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Rompope / La Feria

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Sr. López

Lichita (se llamaba igual su mamá, tía Alicia, a la que decíamos tía Licha y… bueno, a ella, pobrecita, se le quedó Lichita), no era agraciada y viendo sus papás que no tendría nunca fiesta de bodas, organizaron la de ¡Dios es Cristo! para celebrar sus 15 años: misa del señor Obispo en la catedral de Toluca, fiesta con 500 invitados y tres orquestas. La casa por la ventana. Lichita tampoco era así como que muy inteligente y como le caía muy bien el primo Pepe (el más impresentable primo que tenerse pueda), quería que fuera su principal chambelán, con el único que bailaría su vals (apoteosis de “la vie en nacò”), pero Pepe, que era (es) inteligentísimo y la quería bien, habló con sus papás: -Por mí, encantado, pero con mi prestigio a ustedes les arruino la fiesta y a ella la fama, piénsenlo –tenía razón.

Entre viernes y domingo pasados, estuvo a punto de perder un millón o más de votos el candidato Meade, por la tontada de querer imponer una coalición PRI-PVEM, con un priista como candidato a Gobernador, haciendo de cuenta que el PVEM no es el partido líder en la entidad, haciendo de cuenta que no existe un natural candidato (candidatísimo), del PVEM en el estado: Eduardo Ramírez Aguilar.

La revulsiva y masiva reacción chiapaneca, la intervención del Altísimo y un extraño destello de sentido común (muy raro en los usos políticos del México de estos días), impidió semejante barbaridad y las cosas regresaron a su sitio: PVEM y PRI en alianza para presidencia de la república y separados por el gobierno estatal. Quien gobierne Chiapas del 2018 al 2024, será el que le pegue la gana a los chiapanecos y en otra película en otro cine, tratarán de arrimarle votos a Meade.

No era un asunto de profundos estudios de Antropología Política Aplicada; no era un asunto de Teoría de Conjuntos Comicial; ni mucho menos de Entomología Avanzada; no, era un asunto de aritmética preescolar simple (saber sumar y medio leer):

En la elección 2015 para ayuntamientos, el PVEM con sus aliados, consiguió 1’126,076 votos (de la siguiente manera: PVEM, 701,324 votos; Chiapas Unido: 212,365; Mover a Chiapas: 181,021; y Nueva Alianza: 31,366). Y todas las 24 diputaciones locales.

El PRI, dirigido por quien desde la Ciudad de México se pretendió imponer como candidato a Gobernador, obtuvo en ese proceso electoral, 429,969 votos, casi la tercera parte que el PVEM.

No es cosa de sabios: un millón 126 mil, es más que 429 mil. ¿Quién cree usted que vaya mano a la hora de proponer candidato a  Gobernador… el que perdió, el que quedó 62% abajo?… ¿o, novedosa cosa: el que ganó, el que casi triplicó votos? Era absurda la propuesta. La reacción de legisladores locales, alcaldes y la gente, obedece a la más ramplona lógica: el que gana, gana; el que pierde, pierde.

Algo anda fatal en el equipo de Meade. Mangonear al PVEM sería posible si no hubiera otros antecedentes: en la elección de 2012, sin el PVEM, Peña Nieto hubiera quedado el 8.39% debajo del Pejehová de todos tan temido (la alianza PRI-PVEM logró 19’226,784 votos, de los que 4’663,878 los arrimó el PVEM; o sea, sin el Verde, Peña Nieto se hubiera quedado con 14’562,906 y el Pejecutivo estaría despachando en Palacio Nacional con sus 15’896’999 de votos). ¡Vivos!

Por si no fuera suficiente, en la reciente elección de Gobernador del Estado de México, tampoco hubiera ganado el PRI sin el Verde. Doña Delfinita (la de Morena), llegó al 30.81% de la votación; el priista del Mazo consiguió el 29.81%, lo demás lo aportaron el PVEM, el Panal y el PES.

Si todavía no les penetra, recuerden señores tricolores, que en 2012, en la elección para Gobernador en Chiapas, el triunfo del PVEM, aliado con el PRI y Nueva Alianza, llegó a 1’343,980 votos, de los que el PRI aportó 596,231, el 44%, ni la mitad… o sea, ¿qué peina el calvo?

Ya se resolvió bien lo de Chiapas, de acuerdo, pero no en el Estado de México, donde el PVEM ya se separó (con excepción de 15 distritos para diputados locales  de un total de 45), porque Alfredo del Mazo no cumplió sus compromisos políticos con los que le arrimaron el hombro y lo treparon. Bonita cosa.

Insiste este junta palabras: algo anda mal en la campaña de Meade. No es posible que hayan intentado en serio desplazar al PVEM ¡en Chiapas!, poniendo en riesgo más de un millón de votos posibles para él. No es posible que hayan desconocido al PVEM en el Estado de México. No es posible que el candidato Meade (oficialmente precandidato), no se dé cuenta que trae cerca al Nuño Artillero (Jairo Calixto “dixit”, conste que este López da crédito)… digo, el Nuño es garantía de que más de un millón de maestros duden mucho en votar por él, ellos y sus familias.

El gran capital doméstico y global, las grandes entidades financieras y comerciales internacionales, quieren a Meade. Sí. Pero esos no vienen a votar y no van a poder hacer nada por él a la hora de que quede cuatro o cinco puntos debajo de otro que a este paso será el Pejecutivo. El solo chistecito de este fin de semana en Chiapas debe hacerlo reflexionar: algo apesta en su equipo de campaña.

Señor Meade, reaccione, entre Nuño y Ochoa Reza, le espantan votos al Santo Padre (que lo elige el Colegio Cardenalicio, inspirado por el Espíritu Santo, pero con Nuño y Ochoa en el Cónclave, ni se aparece). No es aceptable que se haya intentado poner una preferencia o venganza personal por encima de la obligación de juntar votos para el candidato que deben apoyar.

Meade tiene que ver los números, de preferencia mandar a hacer su propia encuesta, asumir que no sale del tercer lugar, y poner remedio. Si ha de estar rodeado de gente que tiene su historia, cuando menos que sean gente que sepa de procesos electorales y coautores del Manual de Prácticas Electorales del PRI (y su Anexo Especial: “De Mapaches y Marrulleros).

Lo peor que le puede pasar a un candidato a cualquier candidato, es dar por seguro el triunfo. Eso le costó dos derrotas al Pejesús. Reaccione don Meade, hágale a la chiapaneca. Es la receta del rompope.

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