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¡Salen chilaquiles! / La Feria

¡Salen chilaquiles! / La Feria
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Sr. López

Tía Lola estuvo casada casi toda su vida (de los 16 a los 87, que enviudó, sí es casi toda la vida), con tío Marianito, mitómano, simpático, tontón y buena persona que nos resultaba  simpático a todos, porque era muy divertido escucharlo decir en serio y con detalles, cosas como que él había dado a Cárdenas la idea de expropiar el petróleo; sus peripecias cuando casi lo matan por haber descubierto la fórmula de la Coca Cola; que tenía un método para ganar la Lotería y por eso, Gobernación le tenía prohibido comprar billete; o que él había regalado la letra de “Madrid” a Agustín Lara, para que reconquistara a la María Félix que “andaba de güila por allá y… ¡para qué son los amigos!”. Muy viejita la tía, este menda le preguntó cómo había aguantado vivir con un señor así y me respondió: -“Ni lo oía, hijito, ni lo oía”.

 

Como bien sabe usted, el escandalete de moda es la corrupción -por probar- del presidente nacional del PAN, Ricardo Anaya, quien afirma que lo calumnia el gobierno federal por su decisión de impedir el nombramiento del actual procurador General de la República, Raúl Cervantes Andrade, como Fiscal General de la República, lo que según él “blindaría” a Peña Nieto & Cía. Ha de ser.

 

La cosa importa porque la Fiscalía General de la República (FGR) a partir del año próximo, no dependerá del Presidente de la república, será un órgano autónomo encargado del ejercicio de la acción penal y de investigar los delitos (Diario Oficial de la Federación, 10 de octubre de 2014), y su titular durará en el cargo nueve años, nombrado por el Senado. Es inimaginable el poder que tendrá el Fiscal General.

 

Los senadores del PRI y del PVEM descaradamente quieren nombrar a Cervantes como Fiscal General, alegando que su prestigio “está por encima de cualquier veto”. Bueno.

 

Por supuesto sería una gran tontería que dijeran la verdad: “nos gustaría dejar un cuate hasta el 2026 al frente de la Fiscalía”. Pero como no son tontos (algunos tampoco son buenas personas ni simpáticos), nos dicen que no conciben que la patria pueda prescindir de los servicios invaluables de don Cervantes. ‘Ta bueno.

 

Pero así es el modo de nuestros políticos y saben que no se nos mueva el copete por ninguna de las trastadas que hacen y dicen. Un poquito de memoria (citas de “México: 9 sexenios de promesas y mentiras”, Humberto Padgett; Sinembargo, septiembre 2 de 2014):

 

Luis Echeverría -sexto informe, 1976-, dijo sin atacarse de risa: “(La política económica) ha permitido realizar el gran avance económico que queda como legado” (y le aplaudieron). López Portillo aseguró que administraríamos la abundancia. Miguel de la Madrid -toma de posesión, 1982-: “Lucharemos contra la desigualdad de manera realista, permanente y duradera”. Don Salinas dijo al asumir el cargo en 1988: “El bienestar de cada familia tendrá que ser la medida de la prosperidad de la Nación… que todos eleven su nivel de vida (…)”. El Zedillo, en su sexto informe: “Según evaluaciones técnicamente bien fundadas, el PROGRESA está probando ser un instrumento sumamente eficaz de la política social para enfrentar la pobreza extrema”.

 

Fox, cuando se terció la banda presidencial, en 2000: “Creceremos al siete por ciento anual (…) México ya no quiere ni puede sobrevivir entre islas de riqueza y prosperidad, rodeadas por mares de miseria”. El inefable Calderón, en su último informe, en 2012: “La tasa de desempleo en México es una de las más bajas de todos los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico”. Y sorpréndase, fuentes confiables aseguran que todos estos dormían y duermen, bien y a pierna suelta.

 

El actual, Peña Nieto, en su primer informe de gobierno: “(…) Presenté la iniciativa de Reforma Financiera, para que haya más crédito y que éste sea más barato para los mexicanos. Con esta reforma, tanto la banca privada, como la de desarrollo liberarán el crédito que requiere México para crecer”… y se oye al Pirulí cantando con mucho sentimiento: “Siempre fui llevado por la mala/ y es por eso que te quiero taaanto…”

 

Ya hemos comentado que somos un pueblo peculiar de machos chillones; juaristas que besan la mano al cura; orgullosos de México pero con un complejo de inferioridad que nos hace dóciles ante cualquier cosa de fuera: música, modas o comida (de la hamburguesa y el jotdog… a la comida “tai”); sólo en los chistes el mexicano es el más listo y le gana a todos.

 

No es mal plan, pero es de pena ajena que el Chapulín Colorado sea nuestra aportación al mundo de los súper héroes (digo, puestos a inventar, los yanquis se inventaron uno de acero y que vuela: Superman).

 

Sí, somos peculiares, pero ante lo que se da uno por vencido, es ante esto: nuestros gobernantes, al menos estos primeros 500 años, han hecho y hacen, lo que les viene en gana con pocas consecuencias, descontando a Iturbide que lo fusilaron (pero ya no era Emperador, eh, que mientras, hizo y deshizo), y a Maximiliano (sin comentarios), los demás se han salido con la suya (y ni me diga que Porfirio Díaz pagó las que se comió, que él se trepó al Ypiranga y se fue a pasarla muy bien a Europa, todos los años que le quedaban de vida).

 

No es pesimismo orgánico. Sucede que no se ha empezado a poner remedio (en estos dos siglos de ser país), a la corrupción estructural e institucional del más alto nivel, porque la otra, la miscelánea (de agentes de tránsito y empleados de mostrador), no desencuaderna al país, sino la que propician los grandes intereses empresariales mal disimuladamente asociados con el poder político.

 

Concedamos que las intenciones de todos nuestros gobernantes han sido siempre muy rectas (total, es suposición): vano es el propósito oficial de romper la dinámica productora de pobres sin dedicarse primero, solo a cumplir y hacer cumplir la ley.

 

Apapachando corruptos, no hay receta mágica que dé resultado diferente; la realidad es inexorable, no falla: con los ingredientes de los chilaquiles y la receta de los chilaquiles, ¿qué cree?: ¡salen chilaquiles!

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