Juan Carlos Toledo
“No mentir, no robar, no traicionar.” Con estas tres frases Morena pretendió marcar una ruptura con el pasado. Con esas palabras, el actual gobierno construyó una narrativa de superioridad moral. Pero hoy, seis años después, esa promesa está rota. No solo no cumplieron: traicionaron sus propios principios.
Cuando la llamada Cuarta Transformación llegó al poder, lo hizo prometiendo que nada sería igual. Que por fin habría justicia social, que se acabarían los privilegios, que el pueblo sería primero. “No somos iguales”, repetían una y otra vez. Hoy es evidente: no eran iguales… son peores en muchos sentidos.
La violencia sigue desbordada. “Abrazos, no balazos” se convirtió en un símbolo de impotencia frente al crimen organizado. La militarización aumentó. La Guardia Nacional fue entregada al Ejército, y los cárteles siguen controlando territorios enteros. Miles de desaparecidos, homicidios diarios, y una estrategia que no solo ha fallado: ha sido negada, minimizada, disfrazada.
La austeridad republicana —que prometía acabar con el despilfarro— se volvió un pretexto para desmontar instituciones, recortar presupuesto a áreas vitales como la salud y la ciencia, y concentrar el poder. Hoy, mientras se recortan medicamentos y se despiden médicos, se construyen obras faraónicas sin transparencia ni evaluación técnica.
Y la supuesta “República amorosa” ha derivado en un gobierno que divide, que insulta, que estigmatiza. En vez de unir, se ha dedicado a etiquetar: “conservadores”, “traidores a la patria”, “fifís”. La crítica se persigue, la prensa se hostiga, los organismos autónomos se desmantelan. No hay diálogo: hay monólogos desde el poder.
La impunidad —ese cáncer que dijeron combatir— sigue intacta. No hay justicia para los corruptos del pasado, y tampoco para los del presente. Los escándalos de familiares y funcionarios cercanos han sido ignorados o justificados con cinismo. ¿Dónde quedó la promesa de limpiar la casa desde adentro?
Lo más grave es esto: mintieron. Le mintieron al pueblo que confió en la mal llamada 4T . Traicionaron a quienes creyeron que esta vez sí iba a cambiar algo. Gobernaron con la misma lógica del poder de siempre: usar al pueblo como escudo y al enemigo como excusa.
Hoy, millones de mexicanos sienten desencanto, rabia y frustración. No por no haber visto resultados inmediatos, sino por haber sido testigos de cómo el discurso del cambio fue usado para imponer lo mismo de siempre, pero con otros colores.
La Cuarta Transformación fue eso: un lema, no una revolución. No transformaron al país. Transformaron la decepción en propaganda. Y como en otros momentos de nuestra historia, el pueblo quedó esperando la justicia prometida.
Esa justicia que exclama el pueblo de México, esa justicia que usaron como bandera para engañar a la ciudadanía, hoy se vive con una ausencia dolorosa. El pueblo vive con miedo, con pánico, con incertidumbre. Por culpa de un gobierno que se volvió tirano.