Nadia Ruiz
Lo que nadie te dice sobre los deseos.
“Solo el que carga la maleta sabe cuánto pesa.” Y es que hay cosas que nadie nos dice sobre eso que tanto anhelamos. Pedimos, deseamos, soñamos… pero cuando lo que pedimos llega, no siempre estamos preparados para soltar lo que ya teníamos.
El cambio aparece de forma inesperada, sin pedir permiso. Al voltearnos, vemos emoción, sí, pero también tristeza y asombro. A veces sentimos que todo se desvanece. “¡Espera! ¿Por qué te llevaste eso?”, preguntamos con el corazón en la garganta. La vida responde con una lógica que duele: “Para que llegue lo nuevo”. Pero la respuesta no siempre consuela. “Quiero lo que pedí —decimos—, pero también quiero lo que ya tenía. No quiero que nada cambie”.
Y es ahí donde comienza la verdadera lucha. Para obtener, hay que crecer. Y para crecer, hay que soltar. ¿Pero cómo soltar lo que nos era cómodo, lo que ya conocíamos, lo que una vez nos hizo sentir seguros?
El miedo al cambio es humano. Nos paraliza. Nos hace cuestionar si estamos tomando el camino correcto. La incertidumbre se instala: ¿Y si me equivoco? ¿Y si esto no era lo que quería? Queremos deshacer lo nuevo, volver al ayer. Pero, ¿realmente queremos regresar a lo mismo, o solo nos da miedo avanzar?
Y entonces, cuando nos detenemos a mirar hacia adentro, comprendemos que el tiempo por sí solo no es suficiente. El tiempo no cura. Lo que cura es lo que haces con el tiempo. Lo que haces con cada día que pasa, con cada decisión que tomas, con cada paso —por pequeño que parezca— hacia tu crecimiento personal.
Las decisiones no son buenas ni malas; algunas simplemente son más fáciles, otras vienen acompañadas de desafíos. Y aunque estos caminos parezcan más difíciles, no significa que sean los incorrectos. Significa que implican transformación.
Hoy, más que nunca, necesitamos recordar que avanzar es un acto de valentía. Nadie más que uno mismo sabe lo que carga, lo que ha tenido que soltar, y lo que ha deseado con fuerza. Solo tú decides si seguir donde estás o dar el paso hacia lo que tanto has pedido.
Porque sí, a veces lo que pedimos llega… pero viene con la condición de que nos transformemos para merecerlo.