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¡Qué divertido! / La Feria

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Sr. López

 

No sé si también en la de usted, pero en la tribu de este menda (de los años 50 del siglo pasado), había palabras sagradas, que tenían una como fuerza mágica: “honor”, porque no había nada más vergonzoso que perderlo (sin que nadie se tomara nunca la molestia de definirlo -seguramente por lo claro que era-, y que de una extraña manera -que tampoco se explicaba-, tenía relación con el estado himenal de las señoritas que si por una distracción lo perdían, quedaban “deshonradas”… y era tragedia); “familia”, que era de las favoritas: -¡Es familia! –y sanseacabó, a aguantar chapuzas y abusos de cualquier pariente, era “familia”; otra indiscutible era “patria” (sí era, créame)… y “madre”, porque cuando de repente la respuesta era: -¡Porque soy tu madre! –uno quedaba indefenso, no había ya qué alegar, lo decía doña Yolanda trepada en su pedestal de ¡Madre! y siendo así, ante la absoluta autoridad uterina no se podía más que agachar la cabeza y obedecer. No sé si también en la de usted.

 

En los tiempos que corren y de no mucho acá, en la sociedad occidental (por lo menos), y también en la mexicana, hay un lote de palabras que confieren un halo de pureza y beatitud a lo que sea: “democracia”, por supuesto, ¡ah, la democracia!, verdadera palabra “gourmet”.

 

Ahora todo debe ser democrático, sin mucho reflexionar en que como sistema para organizar a la sociedad, implica que todos acepten lo que vote la mayoría, siendo que no todo se vota, como las leyes que determinan los impuestos que hemos de pagar todos, ni las leyes de egresos que autorizan -legalito- que unos cuántos se gasten lo de todos, sin consultarnos jamás, que son asuntos graves a decidir por los que saben… y pueden; y tampoco se reflexiona en que “democracia” usado como garantía de igualdad ante la ley, no pasa de ser una ilusión; ni que a fin de cuentas la democracia sería el gobierno de la multitud (no pongo “pueblo”, esa también es palabra sagrada), y la multitud suele equivocarse, mucho (pregunten en los EUA cómo les va con el presidentazo que escogieron). Como sea, lo que aspire a contar con algo de respetabilidad debe ser democrático y así, tenemos democracia liberal, democracia socialista, democracia cristiana, democracia popular (la de Cuba), democracia gradual (en China), democracia dirigida, indirecta, directa, corporativa, en verde, en rojo y en caldillo de babas.

 

Otra cosa que no acepta cuestionamiento son los “derechos humanos”. ¡Sacrosantos! (redoble de tambores: el del teclado se prepara para un clavado en una cubeta desde 10 metros de altura; se suplica silencio, la vida del autor peligra):

 

Mire usted: los “derechos humanos” son hoy, más indiscutibles que la pureza de los pañalitos del Niño Jesús. Si alguien quiere ser despreciado por todos, que niegue los derechos humanos… y sí, están muy bien, pero hay que andarse con tiento pues ocasionalmente son usados ideológicamente, encubren agendas inconfesables y como son sagrados, como si estuvieran escritos en el cielo por el dedo de Dios, pues nadie se atreve siquiera a proponer que reflexionemos sobre ellos.

 

En México tenemos (¡por supuesto!), nuestra Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), con una ley que hay que leer de pie y con emoción: ¡estamos protegidos de todo abuso de la autoridad!… bueno, hasta que llega uno al artículo 3 y luego al 7, donde se nos advierte a los entusiasmados tenochcas que la CNDH no puede intervenir cuando nos viole los derechos humanos el Poder Judicial de la Federación, ni las autoridades electorales; o sea, que alguien nos explique (y sí nos explican: la CNDH no se mete en esas cosas porque hay Suprema Corte de Justicia de la Nación, Consejo de la Judicatura Federal, Comisión de Administración y Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación… mmm, pues entonces que no se meta en nada, que también hay Ministerio Público, policía, jueces, leyes civiles, mercantiles, penales y de todos los sabores y colores, para cualquier urgencia).

 

No se entiende, mejor dicho: sí se entiende: es aparentar, nada más. Aquí, cualquiera, si está pisando nuestro sacro territorio, tiene protegidos sus derechos humanos, igual que nuestra Constitución (artículo 4), nos da derecho a “la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad” (y sabrosa, se les olvidó poner); a la vivienda, la cultura y el deporte… bueno, ya está escrito: ¡siguiente asunto!

 

Y menos se entiende que la ley, no proteja los derechos humanos de los servidores públicos ni de ninguna autoridad, por lo que la CNDH nunca averigua nada cuando matan a un policía, cuando torturan a un soldado, cuando linchan a un funcionario: que ponga su denuncia, que para eso hay sistema penal…

 

Y hablando de sistema penal. Flamante está nuestro nuevo sistema penal acusatorio. En el papel es una cosa maravillosa y ya prontito vamos a estrenar Fiscalía (en lugar de PGR)… bueno, no cabe uno en el cuerpo con tantos alegrones. Lástima que el nuevo sistema penal acusatorio ya se esté pudriendo por obra y gracia de jueces (no todos), que tienen confeti en la cabeza y por violaciones al debido proceso, están liberando delincuentes confesos, sobre los que no hay la menor duda de su culpabilidad… pero ¡primero son los derechos humanos y el derecho al debido proceso!

 

Los derechos humanos, no se enoje, son un gran cuento que empezó apenas en 1948, en la ONU… y de a poquitos se pusieron de moda sin que legislar sobre ellos signifique necesariamente alguna mejora en la seguridad, el respeto a la ley y la debida impartición de justicia. No necesitamos “derechos humanos”, necesitamos que se apliquen bien las leyes, no siempre -somos humanos, nos equivocamos-, pero que lo correcto fuera lo normal.

 

Ayer publicó la prensa nacional que el chamaco que en marzo del año pasado causó la muerte de cuatro personas en la CdMx, por ir manejando perdido de borracho, puede ser liberado… porque se violaron sus derechos en la investigación.

 

Este es un juego en el que a la gente le toca perder, ¡qué divertido! 

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