Florentino Pérez Pérez
Una gozosa confirmación de sus razones le vino de repente.
En verdad, con el nacimiento caemos en una trampa
sin salida. Todo esfuerzo de la razón,
la especiosa red de las religiones, la débil
y perecedera fe del hombre en potencias
que le son ajenas o que él inventa al torpe
avance de la historia…todo le pareció
un necio juego de niños.
Alvaro Mútis
Para Paty Mota
Haciendo un primer recuento del año que termina, voy hacer una evocación de Ricardo Cuéllar Valencia. Corrían los primeros años de la década de los ochenta cuando entró Ricardo Cuéllar Valencia, por vez primera, a la dirección de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Chiapas de la cual era titular. Recuerdo aún que traía consigo esa barba y pelo blanco que lo caracterizaba y un currículum bajo el brazo. Venía de una breve estadía en la Facultad de ciencias sociales campus III, de San Cristóbal de las Casas. Después de varias tasas de café chiapaneco, no colombiano, quedó integrado a la planta docente de la carrera de Letras Latinoamericanas. Cuéllar, como afectuosamente le decíamos, se desempeñó como docente de tiempo completo por más de cuarenta años. Después, ya jubilado se fue a residir a Puebla.
En la década de los ochenta la Universidad Autónoma de Chiapas empezaba a recuperarse de las heridas causadas por el conflicto de 1979. Comenzaba paulatinamente a entrar a la normalidad académica después del movimientos que puso en crisis su viabilidad institucional.
Los estudiantes mantenían la ilusión de continuar sus estudios universitarios. En el área humanística, no llegaban a más de cien; habían participado activamente al lado de los estudiantes de medicina humana, en el movimiento universitario. La planta docente estaba compuesta por 10 maestros para atender las carreras de Pedagogía y Letras latinoamericanas.
Las instalaciones estaban ubicada en el cuarto y sexto piso del Edificio Maciel. Las clases iniciaban a las cuatro de la tarde y concluían a las nueve de la noche. Las condiciones de trabajo eran complejas. Teníamos más sueños que apoyos. No obstante, logramos vincular la formación de los estudiantes de letras y pedagogía con los creadores y escritores locales, nacionales e internacionales.
Por la galería del Edificio Maciel, desfilaron escritores como Guillermo Samperio, Laco Zepeda, Juan Bañuelos que impartió un taller de creación literaria; Óscar Oliva, Juan Antonio Ascensio, Óscar Wong, entre otros. También tuvimos la oportunidad de escuchar conferencias de Rubén Bonifaz Nuño, Alí Chumacero, Edmundo Valadés y Elena Poniatoswka, las cuales nos fecundaron la imaginación.
Entre tantas actividades en las que participó Ricardo Cuéllar Valencia, están los encuentros nacionales destacan: los de Teoría y práctica del cuento; El cuento está en no creérselo; Literatura e ideología, en donde por cierto, Efraín Bartolomé, se llevó, como dicen en el argot taurino, la tarde con la lectura del poema corte de café.
José Agustín y Marco Antonio Campos, alimentaron también nuestra imaginación. Se inició asimismo, una obra editorial que incluía las colecciones Maciel y Poesía no eres tú, así como la Revista Acuarimantima que antecedió a Boca de Polen que dirigió Cuéllar Valencia.
Por esos mismos años, Ricardo Cuéllar Valencia esbozaba los primeros trazos de algunas de sus investigaciones literarias en torno a Simón Bolívar y las guerras de independencia en la Nueva Granada, José María Melo soldado de Bolívar sacrificado en Chiapas, Fray Matías de Córdoba o el pensamiento criollo en el siglo XVll, en las cuales, a partir de la indagación histórica, recrea los sueños y luchas interminables de los hombres de Latinoamérica, tensados por la esperanza y la desesperanza, por construir y alcanzar la libertad, la felicidad y el deseo por vivir en autonomía, en libertad, fuera del yugo de la colonialiedad.
Los aportes del maestro Cuéllar al conocimiento de la literatura hispanoamericana y a la formación y divulgación, son evidentes, están en sus cátedras, talleres, conferencias y textos publicados. Cual Magroll el Gaviero, Cuéllar aprendió a ver en su natal Calarcá, Quindío Colombia, los paisajes de la vida, a nombrarla en cada palabra, tras cada lugar frecuentado por los seres que han cruzado o soñado en su andar por el mundo, entre el trópico y las ciudades del nuevo y viejo continente, que ha guardado en su memoria y expresado en su poesía.
Gracias a Ricardo Cuéllar, el escritor colombiano Álvaro Mutis, estuvo en la Facultad de Humanidades.
Estos son solo unos breves recuerdos del paso de Ricardo Cuéllar Valencia, quien hace unas semanas, en Colombia, dejó de existir.
La Utopía, Berriozábal, diciembre 2025