Manuel Ruiseñor Liévano
Doscientos años tuvieron que pasar, desde aquel México que consumó su Independencia, para que ayer 15 de agosto de 2024 y por primera vez en nuestra historia política, una mujer fuera declarada presidenta electa de la nación por decisión del máximo tribunal electoral. Más de 33 millones de sufragios dieron cuenta de un triunfo arrollador a la candidata de la coalición Juntos Seguiremos Haciendo Historia por México, encabezada por el partido del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) y sus aliados el PVEM y el PT, en la arena de una elección disputada significativamente por dos mujeres.
Un trayecto centenario donde otras mujeres fueron determinantes para la consolidación del México de hoy. En la lucha de Independencia, Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario y Gertrudis Bocanegra; en la Revolución de 1910 con Carmen Serdán y Elvia Carrillo Puerto, así como las soldaderas en apoyo a los combatientes contra la dictadura de Díaz; en la Reforma, con Margarita Maza de Juárez.
Una larga historia de las mujeres en México, la cual no detiene su marcha desde la época novohispana hasta la actualidad, pasando por la lucha insurgente, las condiciones de las mujeres en el siglo XIX, su participación en la Guerra de Reforma y en la Segunda Intervención Francesa, el movimiento revolucionario de 1910. Todo ello, claro está, pasando por el logro histórico que obtuvieron para lograr su derecho al voto en 1953 y el posterior surgimiento del movimiento feminista durante el último tercio del siglo pasado protagonizado por personajes como Rosario Castellanos, cuyas acciones le cambiaron profunda y decisivamente el rostro a nuestro país.
Con el paso del tiempo hicieron que esta nación adquiera perfiles de mayor justicia y participación social de la mujer. Valga decir, refrescaron, llenaron de fuerza y le pintaron los labios a la nueva patria mexicana. Aquella emblemática mujer que en su gesto creativo figuró el artista plástico Jorge González Camarena.
En razón de lo anterior y por causa de otros tantos y significativos sucesos y personajes que sería largo enumerar, ayer fue un día histórico para México: Claudia Sheinbaum Pardo, científica egresada de la máxima casa de estudios del país, la UNAM, es, desde ayer, formal y legalmente, Presidenta Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos para el periodo 2024-2030.
Un hecho que, por supuesto, entraña un cambio de paradigma no sólo en el curso de la vida política y administrativa del Poder Ejecutivo federal, sino en todos los órdenes de la vida pública de un país como el nuestro, aún marcado por un patriarcado que se resiste a perder su hegemonía en aras de la equidad entre hombres y mujeres, la igualdad de oportunidades y la inclusión de la mujer en la vida económica, política y social.
Un desafío cultural, ético y moral; un nuevo pulso y temple en el accionar en la transformación de la vida pública, donde la educación y la cultura nuevamente tienen ante sí el deber de impulsar a la sociedad mexicana hacia derroteros más justos. Es decir, viables y sostenibles a futuro.
Un reto que, por supuesto, se extiende a la consolidación de un nuevo marco constitucional y de leyes reglamentarias, que promuevan desde la democracia participativa una convivencia armónica y más efectiva entre la ciudadanía, más allá de preferencias de cuño ideológico, religioso, sexual, étnico y de habla.
La presidenta electa de México camina entonces a consolidar un cambio de régimen iniciado por su predecesor; nada más que, claro está, con los relieves que provienen de su personal modo de comprender el país y lo que debe ser este. En palabras de don Daniel Cossío Villegas, acorde a su estilo personal de gobernar.
Venga lo que venga, México ha acelerado su transformación tomando como punto de continuidad el relevo en la presidencia de la república. No puede dejar de reconocerse que hay una fortalecida confianza y un renovado optimismo en la ruta sexenal que los ciudadanos tenemos por delante. No lo dice quien esto escribe, sino que es una lectura que se desprende del mandato de las urnas de junio pasado. Vale la pena decir que, si bien no estamos ante la extensión de un cheque o bono de la sociedad nacional en blanco, lo más preciso es acotar que a todos los mexicanos nos ocupa cumplir nuestra responsabilidad.
A manera de colofón, valga la pena decir que, a Claudia Sheinbaum Pardo, Presidenta electa de México, le sobran motivos para celebrar su victoria. Un triunfo hijo de la mayoría de la intención y respaldo de las y los mexicanos. Una victoria incontrovertible en la cual es menester subrayar, que el electorado chiapaneco le abonó una cosecha de poco más de 7 de cada 10 votos emitidos. En otra lectura, augurio de buenas nuevas para esta entidad federativa que se apresta a conmemorar, con el liderazgo del gobernador electo, Eduardo Ramírez Aguilar, sus primeros 200 años de haberse federado a la nación, mediante el cumplimiento puntual de una agenda singular para el desarrollo económico y social, largamente anhelado por los paisanos de Belisario Domínguez. Ya veremos; si no, al tiempo.