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Reto intelectual / La Feria

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Sr. López

Tía Ana (Anacleta, ni modo de decirle así), era de las de Toluca y grandota; su especialidad era calumniar a quien le venía en gana y si alguien la conminaba a la prudencia, alegaba que estaba en todo su derecho de decir lo que quisiera. Hasta que colmó el plato a tía Victoria (la muy brava, muy bien informada y de boca muy temida, tía Victoria), quien le dijo: -Anacleta, tú tienes todo tu derecho pero yo también, nada más que yo no invento… -y soltó detalles de modo, tiempo y lugar, de una vigorosa afición de la maledicente, en cierto tipo de establecimientos muy discretos -en esos tiempos-, donde se le conocía como Cleto, El Trailero y doña Macho –casi le aplaudieron los presentes. A tía Ana (a Cleto, pues), no se le volvió a ver. ¡Hurra, tía Victoria!

De un tiempo acá, se ha implantado la norma de cuidar mucho cómo se dice lo que se dice, para no herir susceptibilidades ni provocar suspicacias. Lo llaman lenguaje políticamente correcto sin sospechar que el origen de la expresión son las discusiones en los años 20 del siglo pasado, entre comunistas y socialistas en los EUA, sobre la adhesión acrítica, estricta y dogmática a los dictados del Partido Comunista de la Unión Soviética, considerados “políticamente correctos”… polvos de otros lodos, ahora se usa para hacer obligatorio andarse con trapitos calientes o para imponer la agenda de grupos minoritarios pero estridentes.

Por supuesto se debe respetar a todas las personas sin discriminación de ninguna especie. Por supuesto nadie tiene derecho de ofender a nadie. Y sí, el lenguaje puede ser agresivo, discriminatorio, despectivo y hasta violento.

Este menda no entrará en disquisiciones de sabios como Nietzsche (nombrar es un acto de poder… se solicita información), o don Benjamin Whorf (el lenguaje determina el pensamiento y afecta el modo de percibir el mundo… ¡vaya!, y eso que no supo del albur mexicano). Cuantimenos las profundas reflexiones que sostienen que el lenguaje crea realidades, afirmación que parece caer por tierra al darse cuenta que la vaca es vaca, se le llame vaca en español, ‘cow’ en inglés, ‘kuh’ en alemán, ‘korova’ en ruso o ‘ng’ombe’ en suajili… y sigue con cuatro patas, cuernos, cola, dando leche y haciendo muuú, como le digan.

Dejemos eso porque el lenguaje políticamente correcto ya pasó de procurar el respeto a las minorías a un radicalismo que ha rebasado los cauces del sentido común, mire si no: ya no se puede usar la palabra ‘sexo’, ahora la que va es ‘género’; también decir ‘raza’ es majadería, porque no hay razas, hay diversidad fenotípica y los negros en los EUA son ‘afroamericanos’ y en México ‘afrodescendientes’; ‘criada’ o ‘sirvienta’ son superlativas groserías, que se le debe llamar empleada doméstica, trabajadora del hogar o administradora auxiliar del domicilio familiar (sin que por decirles así, ganen un peso más, ni trabajen menos de doce horas, eso no).

La cosa va llegando a extremos como llamar a los feos, personas con ‘deficiencia cosmética’ o a la ignorancia, ‘déficit de conocimiento’; a los retrasados mentales y los imbéciles, ‘personas con reto intelectual’; al ciego no se le dice así para no lastimarlo, sino ‘persona con desafío visual’ (sigue sin ver); y se dice que se puso a dormir a una mascota para evadir la horrorosa palabra matar.

La cosa sigue, según la Bias-Free Language Guide de la Universidad de New Hampshire, ahora es insulto llamar a alguien ‘extranjero’ que es ‘gente internacional’; los gordos no son gordos, son ‘gente de talla’; y a los pobres son ‘personas que carecen de lo que otros tienen’, no pobres. Y en México el aborto provocado es ‘interrupción voluntaria del embarazo’ y los bebés en el vientre de su madre, son ‘producto’, lo que facilita matarlos.

Ya toca los límites del delirio que para promover la tolerancia religiosa y erradicar todo rastro de colonialismo cultural, ya no se debe decir ‘feliz Navidad’, no, eso es excluyente, lo correcto es decir ‘felices fiestas’. Vamos bien (bien mal).

Pero al mismo tiempo, se ha instalado la más radical intolerancia a cualquiera que muestre disgusto, critique o rechace, cualquier vulgaridad pública, por zafia que sea, y una rara defensa de lo ordinario, grosero, basto y pedestre. Junto con la promoción de conductas que en el mejor caso pertenecen a la intimidad de las personas y en el peor, a la promoción de francos delitos.

Es el caso de un señor de Jalisco, apodado Peso Pluma, que se dice compone canciones (y las interpreta). Este su texto servidor confiesa no haberlo oído jamás, aunque tiene un enorme éxito con algo llamado ‘corrido tumbado’ o ‘corrido bélico’ (según Wiki). El asunto es que se va a presentar en el Festival de Viña del Mar allá en Chile y las autoridades están dudando permitirlo porque se afirma que sus composiciones promueven la cultura del narco y el trato más despreciable a las mujeres. En las redes ha estallado un escándalo y alegan que impedir su espectáculo, es totalitarismo, censura y violación a la libertad de expresión.

Como este tecladista no tenía la menor idea, recurrió a buscar las letras de sus canciones, para tenerla. Encontró una que se llama La Qulona (así), que dice: Qué hijueputas ganas tengo/ de besarte/ te vi en una foto y te imaginé/ sin ropa/ te mentiría si no estoy loca, (así)/ por verte/… Cu-cu-cu culona, culona (para que rime).

Otra, La chamba: Todo se los conseguí/ Sin ser Al Capone, los paquete’ los metí/ Me la vivo en grandes leagues (así)/ Más de treinta arenas en millones convertí… bueno, en gustos se rompen géneros.

Una más, Quema: Que chimba Sog/ Ghetto star/ Zaga/ La doble p/ Zagazagzaw/ Pupupum/ Un cuerpo que es candela y que te quema, quema.

La última (se lo prometo), Bellakeo (así): Toa’ la noche bellaqueo/ bellaqueo, bellaqueo, bellaqueo/ Bellaque-que-que-que-que-que-queo/ Bellaqueo, bellaqueo, bellaqueo, bellaqueo/ Bellaque-que-que-que, eh (y rima porque rima).

Bueno, pues que se presente, total, no lo van a dejar de oír las personas con reto intelectual.

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