- Su travesía culinaria comenzó a los 13 años, cuando cursaba segundo de secundaria, sin imaginar que aquellos primeros pasos en la cocina serían el inicio de un vínculo profundo con los sabores y aromas que la acompañarían toda su vida.
Noé Juan Farrera Garzón
En el estado de Chiapas, donde la gastronomía es reflejo de la historia y la identidad de su gente, surge la inspiradora historia de Salma García. Su travesía culinaria comenzó a los 13 años, cuando cursaba segundo de secundaria, sin imaginar que aquellos primeros pasos en la cocina serían el inicio de un vínculo profundo con los sabores y aromas que la acompañarían toda su vida.
Bajo la enseñanza amorosa de su madre y su abuela, Salma aprendió que cocinar no solo es seguir una receta, sino transmitir amor, cultura y tradición. Cada instrucción que recibía estaba impregnada de significado, convirtiéndose en un puente entre generaciones y en un testimonio vivo de la memoria familiar.
Motivada por la curiosidad de recrear los platillos que más disfrutaba junto a su madre, fue descubriendo los secretos detrás de cada preparación. El momento más valioso era siempre el mismo: ver el brillo en los ojos de su madre al probar sus creaciones, un gesto que le transmitía orgullo y alegría, y que la impulsaba a seguir perfeccionándose.
Aunque su inclinación inicial fue hacia la repostería —deliciosos pasteles y postres que comenzaron como un pequeño emprendimiento—, Salma decidió profesionalizar su talento y cursó una especialidad en repostería. Sin embargo, sus raíces y recuerdos la guiaron hacia un nuevo amor: la cocina tradicional chiapaneca.
Inspirada por los ingredientes locales, las cocinas de campo y los sabores que evocaban su infancia, inició un camino para rescatar y preservar recetas que, con el tiempo, corren el riesgo de perderse. A su formación también aportaron valiosas enseñanzas sus tías, las maestras cocineras tradicionales Lucero Aguilar y Luz Elva García, quienes, junto a su madre y abuela, forman el pilar de su herencia culinaria.
Hoy, para Salma, la cocina es un acto de amor y resistencia cultural. Cada platillo que prepara es una invitación a viajar a través del tiempo, a conocer las raíces de Chiapas y a disfrutar de la esencia de su tierra. Su propuesta gastronómica no solo enamora el paladar, sino que también conecta al visitante con la historia y las tradiciones de un estado que se distingue por su riqueza culinaria, que la llevaron a ser certificada como cocinera tradicional, en recientes fechas.
Visitar su mesa es degustar un pedazo de Chiapas, en el restaurante La Cocina de la Tía, en Chiapa de Corzo, un lugar donde la comida no es solo alimento, sino una experiencia que une, emociona y preserva la identidad de un pueblo.
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