy decentes que votaron por Peña Nieto por guapo; por Fox, por grandote… por Calderón… bueno, por inteligente. Y tampoco es un misterio que el tenochca simplex haya elegido al actual señor de Palacio: molió tanto que le dieron su chance, no se vaya usted a creer que lo hicieron porque los convenció sobre las ma-ra-vi-llas de la izquierda versión tropical, para nada y como prontito se desilusionaron del redentor, le rompieron la crisma en las elecciones intermedias (no se nos olvide).
Las campañas como las conocemos, son muy pero muy recientes, empezaron en los años 20 del siglo pasado en los EUA, gracias al radio (o la radio, como prefiera). Antes, los recorridos personales de candidatos eran la única manera de hacer llegar su mensaje a la gente, medio muy limitado. Con el radio se llegaba a millones en directo, sin intermediarios. Y no fue hasta el gobierno de Franklin D. Roosevelt en marzo de 1933, que la gran masa de ciudadanos oyó en sus radios a su Presidente, hablándoles en lo que denominó “charlas junto a la chimenea”, explicándoles con lenguaje llano, tal y como conversa la gente común, las complejas medidas que adoptó en su gobierno; los historiadores las consideran esenciales en su éxito en sus tres reelecciones como Presidente. Fueron 31 charlas en total, en más de doce años de gobierno.
Dada la hemorragia verbal-presidencial que padecemos en México (y que doña Claudia ha prometido continuar porque “el pueblo lo pide”), viene bien recordar lo que Roosevelt respondió a un banquero muy importante de la época (¡ese mero!, recuerda usted bien: Russell Leffingwell), quien le insistía en que hablara más por radio:
“Lo único que temo es que mis charlas sean tan frecuentes que pierdan su eficacia. … Cada vez que hablo por aire significa cuatro o cinco días de largo trabajo extra en la preparación de lo que digo. En realidad, no puedo permitirme el lujo de quitarle este tiempo a cosas más vitales. Creo que debemos evitar demasiado liderazgo personal (…)”.
Porque el señor Roosevelt leía, leía cuidadosamente lo que cuidadosamente había preparado asistido por sus asesores. ¡Ah!, si el residente de nuestro Palacio no improvisara guiado por cuatro ideas que de tan dichas ya se le deshilacharon.
Sin que sea rudeza innecesaria, le comento que el monumento a Roosevelt en Washington D.C., mide tres hectáreas. Así lo ven en su país, de ese tamaño era el señor que habló 31 veces a su pueblo, a todo su pueblo. Y por supuesto, les dio motivos de orgullo, sí, “compartiendo las buenas noticias y las malas noticias”, decía.
Bueno, de regreso a nuestro tema: si de desatar emociones se trata, la candidata del Presidente a la presidencia, tiene un problema. La inteligencia de doña Sheinbaum no está en duda, pero no está en un concurso para ganar una cátedra científica, sino tratando de conseguir el voto popular y la dama, no emociona ni desata pasiones, carece de carisma y personalidad, agravado todo por su insistencia en imitar al actual Presidente, sin sospechar que ese estilo ya hartó a las mayorías… pero como si tuviera miedo de que la bajen de la candidatura, al hablar a la masa, más bien se dirige a su jechu (jefecito chulo). Allá ella.
En cambio, enfrente tiene a una señora que es pura pasión. Doña Xóchitl cayó en un bache y se frenó la efervescencia inicial de su candidatura. Parece que ya lo entendió y su discurso de este domingo de cierre de precampaña en la CdMx en la Arena México, prendió a los 20 mil asistentes. Otra vez fue la Xóchitl de todos y habló de nuevo como ella habla. Y usó varias frases de esas que se pegan: “primero los pobres (es) primero los López”; y la frase estelar: “Claudia es claudi-car”.
La mala noticia para la campaña de doña Sheinbaum, es que no va a variar su discurso ni miedos, la atenaza el Presidente. Apuesta al triunfo vía mapachería organizada. Allá ella.
Doña Sheinbaum está en campaña desde hace dos años y cuatro meses. Massive Caller (encuestadora que suele acertar en sus pronósticos), dice que al 14 de febrero pasado, doña Angustias Sheinbaum tiene el 42.6% de preferencia electoral. Doña Xóchitl empezó a ser vista como posible candidata a mediados de junio pasado, en poco más de seis meses tiene ya el 32.9%… esa diferencia es nada y al comparar recursos, menos que nada. Una candidata artificial y otra de la raza. Parece que sí se puede.