Uvel Vázquez
Secundino Gregorio se divertía haciéndose una puñeta, como escribiendo sus propias historias, de las muchas veces, que iba a los burdeles. Le importaba muy poco el estilo literario. La gravitación universal de tus manos, de tus labios llenos de sentimiento, me llenaban de luz. Tu desnudez es el equilibrio de la vida. Tu desnudez es la alteración de las pasiones. Tu desnudez es la metamorfosis de este silencio líquido. El equilibrio de tus gestos y de tus palabras, son las coordinadas del cielo. Eres el agua viva, el fuego eterno. Me piensas con los ojos.
Me hablas con tu cuerpo callado. Soy lujuria de tus soledades. El movimiento secreto de tus manos, cuando a deshoras, me buscas. Callada, inmóvil, dormida, agitada, sola, con tus manos en tus muslos, caprichosamente solo, voluptuosa, ebrio, soñando. Eres la quietud de este silencio. Tu vientre es de vino y de violencia. Tu piel es el sentimiento más hermoso que me envuelve como hierba. Eres este silencio de biblioteca que me aterra. Tus piernas son los caminos más largos de mi vida. Busco tus pechos como en una arboleda solitaria, y llena de misterios.
Eres esta soledad de panteón, que me rodea largamente. Conozco tus gestos de tu cuerpo desnudo. Celebro tu juventud, la orgía de estas horas, como un pleito de gallos, las horas en llamas. Vengo de un exorcismo y no es una frase hecha. Bajé a los caminos oscuros de la muerte. Peregriné por el camino más amargo del llanto. Anduve cadáver penando. Mi cuerpo con hormigas, apestaba. Adivinaba desde el octágono de sombras. Me retiré de los amigos. Viví aislado de toda lisonja. Secundino Gregorio bajó a los infiernos por un hechizo potente que Olga le hizo con tal de volviera nuevamente con ella. Secundino Gregorio soñó que la muerte lo llevaba hacia el páramo. La muerte le dijo que se le acaba el tiempo. Él le dijo entonces: __Oh puta muerte, te haré 70 veces el amor. Y después me llevas, ¿qué dices? ___¡Órale! __le contestó. El poeta cogió a la muerte tantas veces como pudo. La muerte lo dejó en paz.
Secundino Gregorio continúo escribiendo sin importarle el pinche estilo. El calor de tu cuerpo junto al mío, la emoción, la pasión gramatical, que me une más a ti. Tus manos llenas de almendras. Tus pies envueltos de sol, vestidos de ríos, de riberas, de armonía cósmica. Ah, tus cabellos perfumados de enredaderas con flores diminutas. Me lleno de tu olor. Tu cuerpo es mansión abandonada, polvo del cielo, celestial, llanura, playa, donde me pierdo con tus olas de emoción. Tus cabellos alborotados flotaban como rayos sobre la tierra revuelta de historias.
Amo tu cuerpo de amor y de silencios. Me instalo en la ventana para verte crecer. Me encanta verte. La inmensidad de tu cuerpo de miradas me pierde. Los minutos arden. Las cenizas de las palabras habladas sobre el cenicero. Te abrazas a mí, quedándote sobre mí. Desnuda e insomne, te sientas sobre mis rodillas. Me acaricias con tu lengua, con los ojos cerrados, galopas sobre mí, galopas. Tu desnudez me amarra, me anuda más a ti. Te quiero desde que me acuesto, y me levanto. Tu desnudez, me congrega a mi soledad. Ando en tu búsqueda. Ando rodeado de silencios. Rodeado de preguntas. Rodeado de llantos. Te adivino. Sospecho que no eres mías. Te asedio como la noche, como la luz. Tu amor es la patria que amo. Sembrada de ilusiones. Tu vientre como arboleda. Tus piernas agitadas en el torbellino de la vida.
Consuélame con tu camino, con tus gestos de agua y de silencio, despiértame. Tus pasos avanzan sobre la ceniza de las horas líquidas. Acalorada. Cruzamos ciudades, lámparas, miradas, desteñidos países de sol, ramas de minutos, estancadas murmuraciones, encaladas esperanzas nuestras a campo abierto. Tu respiración desde la penumbra enciende, mis pensamientos peregrinos. La noche en un costal de gatos. Junto a ti, permanezco inmóvil, callado con el fuego de tu cuerpo desatado. Tu cuerpo me libera. Secundino Gregorio la contemplaba a diario: Pegada al cristal desnuda, mirándote, mirada, emocionada, triste. A solas te acaricias. Abandonada, girando como la luz que se destruye con tus movimientos suculentos. Me arraigo a ti en tus brazos que me duermo.
Me llenas de alegría nuevamente nueva. Eres el pequeño recreo de mi vida adolorida. Lamo tu cintura como el sol. Tu ombligo donde descansa mi deseo. Tus bellas orejas con pendiente como de lágrimas, las beso despacio. Amo tu boca emocionada con mi sexo. Tus labios sobre mi cuerpo. Sometido a tu desnudez, acabo por rendirme. Me recorres dulcemente, pálidamente caigo con tu desnudez celestial. Eres mi abrigo de sol. El sitio donde me encanta estar a cada instante, porque me siento protegido por ti. Cuando estoy contigo, me siento tan dichoso. Eres el rincón que busco para amarnos. Desnuda, abrigada por mis labios. Tu boca, amor mío, sobre mis piernas, me hace viajar, gritar que vivo, que soy feliz. Me aprietas más a ti. Sería un hipócrita si te dijera que no me seduces. Tus pechos de sol y de sombra. Incandescente frescura: eres. Torbellinos de colores dispersas con tu hermosura. Tus manos frutadas, reconcilian soles y lluvia. Amo la dulzura de tus encantos. Amo tu cuerpo desnudo: dormido, o despierto.
Vas por las veredas de mi sueño. Ofrendas tu seno al deseo carnívoro, mineral que me agota tu bello cuerpo. Bailarina de mis visiones. Pegado a ti, junto como tu sombra. Juntos como en una palabra: tus gemidos y mis latidos juntos. La caridad de tu piel, me invita a tu reino: distante y distinto. Tu reino de agua y de silencios. Reinas en mi soledad. Bélico es tu sexo de sol. Tus piernas, atraen como tumba. Atraen como la locura. Prisionero de ti, atado a tus cadenciosos movimientos. La oscuridad va destruyéndome con su melancolía. La luna en mi cigarro, brillan las nubes lejanas como hojas pegadas al lienzo grisáceo del cielo. Con esa rabia de olvidarte, de súbito me agobia la podredumbre. He aquí que no estás sola, estás conmigo. Y te invento mientras escribo, reglones ennegrecidos de fantasmas.
Pensar que te has ido mañana. Pensarte. Largo silencio, rodeándome. Sombra que me habita sin mí. Chorro de luz, sensaciones, murmuraciones, doctrina e inmovilidad soy sin ti. Escribo ese abandono que dejamos sobre la cama revuelta, ese olor de nosotros que nos olvida. Esa murmuración del sol de tus labios llamándome. Godot al fin llegó a dar la vuelta en esa línea de cristal. ¿Qué queda de mí? Después de ese balazo en la frente de tu adiós ¿Qué queda de mí, después de tus besos, de mi boca sin nadie? ¿Qué queda de mí? Tus ojos me preguntan, mis latidos sin ti, me hacen navegar de muertito.