Guillermo Ochoa-Montalvo
Querida Ana Karen, Cuando conocí a Shakti en una representación teatral en el 2015, me dije ¡woooww, qué energía de actriz! Ella no actuaba, era el mismísimo personaje en su cuerpo quien hablaba y transmitía. Esa noche me atreví a invitarla a tomar café en Casa Mexicana de Tapachula donde conversamos larga, largamente.
Su verdadero nombre es Odalis Salgado, y lo primero que me dijo fue “siempre he mantenido la esperanza de ver a los jóvenes artistas transformando realidades; a las fundaciones aportando a las causas enfocadas a sacudir la conciencia; y a los gobiernos locales abriendo espacios a la cultura y la expresión artística”.
Shakti, es histriónica. Mientras conversa no deja de gesticular, su expresión corporal acompaña a cada pensamiento e idea que expresa. Obtuvo la licenciatura de Psicología educativa y la de Teatro en el Centro Libre de Experimentación Teatral y Artística, (CLETA); ambas en la UNAM. ¿Por qué el teatro?, le pregunto.
“Yo nací para hacer teatro, me responde. —Lo supe a los 7 años cuando realicé mi primera temporada actuando, durante varios meses, en la representación del Mago de Oz patrocinada por el IMSS en el Teatro Independencia de la Ciudad de México en donde nací. A los 11 años ya actuaba profesionalmente. Más tarde hice la licenciatura en psicología y la de Artes teatrales, porque para mí el teatro es uno de los artes más completos e incluyentes al conjugar la música, la escultura, pintura, literatura, por supuesto; la danza, fotografía e incluso el cine. Lo que no podríamos decir de todas las artes.
—Llegué a Tapachula con la intención de sumarme a la comunidad artística de Tapachula que es tan extensa, poco valorada y desconocida por la sociedad y las instituciones; en esta ciudad, encontré una tierra fértil para trabajar y estoy consciente de los retos que debo enfrentar como son la falta de espacios, un escaso público asiduo al teatro; nulo apoyo financiero; muy pocas escuelas de arte dramático; y en general, un gran desconocimiento de lo que es el arte teatral. Pero no vengo a lamentarme ni a quejarme, sino a trabajar, a poner todo mi esfuerzo por abrir espacios y construir un público que no le tenga miedo al teatro ni a confrontarse a través de él.
Shakti no deja de sonreír con el entusiasmo que provoca hacer lo que se ama y amar lo que se hace. Es cierto, le digo, Tapachula no se caracteriza por su cartelera de arte y cultura, y menos de teatro; pero en tu opinión a qué se debe esto. ¿Sucede en todas las ciudades del país?
Con una mueca simpática, finge pensar y responde: —En general, la gente no asiste al teatro porque le parece aburrido, elitista, costoso, pero sobre todo, porque no le gusta confrontarse consigo misma y justo, en ello consiste el teatro: en hacernos pensar, reflexionar y confrontarnos con nosotros mismos. La esencia del teatro es social para generar una reflexión. Si tu público sale igual que como entró, no es teatro. Nuestra labor es crear un público desde la escena; calentar escenarios adonde la gente concurra por hábito y comprenda la riqueza de confrontarse consigo misma a través del arte teatral. De lo contrario, estaremos hablando de espectáculos, diversión, entretenimiento, pero no de la función social y política del teatro. Shakti cruza la pierna muy propia, se retira los anteojos y el sombrero y con la mayor naturalidad me dice: —Déjame responder a tu pregunta sobre la evolución del teatro en México. En el México prehispánico el arte teatral estaba asociado a la cosmogonía de los pueblos, a los rituales religiosos; pero sobre todo, al encuentro de la Naturaleza humana con la Naturaleza misma. En esas artes, los espectadores reconocían su parte oscura, inhumana, negativa y tanática que nos da respuestas a los que somos, pensamos y del por qué actuamos como lo hacemos.
En ese México prehispánico, antes de la invasión cultural, no había diferencia entre el teatro y la danza; era una unidad. Y las artes teatrales estaban íntimamente relacionadas a Tezcatlipoca que significa “espejo humeante” quien en la cultura mesoamericana representa al señor de los cielos y la tierra con los atributos de una deidad.
Shakti hace un largo silencio; mira a su alrededor la decoración barroca de la cafetería y yo espero pacientemente a que digiera sus ideas.
—Recuerda, Guillermo, que Ometéotl, el creador, el principio dual, masculino y femenino; fue padre de Xipe Tótec , Tezcatlipoca Rojo; de Tezcatlipoca negro; de Tezcatlipoca blanco conocido como Quetzalcóatl y de Tezcatlipoca azul llamado Huitzilopochtli. De esa antagonía y dualidad entre Tezcatlipoca negro y Quetzalcóatl como Tezcatlipoca blanco, surgen las artes teatrales que simbolizaba el espejo humeante, el reflejo de nosotros mismos, a través de un humo espeso que es el inconsciente donde se guardan esas pasiones, esas oscuridades, esas perversiones, pero que era necesaria llevarlas ahí para crear conciencia y trabajarla en un grado de conocimiento propio al que podíamos acceder a través de una preparación y un entrenamiento del cuerpo físico, emocional y mental que lo podíamos lograr a través de la medicina tradicional como el temazcalli que nos invitaba a profundizar en nuestra propia oscuridad mediante el silencio y la oscuridad.
—Ellos ingresaban días enteros al temazcalli para reflexionar precisamente sobre esa parte que hoy, los occidentales llaman “negativa”. Y el teatro nos ayuda en eso. Porque a diferencia del pensamiento occidental que es maniqueo, de una lado los buenos y del otro los malos; el teatro nos ayuda a comprender que en el mundo existe el hombre y su circunstancia y es eso, lo que lo determina. Yo no juzgo al personaje, justifico al personaje de acuerdo a sus circunstancias. Y esa era, es la función del teatro.
—Justo. Los conquistadores también se sirvieron del teatro, los títeres, marionetas y del guiñol para evangelizar. Y de esas representaciones y choque de culturas surge el sincretismo que funde la llamada idolatría con el cristianismo. En varias regiones del país se han encontrado vestigios arqueológicos de títeres prehispánicos como en la zona de Cacaxtle, Tlaxcala o en Bilbao, Guatemala donde se encontró un bajorrelieve maya; o las figurillas teotihuacanas que son articuladas de brazos y piernas.
En las culturas la maya, la teotihuacana y después la azteca los títeres aparecen como una imagen sagrada y usan estas figurillas con una función sacerdotal. Con los mexicas Fray Bernardino de Sahagún en su libro Historia General de las cosas de la nueva España nos dice: “…se paraba, entonces sacudía su morral, lo remecía y llamaba a los que estaban dentro del morral…luego van saliendo unos como niñitos; unos son mujeres“, refiriéndose a los títeres.
Con Cortés llegó un titiritero, según lo consigna Bernal Díaz del Castillo y con ello, los titiriteros indígenas desaparecen al considerarse como idolatras y también por propagar una religión diferente a la cristiana. Más tarde, entre el Siglo XVII y XVIII, con la influencia del teatro francés aparecen los personajes afrancesados y el contenido irónico de sus interacciones. Claro que también algunos titiriteros no eran del agrado del clero y por sus guiones o adivinanzas, fueron perseguidos y castigados por la Inquisición.
Shakti, toma aire, le da un trago a su café, mira a su alrededor la excelsa decoración del restaurant de Casa Mexicana que muchos aún no conocen, y recuerda que para el Siglo XIX el títere mexicano más representativo era llamado Don Folías, un negrito que prolongaba el pescuezo y la nariz; un personaje enamoradizo y batallador, que según Guillermo Prieto, se metía en muchos enredos con la sociedad mojigata, el clero y los persignados por su picardía y jocosidad.
Observo a Shakti entusiasmada en su narración sobre el teatro en México, sus proyectos por echar a andar el foro que estableció en la casa familiar; su clases en el CUFA donde imparte la cátedra de Arte Escénico y me quedo pensando en los dramaturgos, actores y actrices chiapanecas que han huido de esta ciudad en busca de oportunidades; veo a Shakti hablándome de los hermanos Aranda con la convicción que ella podrá sembrar junto con la comunidad artística de Tapachula, el gusto por el teatro, y al verla quedo convencido que para ella y el arte el teatro es una cuestión de amor.